Al respecto, Marcela Romano apunta, bajo el sugestivo título de “¿La enunciación en persona?”, que “[a]l modelo de productor individual, discretamente implícito en la escritura, sucede otro fuertemente explícito, presente, quien, simultáneamente con el texto, exhibe la voz, el cuerpo, los gestos, la vestimenta” (Romano, 1994a: 65), al que la estudiosa denomina “sujeto espectacular”. Esa exhibición de la persona, la cual nosotros consideramos que aun excede su rol de artista y se entrelaza con el autor empírico, se verifica en el hecho de que los tres libros editados sobre Sabina son biografías o compilaciones de anécdotas (cf. Miguel, 1996; Menéndez Flores, 2001; Cardillo, 2003), aunque en ellos aún podemos rescatar referencias a su obra. Sin embargo, la exposición del artista posmoderno va mucho más allá y llega hasta los programas de televisión y de radio, los sitios de Internet, las revistas de “interés general” y la prensa del corazón, es decir, el sistema de producción y consumo del llamado mundo del espectáculo.1
En el plano estrictamente artístico, como asimismo señala Romano, cuando nos hallamos ante poesía originalmente escrita que ha sido musicalizada (el caso paradigmático es el de Joan Manuel Serrat y su interpretación de los poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández), “importa menos el poeta que el cantante que la divulga” (65) a través de “una nueva reorganización que va desde la concurrencia y la confusión autorales, hasta el reemplazo y desaparición del autor primero” (65).2 Pero también puede ocurrir lo contrario. Por ejemplo, en la versión de Serrat de “Cantares”, no hay división explícita entre los versos que han sido tomados de Machado y los que en este caso agrega el cantautor catalán, lo que, según hemos cotejado con oyentes de la canción, produce en muchos de los casos el efecto de creencia de que toda la letra le pertenece al poeta sevillano. Aun así, paradójicamente, el oyente de un disco o de un recital está escuchando (y, en el segundo caso, también viendo) a Serrat, no a Machado. Para identificar a éste, es necesaria una enciclopedia -en el sentido que le otorga al término Umberto Eco-, una competencia, en la cual es prerrequisito que el oyente sepa que en el repertorio de Serrat hay poemas musicalizados de Machado o bien conozca previamente sus textos y los identifique entre el resto de las canciones.
Joaquín Sabina se emancipa inmediatamente después de la edición de su primer disco (Inventario, 1978) de la musicalización de poesía y lo que precisamente lo caracteriza es, salvo en muy contados casos de coautoría o de interpretación de canciones de otros autores, la preeminencia de sus letras, tanto en el sentido de que éstas son dominantes absolutas en su cancionero como en el de que posee una intervención limitada en su musicalización.3 En este sentido, el poeta Luis García Montero define: “Joaquín Sabina es cantante y poeta. Por ajustar más: no un cantante metido a poeta, sino un poeta metido a cantante” (García Montero, 2001: 8). Por ello, y para comenzar a establecer sus relaciones con la serie de la literatura española, resulta especialmente interesante dar cuenta de que el único texto de esta serie que Sabina musicaliza (como hemos dicho, en su álbum debut) es un texto medieval, el “Romance de la gentil dama y el rústico pastor”.