30 octubre 2011

El azar en Baudelaire

A la vivencia del shock que tiene el transeúnte en la multitud corresponde la vivencia del obrero en la maquinaria, lo cual no permite suponer que Poe tuviese la menor idea del proceso industrial del trabajo. En cualquier caso, Baudelaire estuvo muy lejos de esa idea. Pero sí estaba obsesionado por un proceso en el que el mecanismo reflejo que la máquina desata en el obrero puede estudiarse de cerca, como en un espejo, en el desocupado. El juego de azar representa dicho proceso. La afirmación parece paradójica. Una contraposición: ¿dónde se establece con más crédito, si no es entre el trabajo y el azar?
Alain escribe de manera esclarecedora: "El concepto... de juego... implica... que ninguna partida dependa de la precedente. El juego no quiere saber nada de ninguna posición segura... No tiene en cuenta los méritos adquiridos antes y por eso se diferencia del trabajo. El juego acaba pronto el pleito con ese importante pasado en el que se apoya el trabajo". El trabajo que Alain tiene en mientes es sumamente diferenciado (y puede conservar, como el espiritual, ciertos rasgos del artesanado); no es el de la mayoría de los obreros de una fábrica y menos aún de los no especializados. Claro que al de estos últimos les falta el empaque de la aventura, el hada Morgana que atrae al jugador. Pero de lo que desde luego no carece es de la futilidad del vacío, de la incapacidad para consumarse inherentes a la actividad del obrero asalariado en una fábrica. Incluso sus gestos, provocados por el ritmo del trabajo automático, aparecen en el juego, que no se lleva a cabo sin el rápido movimiento de mano del que apuesta o toma una carta. En el juego de azar el llamado "coup" equivale a la explosión en el movimiento de la maquinaria. Cada manipulación del obrero en la máquina no tiene conexión con la anterior, porque es su repetición estricta. Cada manejo de la máquina es tan impermeable al precedente como el "coup" de una partida de azar respecto de cada uno de los anteriores; por eso la prestación del asalariado coincide a su manera con la prestación del jugador. El trabajo de ambos está igualmente vaciado de contenido.

26 octubre 2011

Causa ESMA: perpetua para los genocidas Alfredo Astiz, Jorge Acosta y Antonio Pernías/FALLO HISTÓRICO

En este proceso sólo se contaron 85 delitos de privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidios cometidos en ese centro clandestino de detención. Se trata del primer tramo de la llamada “megacausa ESMA”. La sala explotó en cantos y aplausos en la lectura del veredicto. De los 18 represores juzgados, 4 recibieron entre 18 y 25 años de cárcel y 12, perpetua.

Después de más de dos horas de retraso, se leyó este miércoles en la noche una histórica sentencia. Doce genocidas fueron condenados a prisión perpetua y otros tres a entre 18 y 25 años de prisión en el primer tramo de la “megacausa ESMA”.

Se trata del primer juicio por los crímenes cometidos en la ESMA, uno de los centros clandestinos de detención y exterminio más grandes montados durante la última dictadura militar.

Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta, Julio César Coronel, Jorge Rádice, Adolfo Donda, Antonio Pernías, Raúl Scheller, Alberto González, Ernesto Weber, Ricardo Cavallo, Néstor Savio y Antonio Montes recibieron la pena de prisión perpetua. En tanto, Juan Antonio Azic recibió 18 años de cárcel, Manuel García Tallada y Juan Carlos Fotea recibieron 25 años y Carlos Capdevila, 20 años.

Pablo García Velazco y Juan Carlos Rolón fueron absueltos, pero seguirán en prisión por estar acusados en otras causas por crímenes de lesa humanidad.
Según explicó el mismo Tribunal, hubo dificultades que se presentaron en la deliberación que superaron el tiempo previsto y por ello se demoró la lectura del veredicto, prevista para las 18 de este miércoles.

Al cabo de 22 meses de debate y el desfile de más de 250 testigos, el tribunal que integran los jueces Daniel Obligado, Ricardo Farías y Germán Castelli convocó a la audiencia en el auditorio del subsuelo de los tribunales federales de Comodoro Py 2002, ubicados en el barrio porteño de Retiro.

Allí se leyó el veredicto sobre 85 delitos de privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidios cometidos contra Azucena Villaflor, Mary Bianco y Ester de Careaga, del grupo original de las Madres de Plaza de Mayo; y de los activistas que las apoyaban, entre ellos las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, así como también el escritor y periodista Rodolfo Walsh.

La audiencia estalló en aplausos y expresiones de satisfacción en la lectura del veredicto del Tribunal Oral Federal Nº5.

FUENTE: diario UNO

25 octubre 2011

Alfonsina Storni

Enaltecida para siempre en la canción “Alfonsina y el mar”, de Félix Luna y Ariel Ramírez, Alfonsina Storni fue una asombrosa mujer que estuvo dispuesta a todo, madre soltera y feminista, decidida vocera de los derechos de la mujer y promotora de la Sociedad Argentina de Escritores.

Esta escritora argentina nació en Suiza en 1892, en la región de habla italiana. Hija de Alfonso Storni y Paulina Martignoni vivió allí hasta el año 1901.Emigró con sus padres a la Argentina cuando era una niña. Su padre, que era depresivo y alcohólico, fallece en 1906. Vivió en la ciudad de Rosario por un tiempo, estudió Magisterio en la Escuela Normal y fue profesora de arte dramático. Comienza a publicar su obra en revistas como Caras y Caretas. Aunque hizo alguna incursión en el teatro, lo más conocido de su obra son sus magníficos libros de poemas.

Sufre su primera decepción amorosa por un hombre casado mayor que ella con el cual mantuvo una relación afectiva que concluyó con ella embarazada y sola. Alfonsina, se refugia en Buenos Aires y da a luz a Alejandro el 21 de Abril de 1912. Para ese entonces ella tenía 20 años.

Comenzó su carrera literaria en el año 1916 con La inquietud del rosal, que aglomera las sugestiones intimistas y sentimentales de un post-romanticismo. Este trabajo fue publicado con mucho esfuerzo debido a sus grandes dificultades económicas. Luego en el año 1918 publicó El dulce daño.

Dentro de este libro se encuentra un poema que estaba destinado a cambiar la manera machista de ver a las mujeres durante aquellos años. Se trata del memorable Tú me quieres blanca que habla de la injusta obligación que tenían las mujeres de permanecer puras, vírgenes, mientras los hombres socialmente no estaban obligados a hacerlo. Con su obra ella logrará contribuir a desenredar el rol de mujer a en esa época.

¨ El feminismo es el ejercicio del pensamiento de la mujer, en cualquier campo de la actividad ¨ expresó la escritora. Irremediablemente, su tercer libro llegará en el año 1919 y mas tarde en 1920 se publica Languidez. Sus cuatro primeros libros se caracterizan por ser más íntimos y personales que los que les seguirán. En 1920 obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura por Languidez.

Le crean una Cátedra en el Teatro Infantil Lavardén y allí se desempeña enseñando a niños en 1920. Después del Premio Nacional de 1922, el Ministro de Instrucción Pública establece una asignatura para ella en la Escuela Nacional de Lenguas Vivas en 1923. Su popularidad crece durante esos años y con esto su comportamiento neurótico se agrava.

El 20 de marzo de 1927 se estrenó una obra de teatro de su autoría titulada El amo del mundo, que generó grandes expectativas del público y de la crítica. El día del estreno asistió el entonces presidente Alvear con su esposa, Regina Pacini. Al día siguiente la crítica se ensañó con la obra, y a los tres días tuvo que bajar de cartel. La escritora se sintió muy entristecida por su fracaso, y trató de explicarlo cargándole la culpa al director y a los actores.

Después realizó viajes a Europa, en 1930 y 1934, con su amiga Blanca de la Vega, estos viajes estaba destinado a calmar sus nervios, pero también influenciaron en su obra. Los cambios, frutos de estos viajes, se evidenciaron su expuesta vida afectiva y su lucha por el papel de la mujer en la sociedad, además de tratar el tema de la sinceridad erótica. Tras la vuelta del último viaje se le descubre un tumor en el pecho; se lo extraer con éxito, pero la terapia de rayos es tan dolorosa que no la continua.

Publicó también los libros de poesía Ocre (1925), Mundo en siete pozos (1934) y Mascarilla y trebol (1938), y un libro de poemas en prosa, Poemas de amor (1926), además, una Antología Poética (1938) que contenía poesías inéditas.

Tuvo grandes y beneficiosas amistades en el ámbito literario. En 1919, conoce a Amado Nervo, quien durante su estancia en Argentina como embajador de su país, frecuenta las mismas reuniones que Alfonsina. Fue amiga de Federico García Lorca, a quien conoce en la Peña del café Tortoni. Asimismo, simpatiza con la chilena Gabriela Mistral, junto a quien participa en un evento organizado por el Ministerio de Instrucción Pública de Uruguay. Conoce también al escritor argentino uruguayo Horacio Quiroga, quien se convertirá luego en otro de sus trágicos amores.

En el año 1936, Horacio Quiroga que padecía Cáncer como Alfonsina Storni decide suicidarse con una dosis de cianuro. Alfonsina lo despide conmocionada en una poesía suya que sirve de adelanto a su también funesto final.

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria…
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías…
Allá dirán.

En 1938, a los 46 años de edad se suicidó en la ciudad de Mar del Plata. El motivo del trágico desenlace de su vida es básicamente la impotencia ante el dolor producido por el cáncer. La mañana del 25 de octubre de 1938 dos obreros descubrieron el cadáver en la playa. Alfonsina Storni, estaba cansada y deseaba la muerte como una liberación de todas sus desdichas y sufrimientos. Escribe sus últimos versos en el poema Voy a dormir, y en una carta dirigida a su único hijo, Alejandro que para este entonces tenia 26 años.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

En cercanias del lugar donde se quito la vida la poetisa, se ha levantado un monumento a su recuerdo. Junto a la estatua estan escritos los versos de un poema que escribió en 1925: Dolor. Luego de su muerte se publicaron las Poesías completas, en 1968 y una colección de ensayos titulada Nosotras y la piel en 1998 En el año 1999 se editó una Antología Poética que contiene la obra más significativa de la escritora.

Fuente: librosgratis.org/las-poesias-de-alfonsina-storni.html

23 octubre 2011

Charly García

"No pienses que estoy loco
es sólo una manera de actuar
No pienses que estoy solo
estoy comunicado con todo lo demás..."

23 de octubre de 1951, Carlos Alberto García Moreno-Buenos Aires

20 octubre 2011

Papeles Inesperados

En la antevíspera de la Navidad de 2006, Aurora Bernárdez, viuda de Julio Cortázar, charlaba en su casa de París con el escritor y crítico Carles Álvarez Garriga. En un momento de la conversación, ella extrajo de una vieja cómoda un puñado de manuscritos y textos mecanografiados. “¿Has leído alguna vez esto?”, le preguntó. Aquellas páginas resultaron ser inéditas. Los textos encontrados, junto con otros muchos que habían visto la luz de forma muy dispersa, integran ahora el libro ‘Papeles inesperados’ que la editorial Alfaguara difundirá en España la próxima semana. Reproducimos uno de los relatos incluidos en ese volumen, así como tres historias recuperadas de cronopio
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Llegaré a Estambul a las ocho y media de la noche. El concierto de Nathan Milstein comienza a las nueve, pero no será necesario que asista a la primera parte; entraré al final del intervalo, después de darme un baño y comer un bocado en el Hilton. Para ir matando el tiempo me divierte recordar todo lo que hay detrás de este viaje, detrás de todos los viajes de los dos últimos años. No es la primera vez que pongo por escrito estos recuerdos, pero siempre tengo buen cuidado de romper los papeles al llegar a destino. Me complace releer una y otra vez mi maravillosa historia, aunque luego prefiera borrar sus huellas. Hoy el viaje me parece interminable, las revistas son aburridas, la hostess tiene cara de tonta, no se puede siquiera invitar a otro pasajero a jugar a las cartas. Escribamos, entonces, para aislarnos del rugido de las turbinas. Ahora que lo pienso, también me aburría mucho la noche en que se me ocurrió entrar al concierto de Ruggiero Ricci. Yo, que no puedo aguantar a Paganini. Pero me aburría tanto que entré y me senté en una localidad barata que sobraba por milagro, ya que la gente adora a Paganini y además hay que escuchar a Ricci cuando toca los Caprichos. Era un concierto excelente y me asombró la técnica de Ricci, su manera inconcebible de transformar el violín en una especie de pájaro de fuego, de cohete sideral, de kermesse enloquecida. Me acuerdo muy bien del momento: la gente se había quedado como paralizada con el remate esplendoroso de uno de los caprichos, y Ricci, casi sin solución de continuidad, atacaba el siguiente. Entonces yo pensé en mi tía, por una de esas absurdas distracciones que nos atacan en lo más hondo de la atención, y en ese mismo instante saltó la segunda cuerda del violín. Cosa muy desagradable, porque Ricci tuvo que saludar, salir del escenario y regresar con cara de pocos amigos, mientras en el público se perdía esa tensión que todo intérprete conjura y aprovecha. El pianista atacó su parte, y Ricci volvió a tocar el capricho. Pero a mí me había quedado una sensación confusa y obstinada a la vez, una especie de problema no resuelto, de elementos disociados que buscaban concatenarse. Distraído, incapaz de volver a entrar en la música, analicé lo sucedido hasta el momento en que había empezado a desasosegarme, y concluí que la culpa parecía ser de mi tía, de que yo hubiera pensado en mi tía en mitad de un capricho de Paganini. En ese mismo instante se cayó la tapa del piano, con un estruendo que provocó el horror de la sala y la total dislocación del concierto. Salí a la calle muy perturbado y me fui a tomar un café, pensando que no tenía suerte cuando se me ocurría divertirme un poco.

14 octubre 2011

Las fuentes de las nostalgias

Entrevista a Juan Carlos Onetti por Jorge Ruffinelli y Julio Jaimes

-¿Cuándo fueron los primeros viajes tuyos a Buenos Aires, los dos primeros intentos de radicación?
El primer intento fue en el año 1930, exactamente en el mes de marzo. El 6 de septiembre de ese mismo año vino el golpe de Uriburu aunque, claro, todo esto era una consecuencia de la caída de Wall Street del 20, ¿no?, que estaba coleteando acá. Me acuerdo que una de mis primeras sorpresas –y agradable sorpresa- cuando llegué a Buenos Aires fue ver que todavía quedaban pegados carteles de elecciones que decían: “Irigoyen, la gran esperanza argentina”, y el primer firmante era Jorge Luis Borges. Entonces me pareció muy lindo eso. Y después, bueno, llegó el 6 de septiembre, se fue Irigoyen a Martín García, y parece que el joven Borges cambió de idea y pensó que… José Evaristo Uriburu era la gran esperanza argentina.

-¿Es por entonces que empezás a escribir?
¿En ese momento?... Bueno, en realidad cuando yo empecé a escribir fue en el año 33. Digo, desde el punto de vista de la publicación, porque escribir, escribía desde siempre, para mí. Fue en el 33 cuando hubo un concurso en La Prensa, y premiaban diez cuentos con la suma entonces fabulosa de cuatrocientos pesos por cuento. Y ahí apareció mucha gente: algunos que ya estaban concluidos, otros que después desaparecieron, pero el único hombre que me acuerdo –aunque no de su nombre, tal vez tú lo sepas- es el autor de la letra del tango El zorro gris, que también mandó un cuento y ganó uno de los premios.

-¿Ese cuento se publicó?
Sí, claro, se publicaron todos, publicaron los diez premiados.

-¿Ya entonces eras un buen lector?
Sí, es un vicio de la infancia. Yo creo que en parte mi miopía responde a que yo me hacía la rabona, como se dice en Montevideo –hacerse la rata se dice en Buenos Aires- y me encerraba en el Museo Pedagógico que tenía una iluminación pésima, y me tragué todas las obras de Julio Verne. Todo. Me acuerdo que eran unos libracos de tapas rojas. Claro, mi familia creía que yo estaba en la escuela o en el liceo, no me acuerdo, en esa época. Después largué el liceo, sí, porque no pude nunca aprobar dibujo. Nunca: fracasé en todos los intentos que hice. Así por no saber dibujar no pude ser abogado, por ejemplo.

09 octubre 2011

A mis hijos/Ernesto Guevara


Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:

Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds.
Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada.
Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.
Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionano.
Hasta siempre, hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de
Papá.

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Ernesto Guevara
Rosario, Argentina, 14 de junio de 1928/La Higuera, Bolivia, 9 de octubre de 1967

06 octubre 2011

José Ortega y Gasset

La verdad, lo real, el universo, la vida - como queráis llamarlo - se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios. Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón reparte los acentos. La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración.

El espectador
(fragmento)

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

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“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

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“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”