
-Es que fíjate qué mundo -dice-. El despliegue policial fue tan desproporcionado que parecía que iba a empezar una guerra. Y a esos jóvenes que no son delincuentes les tratan como si lo fueran, mientras protegen al dueño del edificio, del que prefiero no decir nada, con lo cual ya te lo estoy diciendo todo. Pero fíjate que inversión de papeles, ¿no? El que está dentro de la Ley es el propietario, un hombre sospechoso de varios delitos urbanísticos, que ha tenido que sentarse en el banquillo por supuestas irregularidades en la modificación parcial del plan urbanístico de Boadilla del Monte, por ejemplo, y está procesado por tráfico de influencias, negociación prohibida y uso de información privilegiada en el municipio de Alcorcón. Y los que están fuera de la ley son esos chicos que se dedicaban a dar peligrosísimos talleres de música, o clases de español para inmigrantes.
Le digo que sí, que tiene razón, pero que si el dueño del inmueble ha puesto una denuncia y el Juzgado ha mandado que se lo devuelvan, qué va a hacer la policía.
-Eso es -insiste-, ahí está el problema, en que la ley defienda a los especuladores y persiga a los que no tienen casa, porque el movimiento okupa nació por eso, porque la gente se cansa de no poder tener dónde caerse viva, de que el producto de su trabajo se lo queden los banqueros y el resto de vampiros de estas sociedades en los que la propiedad privada lo justifica todo, así que si eres ese tipo que tiene a su nombre los papeles del ex-Patio Maravillas, el espacio es tuyo, aunque sea para mantenerlo cerrado; y si eres aquel estúpido japonés millonario que había comprado un Van Gogh, puedes hacer que lo entierren contigo cuando te mueras, que para eso lo has pagado. A los griegos se les cayó el Partenón y a los romanos el Capitolio, pero el siglo XXI tiene la moral en ruinas. Por eso los líderes mundiales siguen cargándose el planeta y al director de Greenpeace en España lo tienen preso un mes los daneses y el Gobierno español no exige que lo suelten inmediatamente.
En el Patio Maravillas había desde una asesoría laboral hasta una sala de ensayos, pasando por un cine, un coro, un taller de idiomas y otro de cuentos, un comedor, una cafetería y un laboratorio de nuevas tecnologías. ¿Qué va a haber ahora? Nada, otra casa vacía que espera llenar de dinero a su dueño, al que protegía en la calle del Acuerdo una legión de policías antidisturbios. Un vecino de la calle de la Palma abrió su balcón y puso La Marsellesa a todo volumen, pero los agentes no bailaron. En lugar de eso, se dedicaron a identificar a los que se atrevían a protestar, como quien dice: ten cuidado con lo que haces, podrías meterte en problemas. A ver si vas a acabar en la cárcel, como el de Greenpeace. Los okupas piensan montar su nuevo proyecto en un edificio de la calle del Pez que lleva años vacío, porque eso es posible, mientras que lo que le ofrecía el área de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento era absurdo: una parcela, algo tan absurdo que no merece ni un comentario.
Ojalá el edificio de la calle del Pez sea aún mejor que el de la calle del Acuerdo. Ojalá Madrid deje de estar llena de casas deshabitadas. Ojalá los jueces dejen de ser demasiado a menudo lo contrario de la justicia, porque esto ha llegado a un punto que podría pintar Goya mojando el pincel en el bote del color negro: el sueño de la razón produce jueces. Ojalá la especulación sea un delito, y deje de serlo protestar contra ella. Quién sabe, igual en este 2010 algo de eso sucede.