ENTREVISTA DE MARIA LAURA SANTILLAN.
(Para Clarín - Suplementos - 27 de enero de 2004.
Roberto Fontanarrosa: "nunca tomé a la pareja como un compromiso eterno".
Se separó después de 30 años. Dice que fue una experiencia dolorosa, aunque no lo considera un fracaso. Ahora está de nuevo en pareja.
Todo me hace pensar que cuando me siente a charlar con Fontanarrosa voy a querer hacerme amiga. La cita, obviamente, es en un café.
-A un hombre polifacético como vos, ¿cómo le gusta que lo presenten?
-- Es difícil. En la tarjeta de embarque yo naturalmente pongo dibujante. Si fuera necesario definir la cosa un poco más, creo que pondría narrador. Me gusta contar cosas: a algunas las cuento a través del dibujo, a otras a través del texto. Pero me parecería totalmente lógico poner periodista: trabajé toda mi vida en los medios (N. de R.: publica en Clarín desde el 73).
-Podés poner muchas cosas y no mentís. Publicitario, por ejemplo...
-- (Interrumpe) Padre, padre de familia. Lo que a mí más me ha modificado, me ha cambiado, es la cuestión de la paternidad. Recién cuando tenés hijos modificás la escala de valores. Por ahí suena demasiado pretencioso, pero la obra propia —a medias— que uno puede aportar a una sociedad es un hijo o una hija, una buena persona, más que los libros y todas esas pelotudeces que hacemos. Por la complejidad de la obra, del producto, ¿no? Una buena persona.
-No lo había pensado. Me corre frío por la espalda al pensar que le voy a aportar a la sociedad a una de mis hijas. No se las quiero aportar.
-- (Risas) No, claro. Egoístamente yo hubiera querido que mi hijo se hubiera quedado viviendo en el patio de mi casa, pero está viviendo en Buenos Aires y yo vivo en Rosario. "Aportar a la sociedad", es excesivo, pero dejar a un buen tipo, me parece más importante que dejar un buen libro.
-Franco, tu hijo, es un tipo muy buen mozo.
-- ¿Qué te asombra? ¿De dónde viene tu asombro? (Risas). Mi viejo era un tipo realmente pintón, al estilo de aquella época.
-No lo decía para compararlo con vos, lo decía por lo del aporte.
--Sí, he dejado algo estéticamente válido (risas).
-Qué difícil esto de que viva en Buenos Aires, ¿no?
-- Es hijo único, yo fui padre cuando ya era grande. Ya tenía treinta largos. Igual siempre viví con inquietud porque él decía que se quería ir a los Estados Unidos. El hecho de que haya venido a Buenos Aires, es mejor. Está cerca, muy cerca, comparado con Estados Unidos...
-¿Alguna vez consideraste seriamente el hecho de mudarte de Rosario?
-- Yo creo que en algún momento de la dictadura todos los argentinos consideramos mudarnos por temor. Como yo soy muy aquerenciado, creo que me daba más miedo irme que quedarme. Nunca lo pensé seriamente, porque además hay otra cosa: el humorista no puede trabajar en cualquier lado. ¿Cuánto tiempo me llevaría detectar los temas comunes en España, por ejemplo? No es tan fácil, si uno quiere hacer un humor ligado a la gente que lo rodea. Yo no soy de fácil desarraigo. Nunca me fui de Rosario, en definitiva.
-Si es que se pueden resumir en una respuesta, ¿qué variables existen para que tires un chiste a la basura?
-- Es difícil que aborde un chiste sobre el cual tengo dudas. Es decir, que lo haga y después lo tire: lo desecho antes de pasarlo a tinta. El verdadero desafío es sobre qué hablo y cómo lo digo. No tengo expectativas plásticas muy grandes, no soy un gran dibujante, comparado con algunos colegas y amigos muy virtuosos. Uno trabaja todos los días, pero hay dos o tres en los que tenés una mayor facilidad personal, estás mejor predispuesto, la noticia ayuda, confluencia de astros, de eso que no creíamos: Sagitario con Escorpio, el Año del Mono, el calendario maya... (risas).
-¿Cuánto tiempo libre necesitás para equilibrar las horas que le dedicás al trabajo?
-- Defiendo a muerte el ocio no creativo, dejáme de romper las bolas con el ocio creativo. Yo defiendo mucho el tiempo al pedo, tanto como el del laburo. Aún intento jugar al fútbol, soy una cosa patética, pero el hecho de hacer un juego, lo que sea, hace que ese tiempo no estés pensando en el trabajo. Yo necesito algo que me limpie la cabeza. Habitualmente trabajo siete horas y media, termino a eso de las seis. Ahí caigo en el bar y estoy una hora y media boludeando con los amigos.
-¿Hasta que te aburrís?
-- Hasta que me da hambre y me voy a cenar.
-Si hay tiempo libre: ¿fútbol o libros?
-- Si hay que elegir: fútbol. Segundo lugar, lectura. Puede ser el diario.
-En tercer lugar, ¿televisión?
-- No. Por ahí, entre medio, están los amigos, la pareja.
¿Cómo es el camino hacia los 60?
-- Uno se ha quedado pegado con palabras como sexagenario, que suena espantoso. En mí hay, como en toda la gente de cierta edad, una sensación de extrañeza. Hay recuerdos de infancia como muy, muy cercanos. Y digo: ¿cómo es posible que vaya a cumplir 59 años? Me tranquiliza pensar que he aprovechado el tiempo, que he hecho una cosa que me gusta y que bien o mal tengo una producción detrás. Lo único importante que uno advierte son problemas de tipo físico, que ahora aparecen, pero hay que aprender a convivir con eso. Yo no he resignado tantas cosas: bien o mal sigo yendo a jugar al fútbol con los muchachos. Es como que todo sigue.
- ¿El número redondo te pega?
-- No, nunca me pegó eso. Vamos a ver. Todavía estoy a tiempo del soponcio. La gente de la edad de mi hijo me debe ver como a un tipo al borde de la muerte...
-Recuerdo un chiste tuyo sobre el paso de los años, "el señor estaba viendo televisión..." ¿Cómo era?
-- Sí, él le decía a su mujer: "cumplimos veinte años de casados, ¿falta mucho...?" (risas). Había uno de Quino que era más cruel: estaban dos viejitos y él le decía a ella: "Amalia, ¿nosotros qué éramos? ¿Esposos, primos o hermanos? Era terrible (risas).
- Deprimente.
-- Lo que pasa es que no existen legalmente contratos a eternidad. Hasta devolvieron a Hong Kong y al Canal de Panamá (risas).
- Estuviste 30 años en pareja con la misma persona. Supongo que imaginabas que era eterno.
-- Uno no aborda las relaciones de pareja para terminarlas, pero yo no lo tomé como un compromiso eterno. Nunca fue mi caso. La lógica indica que hay cosas que empiezan y se terminan.
- Vos lo contás liviano, ¿fue fácil separarse después de tanto tiempo?
-- No, pero si estás mucho tiempo con una persona no lo podés considerar un fracaso en lo absoluto. Pero el proceso de separación es durísimo. No se lo deseo a nadie. Es muy duro, ineludiblemente tiene que ser doloroso, es una mutilación.
- ¿El fútbol también te hace sufrir?
-- No a este punto, pero yo digo: ¿cómo puedo ser tan pelotudo que no puedo manejarlo? ¿Por qué estoy tan ansioso, nervioso y sufro tanto en los partidos? Aparte del fútbol, no encuentro ninguna otra motivación que me pueda hacer, de golpe, saltar y abrazar a un desconocido. Cuando nació mi hijo no tuve esa reacción.
- ¿Seguís saltando y abrazándote por un gol de Central?
-- Sí, dejáme de joder. Hacemos un gol y nos abrazamos como locos. Es muy aglutinante con los amigos sufrir por lo mismo, alegrarse por lo mismo, armar programas en torno a...
- Es realmente aburrido escuchar a un hombre hablar de fútbol.
-- Yo lo entiendo perfectamente porque el programa es juntarse a ver los mundiales, tres partidos, uno detrás de otro, los días de eliminatorias también.
- Y en esos horarios raros, se juntan y gritan.
-- Claro (risas). De afuera debe verse como la jaula de las locas.
- ¿Qué tiene tu compañera actual que no tenga otra?
-- Es sencillo: me gusta.
- ¿Por su sentido del humor, su inteligencia, su intuición...?
-- No, por ahí no. Porque hay otras personas que tienen exactamente esas mismas cosas y no me gustan. Ella me gusta. Ese es un buen resumen.
- ¿Y qué es lo primero que te gusta de una mujer?
-- Hagamos la salvedad de que no hablo en mi nombre: hablo en nombre de la humanidad (risas). Yo considero que lo primero es físico. ¿Por qué me atrae una mujer? Porque está buena, gráficamente, visualmente...
- ¿Gráficamente? (risas)
-- Claro, porque laburo de eso ¿Viste que ahora es todo de "diseño". Comida de diseño... bueno, "la mujer de diseño" (risas). Me parece absolutamente lógico que, para mí, el primer punto de acercamiento sea gráfico.
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María Laura Santillán
Ser periodista permite conocer personas fuera de serie. Algunas viven en Rosario, pucha digo.