Así lo prueba y lo canta el español en Tiramisú de limón, punta de lanza del disco Vinagre y rosas. Quedó claro que el llamado Flaco de Úbeda seguía tan flaco como siempre, tan estilísticamente sorprendente con la palabra como hace 22 años atrás cuando era El hombre del traje gris, o hace 32 cuando ponía a circular su primer Inventario.
¿Truco o juego? ¡Lo que sea! Sabina consigue sacar frutos de los terrenos áridos, de eso lares donde el ego corre el riesgo de no salir victorioso: el desamor, la melancolía y la tristeza.
Cuando la pluma es buena y se tiene por costumbre ver más allá de la propia nariz , lo “mío” se vuelve “tuyo” y lo del “otro” se vuelve “nuestro”.
Eso pasó para el Vinagre y rosas, disco que ha puesto a girar a Sabina por toditas partes y eso incluye a Costa Rica, donde, a fuerza de presión y derecho al berreo, los fans obtuvieron dos fechas en lugar de solo una: 11 y 12 de mayo, en el Palacio de los Deportes.
Para suerte de Sabina, su amigo Benjamín Prado –un feroz escritor– tenía el corazón hecho polvo y, en el afán de alivianar las penas, ambos se marcharon a Praga (República Checa). Y desde esa musa cruel, que es el dolor, se asomaron las canciones.
Gracias a que el teléfono acorta distancias, Sabina habló de todo esto con Viva, desde España.
-Voy a hacer la pregunta tonta de la semana, digo “tonta” porque es una cuestión de sentido común: el vinagre es agrio y las rosas de aroma dulce. ¿Vinagre y rosas es el desamor y el amor encontrados en una misma línea?
Exactamente. Es una lucha de contrarios, una paradoja. Me gusta mucho trabajar con palabras que, aparentemente, se oponen pero que cuando se juntan, como los dos polos contrarios de la electricidad, producen una descarga.
-Pasaron cuatro años desde que hizo el disco Alivio de luto, ¿acaso estaba aburrido, acaso ocupaba detonante?
Estaba un poco fuera del momento de escribir canciones y lo que disparó esta nueva serie de canciones fue irme a Praga con un amigo, al que acababa de dejarlo su novia (se ríe). Un amigo muy querido y un muy buen escritor...
-Benjamín Prado.
Exacto. Y en esa ciudad tan melancólica, tan hermosa, tan íntima y donde absolutamente nadie nos conocía la pasamos muy bien, hicimos una celebración de la amistad y, luego, escribimos las canciones de este disco.
-Por eso, Praga es escenario de Cristales de bohemia.
Claro, porque es en Praga donde nacieron esas canciones.
-¿Fue divertido o, más bien, fue necesario escribir a cuatro manos con Benjamín Prado?
Primero fue divertido porque él estaba mal y yo estaba demasiado bien (se ríe). A él lo había dejado su novia y a mí, mi novia no me dejaba tener novia (suelta la carcajada). Si a mí no se me ocurren canciones, tengo otras cosas que hacer, no vivo atormentado por escribir canciones. Pero en ese momento, sí tenía ya la necesidad de escribir canciones y de tener canciones nuevas para cantar. Todo eso colaboró para que las hiciéramos.
-Por la gracia con que cuenta que a Benjamín lo había dejado su novia, me atrevo a preguntar: ¿Es el dolor, entonces, una buena fuente de inspiración, una musa cruel?
Son un poco ambas cosas. El dolor es cruel, pero las canciones nacen del dolor más que de la alegría. No conozco canciones de amor optimistas; eso no existe, eso sería un insulto para la pobre gente que solo tiene desamor.
“El desamor, la melancolía, la tristeza son jardines donde florecen mejor las canciones”.
-¿Siente que es cierto lo que dicen de que en este Vinagre y rosas hay un ligero paso de lo autobiográfico a tomar vidas prestadas?
En realidad, no son vidas prestadas. Cuando uno escribe canciones de desamor araña en su propia memoria, en su propia biografía y araña también en la memoria de la gente, puesto que si la gente no puede apropiárselas como suyas, las canciones no existen. Si hablamos de canciones de autobiografía, ahí esta Viudita de Cliquot.
-Además de la (canción) Crisis, ¿cuáles podrían ser para usted libros sin punto y final?
Pues seguramente el que llevo años escribiendo y nunca me he decidido publicar y que es una especie de caleidoscopio de cajón de sastre, de revoltijo caótico donde se mezcla mi memoria, mi vida actual y un montó n de historias . Es un gran libro y digo “gran” no porque sea muy bueno, sino porque es muy gordo. Alguna vez lo publicaré, si consigo acabarlo.
-A veces pienso que una parte de Chile quiere olvidar el golpe de Estado y hoy, 36 años después del mismo, en un hermoso homenaje que hace usted a Violeta Parra en Violetas para Violeta, recuerda este hecho: “pregúntales a los milicos qué hicieron en La Moneda”.
Yo, que amo a Chile, y eso se ve en la canción, sí creo que en Chile ha habido una especie de amnesia provocada para no remover el pasado y para que la gente no tenga muy presente lo que hicieron en La Moneda. Por eso hice la canción, para recordarles a los chilenos quién fue Salvador Allende y quiénes éramos los que amábamos ese proceso.
-En Costa Rica, miles de sus seguidores armaron un revuelo a través de Facebook para un segundo concierto suyo y lo lograron. ¿Al salirse los fans con la suya, Sabina se sale también con la suya?
Yo dije que sí hiciéramos un segundo concierto cuando me enteré de eso, pero no me salgo con la mía (se ríe). No me gusta cantar dos días seguidos, me gusta acabar de cantar e ir con los amigos a tomar unas copas. Para cantar al día siguiente, tengo que irme temprano a la cama y mantenerme mudo y sobrio (se ríe), pero creo que los costarricenses se lo merecían y yo también. Siempre que he actuado en Costa Rica, he sido bastante feliz, he hecho hasta canciones allí. Qué menos que uno se cuide un poco para darles gusto a los costarricenses.
-Hace ocho años conversamos para Dímelo en la calle y le pregunté si había logrado escribir la canción más hermosa del mundo...
Y te dije que no.
-Exactamente, y que la gracia era tratar de seguir escribiéndola...
(Se ríe) Pues la respuesta sigue siendo la misma.
entrevista/nacion.com