Adrián Otero logró un hit que, en su estribillo, incluye la cariñosa pero dudosamente inspiradora palabra “chuchi”. Valga eso como muestra del alcance popular que tuvieron la voz y la pluma del cantante fallecido ayer en un accidente automovilístico. En especial, esas casi tres décadas concatenadas entre 1980 y 2008, en las que le puso su voz (grave y bien reconocida) a Memphis la Blusera, uno de los más grandes proyectos de ese género que se hayan dado en la Argentina y en la región y también uno de los más permanentes, de cualquier estilo, en este país. A sus 53 años, Otero se encontraba trabajando en un segundo disco solista, luego de Imán, publicado en 2008, y en una etapa bastante estable de su vida. El ambiente artístico lo recordó con pesar ayer, a través de medios y redes sociales.
Adrián Otero nació el 31 de julio de 1958. Si bien no los volcó, en lo literal, a su música, sus estudios en psicología hicieron cuña en sus letras. “Si te llevás la cama, chuchi, dejame el colchón”, cantó, por ejemplo, en “La bifurcada”, uno de sus mayores hits con aquel ensamble. De joven se ganó la vida como cocinero, periodista deportivo y artesano en viajes por América, Europa y Africa. Pero ganó la trascendencia a su vida física con Memphis La Blusera, el insigne grupo formado en La Paternal en 1978 y disuelto en 2008, cuando Otero decidió abandonarlo y sus compañeros Daniel Beiserman y Emilio Villanueva conformaron Viejos Lobos del Blues.
Su muerte ocurrió luego de que el auto en el que viajaba hacia Capilla del Monte volcara, diera vueltas y cruzara el cantero de la autopista Córdoba-Rosario, alrededor de las 14.30, a la altura del kilómetro 523 y cerca del ingreso a la localidad de Ballesteros, según informó el comisario mayor de la departamental pertinente, La Unión. Al cierre de esta edición, no se conocía la causa del siniestro. Otero, de 53 años y padre de dos hijos, falleció en el acto y llegó sin vida al centro de atención de Bell Ville, ubicado en la cercana localidad del mismo nombre.
En su estancia en La Blusera, Otero firmó junto a Beiserman muchas más de un centenar de canciones para trece discos que definieron al blues realizado desde esta región y que, más allá del rasgo melancólico-romántico saliente de temas como “La bifurcada” o “La flor más bella”, contenían una sustancia musical con base de blues y de rock de raíz clásica y tenían en Otero a una voz diferencial, destacada por sí misma y reconocible a la legua. Gran virtud.
Con él en sus filas, Memphis La Blusera fue creciendo y pasó de ser una banda que actuaba en antros –aportando el blues y boogie woogie más potente que se haya visto por aquí– a llenar el Gran Rex, el Opera y el Broadway en serie y en el mismo año. Del bajo fondo de la noche porteña y el reclamo febril de sus seguidores por tempranos hits como el “Blues de las 6 y 30” al prime time de la televisión nacional, cuando Marcelo Tinelli tomó “La flor más bella” como cortina para VideoMatch; del esplendor underground de la previa a la apertura democrática hasta la simpatía de Otero con políticos como Carlos Saúl Menem y Mauricio Macri, su obra personal y la realización grupal se enmarcaron en un ida y vuelta constante, no necesariamente histérico ni falto de coherencia, que igual ayudó a construir la mística y la notable carrera de Memphis La Blusera. Lo que, a la vez, le permitió a Otero irrupciones como actor en Graciadió y Cinco pal peso, de Raúl Perrone, y en la efímera serie de Canal 13 La Nocturna.
“Somos gente de moral tradicional”, definió Otero en una entrevista con Página/12, publicada sobre el cambio de milenio en el Suplemento NO. “Creemos en la familia y todo eso. El rock no nos condiciona a hacernos los locos. No creemos en eso. Respetamos a la gente que enloquece, pero no se sienta con nosotros a tomar café.” Esa moral tradicional, de soporte a las lógicas del macho, del barrio, de la barra de amigos y de la noche, les trajo más de una réplica. “Machista”, se dijo de Otero, que se desligó recientemente aduciendo que en su banda solista tocaba el bajo una mujer.
A instantes de conocerse la noticia de su fallecimiento, miembros de la comunidad artística y del espectáculo replicaron homenajes y saludos en medios y redes sociales. Andrés Calamaro twitteó: “No puedo creerme lo de Adrián... otro compañero menos y una sensación de apocalipsis musical”. Víctor Hugo Morales expresó “dolor por su muerte” y “respeto para su familia y amigos”. Otro colega, Kevin Johansen, sumó: “Todos los que lo conocimos aunque sea un poquito estamos muy tristes por la pérdida de este hermano músico”. Y hasta hubo un mensaje de parte del área de prensa del Club Atlético Vélez Sarsfield, del que era fanático confeso: “Se fue un grande, Adrián Otero, hincha y fanático del Fortín”. Por otra parte, Oscar Mediavilla, productor de Imán, lo nombró “el Jinete del Blues”. “Se había alquilado una casa en La Cumbre, estaba muy bien, estaba muy feliz, se había comprado un auto y compartíamos los sueños”, reveló. Y concluyó: “Creó un nuevo estilo, ese blues aporteñado”.
Fuente: Página|12
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