26 agosto 2013

Historia verídica / Julio Cortázar

A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.

24 agosto 2013

Las cosas / Jorge Luis Borges


El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

16 agosto 2013

Charles Bukowski

"Mi padre era un gran maestro literario", recuerda el célebramente deshilvanado y bebedor poeta y novelista Charles Bukowski, que murió en 1994. "Me enseñó el significado del dolor, del dolor sin razón". De los 6 a los 11 años de edad, su padre le golpeó tres veces a la semana con una correa de afeitar, recuerda en el absorbente y definitivo retrato documental ‘Bukowski: Born Into This', de John Dullaghan.
Visitando de nuevo la casa donde pasó su infancia en Los Angeles, donde tomaban lugar las golpizas, Bukowski la llama, irónicamente, "la casa de los horrores", con una voz cansina que reúne a Kevin Spacey y William S. Burroughs con un toque de Tennessee Williams. Esas palizas, confiesa, fueron esenciales para la formación de su estilo literario magro y brutal, que no admitía filtraciones de sentimentalismo. Cuando te pegan sobre bases regulares, dice, "tú dices lo que quieres decir".
Algunas de las entrevistas en la película fueron hechas para la televisión europea. Los fragmentos son hábilmente entrelazados con los recuerdos de sus viejos compañeros de parranda, otros escritores y la segunda esposa de Bukowski, Linda, su musa, con la que se casó en 1985. Sin demasiadas tensiones, la película ofrece razones sólidas para considerar a Bukowski uno de los más importantes poetas estadounidenses cuyo trabajo fue un duro reproche del amable formalismo académico.
Bukowski no disfrutaba siempre de su condición maldita. Un paria en la secundaria, sufrió de un severo acne vulgaris, que cubría su cara con llagas supurantes y que dejó su piel completamente picada. Recuerda haberse quedado fuera, desconsolado y en la oscuridad, de su baile de gala: se sentía demasiado humillado como para dejarse ver.
En años posteriores Bukowski bravuconeaba de sus habilidades sexuales. Sin embargo, permaneció virgen hasta los 24, la edad que tenía cuando publicó su primera historia. Su descripción (en la novela ‘Mujeres')de su iniciación sexual con una mujer obesa a la que acusó injustamente de haberle robado su billetera, es un comienzo espectacularmente poco prometedor para una prolífica actividad sexual, que floreció cuando la fama le ganó admiradoras.
Bukowski era sucinto en sus libros y fuera de ellos. Cita como "cumplido último" el haber sido llamado "un buen camorrero". Comenzó a escribir a los 13 porque le parecía "lo más fácil de hacer". Describe el amor como "una neblina que desaparece con los primeros rayos diurnos de la realidad".
Comenzó a escribir en serio después de viajar durante una década por todo el país, trabajando como peón, bebiendo y peleando, y absorbiendo las crudas experiencias que inspiraron su obra. Más tarde sobrevivió como cartero durante catorce años. Su hábito de la bebida contribuyó a que desarrollara úlceras hemorrágicas en 1956, de lo que no se esperaba de volviera a recuperarse. Pero continuó sus juergas durante más de cuatro décadas más antes de sucumbir ante la leucemia a los 73 años.

08 agosto 2013

Abuelas restituyó al nieto 109

Las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron este mediodía que el joven Pablo Germán Athanasiu Laschan recuperó su identidad, y se convierte así en el nieto 109 en reconstruir su historia.

Así lo anunció Estela de Carlotto en conferencia de prensa en la sede de la entidad, y precisó que el joven tiene 38 años, quien no estuvo presente en el encuentro aunque reside en la Capital Federal.

Según informó Abuelas de Plaza de Mayo, Pablo Germán Athanasiu Laschan fue secuestrado junto a sus padres el 15 de abril de 1976 cuando tenía solo cinco meses y medio.

En abril de este año, Pablo fue contactado por integrantes de Abuelas y hace cerca de un mes accedió voluntariamente a realizarse el examen inmunogenético que logró determinar, en un 99,99 por ciento, su pertenencia al grupo familiar Athanasiu Laschan.

Pablo Germán es hijo del matrimonio chileno integrado por Frida Laschan Mellado y Ángel Athanasiu Jara, y nació el 29 de octubre de 1975. Mientras ambos estuvieron en Chile militaban en el MIR, una vez en Argentina, en el PRT-ERP.

El 15 de abril de 1976 el matrimonio y su hijo fueron secuestrados en un operativo que fuerzas de seguridad realizaron en el hotel en el que vivían en la ciudad de Buenos Aires.

Pablo Germán fue anotado como hijo propio con fecha de nacimiento 7 de enero de 1976 por un matrimonio con estrecha vinculación al régimen cívico-militar, tal es así que su apropiador hoy se encuentra detenido en el marco de una causa por crímenes de lesa humanidad.

El caso 108 fue esclarecido por la organización en noviembre último, al ser identificado el cuerpo de Mirtha Noelia Coutouné, cuyo embarazo, según se confirmó, no llegó a término, según reza la página de Abuelas.

02 agosto 2013

Georges Moustaki, leyenda de la canción francesa

 El cantante y compositor francés Georges Moustaki, autor de canciones populares  francesas clásicas como "Milord" o "Le Métèque", falleció este 23 de mayo a los 79 años. En 2011, Moustaki reveló que sufría problemas respiratorios y que su enfermedad "irreversible" lo dejaba "definitivamente incapaz de cantar".

Georges Moustaki, cuyo verdadero nombre era Giuseppe Mustacchi, había nacido el 3 de mayo de 1943 en la ciudad egipcia de Alejandría, de padres judios griegos inmigrados a Egipto.

Moustaki se instaló en París en 1951, donde conoció a Georges Brassens, otra importante figura de la canción francesa. De hecho, Moustaki adoptó el nombre de este cantante y compositor francés.

El artista escribió cerca de tres centenares de canciones para los más grandes intérpretes franceses, entre otros, Edith Piaf e Yves Montand, antes de cantarles él mismo con mucho éxito. Sus canciones más célebres son: “Milord” (1958), escrita para Edith Piaf y traducida en el mundo entero, y “Le Métèque" (1969), cantada primero por Pia Colombo, que se hizo muy popular en el mundo entero.

También son muy conocidas obras como “Sarah”, “Mi libertad”, “Mi soledad », “Vuestra hija tiene 20 años” y “Joseph”. Políglota y pintor, Moustaki vivía desde hace más de cuarenta años en la isla Saint-Louis, en París.

Moustaki, el cantante con cara de ‘judío errante’ –como se describe él mismo en una canción– ha partido a vagabundear a otros mundos, luego de haber marcado la historia de la canción popular francesa.

Moustaki entró al diccionario de nombres propios de Larousse no hace mucho tiempo, en 2006. Una llegada discreta al famoso diccionario francés, a imagen y semejanza de un arista que ha logrado elevarse al nivel de las más grandes figuras de la canción popular francesa.

Diletante e hiperactivo, el cantautor elogiaba la pereza y de un modo de vida apacible, pero al mismo tiempo nunca dejó de crear, no sólo canciones, pues se apasionó también por la poesía, la pintura y los viajes.

Este Ulises moderno con cara de “pastor griego” viajaba tranquilamente, con una calma a flor de piel, buscando la frase perfecta, disfrutando el placer de crear una canción. “Componer una canción es realizar un milagro”, decía (puede escuchar el sonido original en francés en esta página).

Al llegar a París a comienzos de los 50, Moustaki realiza numerosos oficios, entre otros, vendedor de libros de poesía de puerta en puerta, periodismo, cantante callejero y pianista para amenizar bares. El encuentro con Georges Brasses va a cambiar la vida del joven egipcio, pues éste reconoce que sus composiciones son “de calidad” y lo alienta a seguir en la vía artística.

Con un alma de vagabundo y de humanista, la obra de Moustaki estuvo siempre naturalmente abierta al mundo, incluso antes de que se acuñara el termino de “World music”. 


  FUENTE: http://www.espanol.rfi.fr/francia/20130523-murio-georges-moustaki-leyenda-de-la-cancion-francesa

 

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”