03 octubre 2012

Una nueva igualdad después de la crisis

Fragmento de la conferencia del historiador Eric Hobsbawm en el Word Political Forum.

     
El “Siglo breve”, o XX, fue un período marcado por un conflicto religioso entre ideologías laicas. Por razones más históricas que lógicas, fue dominado por la contraposición de dos modelos económicos –e incluso dos modelos excluyentes entre sí–: el “Socialismo”, identificados con economías centralmente planificadas de tipo soviético, y el “Capitalismo”, que cubría todo el resto.

 Esa contraposición, aparentemente fundamental, entre un sistema que ambiciona sacar del medio del camino a las empresas privadas interesadas en las ganancias (el mercado, por ejemplo) y uno que pretendía liberar al mercado de toda restricción oficial o de otro tipo, nunca fue realista. Todas las economías modernas deben combinar público y privado de varios modos y en varios grados, y de hecho hacen eso. Ambas tentativas de vivir a la altura de esa lógica totalmente binaria, de esas definiciones de “capitalismo” y “socialismo”, fallaron. Las economías de tipo soviético y las organizaciones y gestiones estatales no sobrevivieron a los años ´80. El “fundamentalismo de mercado” anglo-norteamericano quebró en 2008, en el momento de su apogeo. El siglo XXI tendrá que reconsiderar, por lo tanto, sus propios problemas en términos mucho más realistas.


¿Cómo influyó todo eso sobre los países que en el pasado eran devotos del modelo “socialista”? Bajo el socialismo, se encontraron con la imposibilidad de reformar sus sistemas administrativos de planeamiento estatal, incluso cuando sus técnicos y sus economistas fueran plenamente conscientes de sus principales carencias. Los sistemas –no competitivos a nivel internacional– fueron capaces de sobrevivir hasta que quedaron completamente aislados del resto de la economía mundial.

Ese aislamiento, por lo tanto, no pudo ser mantenido en el tiempo, y cuando el socialismo fue abandonado –sea inmediatamente de la caída de los regímenes políticos como en Europa Oriental, sea por el propio régimen, como en China o en Vietnam– sin ningún preaviso, ellos se encontraron inmersos en aquello que para muchos parecía ser la única alternativa disponible: el capitalismo globalizado, en su forma entonces predominante de capitalismo de libre mercado.

Las consecuencias directas en Europa fueron catastróficas. Los países de la ex Unión Soviética todavía no han superado sus repercusiones. China, para su suerte, escogió un modelo capitalista diferente al del neoliberalismo anglo-norteamericano, prefiriendo el modelo mucho más dirigista de las “economías tigres” o de asalto de Asia oriental, pero abrió el camino para su “gigantesco salto hacia adelante” con muy poca preocupación y consideración por las implicaciones sociales y humanas.

Ese período está casi a nuestras espaldas, así como el del predominio global del liberalismo económico extremo de matriz anglonorteamericana, incluso cuando no sepamos cuales cambios implicará la crisis mundial en curso –la más grave desde los años 30- cuando los impresionantes acontecimientos de los últimos dos años consiguieran superarse. Una cosa, en efecto, es desde ya muy clara: está en curso una alternancia de enormes proporciones de las viejas economías del Atlántico Norte al Sur del planeta y principalmente al Asia oriental.

En estas circunstancias, los ex Estados soviéticos (incluyendo aquellos todavía gobernados por partidos comunistas) están teniendo que enfrentar problemas y perspectivas muy diferentes. Excluyendo de entrada las divergencias de alineamiento político, diré solamente que la mayor parte de ellos continúan relativamente frágiles. En Europa, algunos están asimilando el modelo social capitalista de Europa occidental, aunque tengan una renta media per cápita considerablemente inferior. En la Unión Europea, también es probable prever el surgimiento de una doble economía. Rusia, recuperada en cierta medida de la catástrofe de los años 90, está casi reducida a un país exportador, poderoso pero vulnerable, de productos primarios y de energías y fue hasta ahora incapaz de reconstruir una base económica mejor equilibrada.

Las reacciones contras los excesos de la era neoliberal llevaron a un retorno, parcial, a formas de capitalismo estatal acompañadas por una especie de regresión a algunos aspectos de la herencia soviética. Claramente, la simple “imitación de Occidente” dejó de ser una opción posible. Ese fenómeno todavía es más evidente en China, que desenvolvió con considerable éxito un capitalismo poscomunista propio, a tal punto que, en el futuro, puede también ocurrir que los historiadores puedan ver en ese país el verdadero salvador de la economía capitalista mundial en la crisis en la que nos encontramos actualmente. En síntesis, no es más posible creer en una única forma global de capitalismo o de poscapitalismo.

En todo caso, delinear la economía del mañana es tal vez la parte menos relevante de nuestras preocupaciones futuras. La diferencia crucial entre los sistemas económicos no reside en su estructura, sino más bien en sus prioridades sociales y morales, y éstas deberían ilustrar dos de sus aspectos de fundamental importancia a ese propósito.

Lo primero es que el fin del comunismo comportó la desaparición repentina de valores, hábitos y prácticas sociales que habían marcado la vida de generaciones enteras, no sólo en los regímenes comunistas en sentido estricto, sino también los del pasado pre comunista que, bajo esos regímenes, en buena parte se habían protegido. Debemos reconocer cuán profundos y graves fueron el shock y la desgracia en términos humanos que fueron padecidos como consecuencia de ese brusco e inesperado terremoto social. Inevitablemente, serán necesarias varias décadas antes de que las sociedades poscomunistas encuentren en la nueva era una estabilidad en su modus vivendi, y algunas consecuencias de esa desagregación social, de la corrupción, de la criminalidad institucionalizada podrían exigir todavía mucho más tiempo para ser derrotadas.

El segundo aspecto es que tanto la política occidental del neoliberalismo, como las políticas poscomunistas que ella inspiró, subordinaron propositivamente el bienestar y la justicia social a la tiranía del Producto Interior Bruto (PIB): el mayor crecimiento económico posible, deliberadamente inequitativo. Haciendo esto, ellos minaron –y en los ex países comunistas hasta destruyeron– los sistemas de asistencia social, de bienestar, los valores y las finalidades de los servicios públicos. Todo ello no constituye una premisa de la cual partir, sea para el “capitalismo europeo con rostro humano” de las décadas posteriores a 1945, sea para satisfactorios sistemas mixtos poscomunistas.

El objetivo de una economía no es el beneficio, sino el bienestar de toda la población. El crecimiento económico no es un fin, sino un medio para dar vida a las sociedades buenas, humanas y justas. No importa como llamamos a los regímenes que buscan esa finalidad. Importa únicamente cómo y con qué prioridades podremos combinar las potencialidades del sector público y del sector privado en nuestras economías mixtas. Esa es la prioridad política más importarte del siglo XXI.

Noviembre 2009    
Eric Hobsbawm

Fuente: sin permiso

1 comentario:

Rubén Ferrer Pérez dijo...

Me gusta lo de "fuente: sin permiso"

Respecto al contenido, lo encuentro muy interesante

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”