29 abril 2010

Alejandra

Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes de europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, mas tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972 fallece en su ciudad natal.


de
ÁRBOL DE DIANA

"ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe"

"ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada"

"no más las dulces metamorfosis de una niña de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla
su despertar de mano respirando
da flor que se abre al viento"

"la pequeña viajera
moría explicando su muerte
sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente"

26 abril 2010

Borges/Sábato

El viejo reproductor hace girar el cassette en donde quedan grabadas las voces de dos mentes lúcidas: Borges y Sábato. Por común acuerdo, obviaron la política en estos diálogos, la mayoría acontecidos en la casa de la pintora uruguaya Reneé Noetinger, amiga de ambos, mientras en el edificio de al lado moría la mamá de Borges. Alguna vez también se dieron cita en un bar de Maipú y Córdoba, rodeados de incrédulos espectadores.

Sábato dijo que los periódicos deberían salir cada año o cada siglo, ya que no ocurre nada importante en las noticias que se dejan leer en ellos. Borges acotaba al respecto que los periódicos envejecen tan pronto como ya se los ha leído, que no empleaba su tiempo en leerlos y que la política no era de su interés, ni la última literatura latinoamericana. Borges no era muy aficionado a la música contemporánea, pero alguna vez le hicieron escuchar The Beatles, con lo que quedó enternecido. Para Borges un cuento no debía señalar nombres de lugares reales, para que los lectores no cuestionen o encuentren errores en la obra. Una emoción intempestiva desencadenaba un cuento –confesaba–, como en esa precisa economía verbal que exige La Poesía; en cambio Sábato veía en la novela –como Joseph Conrad–, a un África remota, a la que había que ir desvistiendo con el avance de una barca en las oscuras aguas de un mar intranquilo, como separando de los ojos la niebla. Sendos juicios del mecanismo de escribir de los dos argentinos más notables que la humanidad ha producido.

Alguna tarde de sábado en que la madre de Borges contaba ya sus últimos días, a los 98 años, ambos escritores desvanecían su congoja, como un llanto de palabras que se deslíe en atmósferas de sueño, en el viejo recinto donde la copa de agua parecía esclarecer el enigma de Dios en Borges, y el vaso de whisky de Sábato rememoraba un letargo de palabras dulces, donde un loco podía ser un Dios que sueña despierto, y un mendigo una persona despierta que lamenta ser cuerdamente mundano.
Aún parece girar en el recinto el reproductor de cassettes antiguo, aun para la época, como evocando ciegas conversaciones que suceden a un infinito de citas célebres. Obsesiones, lecturas comunes y reflexiones en torno a la idea de Dios, el arte, el tango, pintura, cine, la muerte, la lúcida locura. Una empatía comunicativa poblaba el ámbito de las conversaciones, esa serie de diálogos signados por la divinidad cabalística del número 7; diálogos de los que han dicho contados insensatos, que fueron inventados, mas cuando uno se compenetra con el tomo, reviven las lúcidas voces de estos dos seres míticos, que como dos almas flotarán al encuentro de sus palabras inmortales.


Jack Farfán Cedrón/Reseñas/16-04-09

Referencia bibliográfica: Orlando Barone (compilador), 2007. Diálogos Borges/Sábato. Emecé Editores/Argentina

08 abril 2010

Logramos cumplir un verdadero sueño


“Con Joaquín estuvo buenísimo –dice Rubén– porque fue cumplir un sueño y estar con el grande de la canción en castellano, el letrista, el poeta. Le hicimos la música a dos letras que nos fue mandando, y al final nos juntamos todos en el estudio y estuvimos grabando las voces sobre nuestra base. Fue cumplir un sueño que en nuestros sueños más húmedos de jovencitos no lo imaginábamos. Fue como, no sé, que nos llamaran los Stones para una zapada”. A diez años de juntarse con la única la intención de hacer versiones del grupo español Leño, Rubén Pozo Prats (guitarra y voz) y José Miguel Torres (bajo y voz, más conocido como Leiva) no sólo tienen una popularidad enorme en España, sino que fueron convocados el año pasado por Joaquín Sabina para participar de la grabación de su último álbum Vinagre y rosas. Gestado en el circuito de los pequeños clubes de rock de Madrid, el dúo Pereza fue ganando fans gracias a un estilo que podía unir a sus amados Rolling Stones con Marc Bolan y referencias locales como Burning y Tequila, donde justamente tocaba Ariel Rot, que participó en su último disco, Aviones, donde también estuvo Andrés Calamaro. ¿Otro sueño cumplido, quizá? “Había un sueño pendiente, que era invitar a Andrés a cantar con nosotros, y el tema ‘Amelie’ se prestaba muy bien y hasta tiene una onda cercana a su disco El cantante, con instrumentación muy minimal, con contrabajo y todo acústico. A Andrés le encantó la canción y quiso colaborar y poner su arte y voz inconfundible. Luego vino Ariel al estudio y puso un solo, en ‘Llévame al baile’, pero fue un encuentro más casual, porque tenemos una amistad más de calle, de vernos seguido, a diferencia de Andrés, que siempre anda entre España y la Argentina. Ariel pasó por el estudio a ver qué estábamos haciendo, enchufó una guitarra y puso su solo”.
Los más exitosos del pop rock
La relación de Pereza con el rock argentino va más allá de la amistad con figuras como Calamaro y Rot, ya que los más memoriosos recordarán que en 2006 participaron del disco tributo a Andrés Calamaro, Calamaro querido! Cantando al Salmón, donde hacen una versión de “Mi enfermedad”, nada menos. También vinieron en noviembre de 2008, dieron abundantes reportajes y un recital showcase de promoción. Además, cuentan con el anecdótico dato de tener un fan club local.

02 abril 2010

2 de abril



La Guerra de las Malvinas/Eduardo Galeano

La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña.
No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala.

01 abril 2010

Segunda Cita


El trovador declaró en Casa de las Américas que este nuevo fonograma es un homenaje a la Cuba de las últimas cinco décadas, porque sigue «teniendo muchas más razones para seguir creyendo en la Revolución, que para creer en sus detractores». Como los pintores con sus lienzos, Silvio ha querido empezar cada canción «con mejor fortuna». Pero el trovador las ha iniciado siempre con esa suerte terrenal de saber dibujar con precisión exacta la cotidianidad de nuestra Isla y de su gente.
Ha querido pactar una Segunda cita discográfica, luego de esa primera que dedicó a los ángeles de la historia y al diálogo sobre eventos que han abofeteado a la humanidad, como el derribo de las Torres Gemelas o la guerra de Iraq. En este nuevo encuentro ha volcado su poesía y ha emprendido el viaje, como dice en Sea señora, a la semilla de José Martí.
«Dije que veía venir la cita con los ángeles de mi tierra», confesó este viernes en Casa de las Américas, y así nos trae una docena de letras musicalizadas en las que el autor ofrece su perspectiva de la vida, conectándose con la niñez en El gigante, con nuestra realidad en Sea señora, o con esas mujeres que estremecieron la Sierra Maestra por su valentía en aquella etapa crucial en Bendita (Yo fui una vez).
Huracán es la visión del trovador sobre los ciclones que afectaron el Caribe y a nuestra Isla en 2008. Allí, con una melodía que ilustra entre notas la fuerza del meteoro, al que el músico pide no arrebate salud, y sí que soplen los vientos del amor.
También se inspiró en su época inicial, cuando frecuentaba los espacios donde se presentaba César Portillo de la Luz. Demasiado es una vieja deuda, y declaración de admiración hacia quien lo «alumbró con secretos del oficio de trovador».
Detalles autobiográficos trae Trovador antiguo, mientras Dibujo en el agua brotó del epitafio colocado en la tumba del poeta John Keats: «Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua». Y Silvio se colorea en el preciado líquido «con un creyón turquí». San Petersburgo salió de la casualidad, esa que lo cruzó con Gabriel García Márquez en un viaje donde el autor de Cien años de soledad le dio el argumento de una «novia abandonada que llevaba a cuestas sus regalos de bodas».
Para una cantautora entrañable hay un tema especial (Carta a Violeta Parra). Confiesa Silvio en un pequeño folleto, anexo en su álbum, que fue La carta la primera canción que escuchó de la intérprete chilena. Ante tal dedicatoria a Violeta, los periodistas le hicieron notar que su colega español, Joaquín Sabina, incluyó un tema dirigido a la cantante. «Si es de otro, es una casualidad, pero si es de Joaquín, lo dudo. Lo único que digo es que mi disco está terminado desde junio del año pasado», bromeó.
«Joaquín es mi amigo querido, y eso quizá sea una manera de hacerme una señal desde lejos, aparte de reflejar la admiración que seguramente siente por Violeta Parra», afirmó.
Sin dudas, esta docena de canciones apela a la diversidad musical, como bien dijo en las notas discográficas Víctor Casaus. Segunda cita, aseguró Silvio, es más acústico y tiene como común denominador «al trío de jazz»: bajo, piano y batería, y «a veces guitarras» que él mismo tocó.
Para lograr esa cadencia melódica que exhibe el CD, el cantautor se hace acompañar de Robertico Carcassés (piano), Feliciano Arango (contrabajo), Oliver Valdés (batería y percusión), Niurka González (flauta) y Haydée Milanés (coros), entre otros.
El compositor de Rabo de nube y Ojalá subrayó en Casa de las Américas que este nuevo fonograma es un homenaje a la Cuba de las últimas cinco décadas, porque sigue «teniendo muchas más razones para seguir creyendo en la Revolución, que para creer en sus detractores.
«En realidad cualquier disco que hubiera hecho en esta fecha, lo hubiera dedicado al aniversario 50 de la Revolución, porque el año pasado se celebraba ese aniversario», señaló.
Inmerso en la musicalización de dos películas, Silvio adelantó que es probable que este año pudiera salir un volumen más. Baraja dos propuestas: «Tengo un disco inédito con Afrocuba, con canciones viejas mías que tenía montadas con ellos». Otra de las posibilidades pudiera ser un álbum con Diákara, hecho en México y que no salió a la luz pública.
Según explicó, no planea una gira nacional para promover Segunda cita, aunque no descartó que «cuando coincidamos los músicos que participamos en el disco, pues tocaremos un poquito». Y desde la parte de sus seguidores, ya lo esperamos.

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”