19 agosto 2010

Un ansiado regreso al Teatro Colón

Existen en la literatura musical obras fundacionales, por cuanto han sido capaces no sólo de compendiar el desarrollo conocido dentro de su género al momento de su creación, sino también de superarlo, creando un lenguaje con nuevas perspectivas para la evolución de la música. Entre esas obras cumbre se cuentan, por sólo nombrar unos ejemplos, El clave bien temperado, de Bach; los Estudios de Chopin; las óperas de Wagner; las 32 Sonatas para piano, y las nueve Sinfonías de Beethoven. La posibilidad de asistir a una ejecución completa de estos ciclos y de sumergirse en el prodigioso mundo de los grandes compositores reviste, para todo melómano, un valor incalculable. Varias de estas epopeyas se las debe el público argentino de los últimos años al genial Daniel Barenboim, músico que como pocos cultiva el generoso hábito de ofrecer lecturas integrales que suponen una titánica muestra de esfuerzo, talento y concentración.

En este fenomenal regreso al país -en el que celebra el 60° aniversario de su debut como pianista-, Barenboim ofrecerá once conciertos que prometen inscribirse entre los mejores recuerdos del Bicentenario. Antes de su arribo a Buenos Aires, y mientras cumple con una gira sudamericana a cargo de la Orquesta del Diván, Barenboim reconoce con alegría su ansiedad por llegar a la capital porteña, donde, en pocos días más, se reeditará el fervor del público en torno a sus actuaciones y un fenómeno de convocatoria que ya es un clásico de la agenda musical de la ciudad. En diálogo con LA NACION, el pianista y director ofrece a los lectores las claves para descifrar una de las más monumentales obras de arte de la humanidad: el ciclo integral de las nueve sinfonías de Beethoven.

-¿Cuál es la importancia de escuchar el ciclo integral de las sinfonías, apreciándolo como una obra maestra de dimensiones descomunales?

-En la medida de lo posible, y a razón de que el ciclo es muy importante en sí mismo, la manera ideal de escucharlo es seguirlo completo. En esa significación radica la idea de hacer las sinfonías en su orden cronológico. También podrían ejecutarse mezcladas, pero el sentido de hacerlas en ese orden es mantener el carácter de ciclo y apreciar el desarrollo de la evolución beethoveniana.

-¿Qué es lo más personal de la evolución de Beethoven en el formato sinfónico?

-Un rasgo es que para casi cada una de sus sinfonías Beethoven buscó un lenguaje propio. Esto se verá claramente, por ejemplo, en el concierto de la Quinta y la Sexta sinfonías. La idea que nos queda es que han sido compuestas en dos períodos diferentes. Muy pocos compositores han buscado un idioma, un dialecto musical para cada sinfonía.

-¿Cómo podría describirnos, desde lo más sobresaliente de esos dialectos, la evolución del género en Beethoven?

-Las sinfonías dramáticas son, en un cierto grado, la Segunda, pero mucho más la He roica (Tercera), la Séptima y la Novena. En cuanto a las sinfonías pares: la Segundaes una obra de transición entre el Haydn tardío y Beethoven. La Cuarta tiene una peculiaridad, que es el hecho de que empieza a romper reglas. En el desarrollo de la Cuartani siquiera se tiene una clara idea de en qué tonalidad está. Es una búsqueda que va del caos al orden. La Quinta (la Sinfonía del Destino ) es la más dramática. La Pastoral (Sexta) ya es otro mundo. Es el mundo panteístico, no en un sentido descriptivo de la naturaleza, aunque hay en el segundo movimiento una descripción del movimiento de un lago, sino más bien de las emociones que se despiertan en el ser humano frente a la naturaleza. Es una obra panteística en el sentido de la naturaleza como sentimiento religioso. Aunque se oigan los pajaritos y se vea el lago y otros tantos elementos descriptivos, es una obra viva. La Séptima es, como la denominó Wagner, una "apoteosis a la danza" [en referencia a la fuerza rítmica]. Es una obra muy dramática, vivaz y que realmente baila. La Octavaes una mezcla extraordinaria, cuyo primer movimiento parece una continuación del primer movimiento de la He roica. Tiene dos movimientos internos que parecen schubertianos. Y un final en el estilo tardío de Beethoven, donde se rompen todas las reglas, donde parece no buscarse la cohesión y hay un decidido acento en la ruptura. Y la Novena, que es tan enorme? No le alcanzó a Beethoven después de esos tres movimientos que son de lo más sublime, que necesitó agregar además el coro, los solistas y la palabra. La obra integral del ciclo completo es un monumento a la sinfonía.

-¿Cuál es el impacto que provocan esa transformación hasta la Novena y, con ella, la culminación del genio beethoveniano?

-Quien escucha el ciclo completo en su orden cronológico está frente al desarrollo más íntimo de los estilos beethovenianos. Llega a la Novena cuando parece no haber ninguna otra posibilidad. Es la idea de captar un organismo entero.
Pura tradición verdiana

-¿Qué valor simbólico tiene dirigir la postergada Aida del Centenario en un Colón recuperado y a cargo de músicos de La Scala de Milán?

-La Scala tiene una relación muy directa con Verdi y una tradición con la música de este compositor que pasa de generación en generación. No hay ningún otro teatro en el mundo, ningún otro grupo de instrumentistas ni cantantes, que tenga una relación tan íntima con las creaciones verdianas. El hecho de venir con ellos a Buenos Aires para dirigir Ai da y el Requiem es algo que me alegra profundamente. Ai da es una de las más típicas obras de Verdi, con sus grandes coros y arias. Al mismo tiempo, es importante el hecho de que fue un período en que Verdi atendió meticulosamente lo referido a la música egipcia. En su caso, ese elemento no es algo ornamental que el compositor utilizó para darle color a la música, sino un componente que forma parte fundamental de la obra.

-¿Qué es lo que más lo entusiasma de volver al país?

-¡Usted se puede imaginar muy bien lo que significa este viaje para mí!, puesto que para venir a la Argentina no puedo estar en el Festival de Salzburgo. Deseaba estar en Buenos Aires para celebrar los sesenta años de mi primer concierto, tanto como hace diez años, cuando celebré el cincuentenario de mi debut y dejé de ir a Bayreuth?. Volver a la Argentina es siempre algo importante para mí.
RUEDA DE PRENSA

Como no podía ser de otro modo, el primer encuentro grupal de Barenboim con la prensa generó muchísima expectativa, hecho que se evidenció en una sala de conferencias completamente colmada. El director respondió a casi todas las preguntas de modo cordial, pero también muy firme.

* Memoria emotiva. "A mí me sucede algo especial cada vez que vuelvo a Buenos Aires, me vienen recuerdos muy emotivos sobre mis padres, el colegio, mis maestras."

* Disfrute especial. "Dirigir en el Teatro Colón me da un placer muy sugerente, acaso por su magia, su historia, su belleza."

* Buscar la paz. "Hoy el hombre parece tener falta de pensamientos equilibrados, como por ejemplo en el hecho de que hable de la paz y no haya cambios drásticos para buscarla."

Un maestro al alcance de todos

* El sábado, a las 15, Barenboim ofrecerá un concierto con entrada libre y gratuita con su Orquesta West-Eastern Divan en el Obelisco, oportunidad en la que interpretarán la Obertura Leonore III y la Quinta sinfonía de Beethoven. El escenario estará ubicado en la Plaza de la República mirando hacia el Sur y al frente se colocarán cinco mil sillas; habrá también dos pantallas de grandes dimensiones para una mejor visualización del espectáculo. En 1999, Daniel Barenboim y el intelectual palestino Edward Said, fallecido en 2003, establecieron un taller para jóvenes músicos de Israel, Palestina y otros países árabes de Medio Oriente con el objetivo de promover la convivencia y el diálogo. La orquesta recibió su nombre de una colección de poemas de Goethe.

LOS ONCE CONCIERTOS

* Hoy, a las 20.30. West Eastern Divan Orchestra. Beethoven: Sinfonías 1 y 2 (Teatro Colón/Mozarteum Argentino).

* Mañana, a las 20.30. West Eastern Divan Orchestra. Beethoven: Sinfonías 3 y 4 (Teatro Colón/Mozarteum Argentino).

* Pasado mañana, a las 20.30. Concierto extraordinario. West Eastern Divan Orchestra con Elena Bashkirova (piano), como solista. Obras de cámara Beethoven y Schumann (Teatro Colón/Mozarteum Argentino).

* Sábado, a las 15. Concierto al aire libre en el Obelisco. Obertura Leonore III y la 5» Sinfonía de Beethoven. Gratis.

* Sábado, a las 20.30. West Eastern Divan Orchestra. Beethoven: Sinfonías 5 y 6 (Teatro Colón/Mozarteum Argentino).

* Domingo, a las 17. Con la West Eastern Divan Orchestra. Beethoven: Sinfonías 7 y 8 (Teatro Colón/Mozarteum Argentino).

* Martes 24, a las 13. Miembros de la West Eastern Divan Orchestra. Obras de Boulez, Schönberg y Berg (teatro Gran Rex/Mozarteum Mediodía). Entrada gratuita.

* Miércoles 25, a las 20.30. Con la West Eastern Divan Orchestra. Beethoven: Sinfonía 9 (Teatro Colón/Abono Bicentenario).

* Domingo 29, a las 17. Coro y Orquesta del Teatro Alla Scala de Milán. Aida, de Verdi, en versión de concierto. (Teatro Colón/Función extraordinaria).

* Lunes 30, a las 20.30. Coro y Orquesta del Teatro Alla Scala de Milán. Misa de Requiem, de Verdi (Teatro Colón/Abono Bicentenario).

* Martes 31, a las 20.30. Coro y Orquesta del Teatro Alla Scala de Milán. Aida, de Verdi, en versión de concierto (Teatro Colón/Función extraordinaria).

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”