26 noviembre 2011

Roberto "el Negro" Fontanarrosa

Roberto El Negro Fontanarrosa
(Rosario, 26 de noviembre de 1944 – Ibídem, 19 de julio de 2007)



ENTREVISTA DE MARIA LAURA SANTILLAN.
(Para Clarín - Suplementos - 27 de enero de 2004.

Roberto Fontanarrosa: "nunca tomé a la pareja como un compromiso eterno".

Se separó después de 30 años. Dice que fue una experiencia dolorosa, aunque no lo considera un fracaso. Ahora está de nuevo en pareja.

Todo me hace pensar que cuando me siente a charlar con Fontanarrosa voy a querer hacerme amiga. La cita, obviamente, es en un café.

-A un hombre polifacético como vos, ¿cómo le gusta que lo presenten?
-- Es difícil. En la tarjeta de embarque yo naturalmente pongo dibujante. Si fuera necesario definir la cosa un poco más, creo que pondría narrador. Me gusta contar cosas: a algunas las cuento a través del dibujo, a otras a través del texto. Pero me parecería totalmente lógico poner periodista: trabajé toda mi vida en los medios (N. de R.: publica en Clarín desde el 73).

-Podés poner muchas cosas y no mentís. Publicitario, por ejemplo...
-- (Interrumpe) Padre, padre de familia. Lo que a mí más me ha modificado, me ha cambiado, es la cuestión de la paternidad. Recién cuando tenés hijos modificás la escala de valores. Por ahí suena demasiado pretencioso, pero la obra propia —a medias— que uno puede aportar a una sociedad es un hijo o una hija, una buena persona, más que los libros y todas esas pelotudeces que hacemos. Por la complejidad de la obra, del producto, ¿no? Una buena persona.

-No lo había pensado. Me corre frío por la espalda al pensar que le voy a aportar a la sociedad a una de mis hijas. No se las quiero aportar.
-- (Risas) No, claro. Egoístamente yo hubiera querido que mi hijo se hubiera quedado viviendo en el patio de mi casa, pero está viviendo en Buenos Aires y yo vivo en Rosario. "Aportar a la sociedad", es excesivo, pero dejar a un buen tipo, me parece más importante que dejar un buen libro.

-Franco, tu hijo, es un tipo muy buen mozo.
-- ¿Qué te asombra? ¿De dónde viene tu asombro? (Risas). Mi viejo era un tipo realmente pintón, al estilo de aquella época.

-No lo decía para compararlo con vos, lo decía por lo del aporte.
--Sí, he dejado algo estéticamente válido (risas).

-Qué difícil esto de que viva en Buenos Aires, ¿no?
-- Es hijo único, yo fui padre cuando ya era grande. Ya tenía treinta largos. Igual siempre viví con inquietud porque él decía que se quería ir a los Estados Unidos. El hecho de que haya venido a Buenos Aires, es mejor. Está cerca, muy cerca, comparado con Estados Unidos...

-¿Alguna vez consideraste seriamente el hecho de mudarte de Rosario?
-- Yo creo que en algún momento de la dictadura todos los argentinos consideramos mudarnos por temor. Como yo soy muy aquerenciado, creo que me daba más miedo irme que quedarme. Nunca lo pensé seriamente, porque además hay otra cosa: el humorista no puede trabajar en cualquier lado. ¿Cuánto tiempo me llevaría detectar los temas comunes en España, por ejemplo? No es tan fácil, si uno quiere hacer un humor ligado a la gente que lo rodea. Yo no soy de fácil desarraigo. Nunca me fui de Rosario, en definitiva.

-Si es que se pueden resumir en una respuesta, ¿qué variables existen para que tires un chiste a la basura?
-- Es difícil que aborde un chiste sobre el cual tengo dudas. Es decir, que lo haga y después lo tire: lo desecho antes de pasarlo a tinta. El verdadero desafío es sobre qué hablo y cómo lo digo. No tengo expectativas plásticas muy grandes, no soy un gran dibujante, comparado con algunos colegas y amigos muy virtuosos. Uno trabaja todos los días, pero hay dos o tres en los que tenés una mayor facilidad personal, estás mejor predispuesto, la noticia ayuda, confluencia de astros, de eso que no creíamos: Sagitario con Escorpio, el Año del Mono, el calendario maya... (risas).

-¿Cuánto tiempo libre necesitás para equilibrar las horas que le dedicás al trabajo?
-- Defiendo a muerte el ocio no creativo, dejáme de romper las bolas con el ocio creativo. Yo defiendo mucho el tiempo al pedo, tanto como el del laburo. Aún intento jugar al fútbol, soy una cosa patética, pero el hecho de hacer un juego, lo que sea, hace que ese tiempo no estés pensando en el trabajo. Yo necesito algo que me limpie la cabeza. Habitualmente trabajo siete horas y media, termino a eso de las seis. Ahí caigo en el bar y estoy una hora y media boludeando con los amigos.

-¿Hasta que te aburrís?
-- Hasta que me da hambre y me voy a cenar.

-Si hay tiempo libre: ¿fútbol o libros?
-- Si hay que elegir: fútbol. Segundo lugar, lectura. Puede ser el diario.

-En tercer lugar, ¿televisión?
-- No. Por ahí, entre medio, están los amigos, la pareja.

¿Cómo es el camino hacia los 60?
-- Uno se ha quedado pegado con palabras como sexagenario, que suena espantoso. En mí hay, como en toda la gente de cierta edad, una sensación de extrañeza. Hay recuerdos de infancia como muy, muy cercanos. Y digo: ¿cómo es posible que vaya a cumplir 59 años? Me tranquiliza pensar que he aprovechado el tiempo, que he hecho una cosa que me gusta y que bien o mal tengo una producción detrás. Lo único importante que uno advierte son problemas de tipo físico, que ahora aparecen, pero hay que aprender a convivir con eso. Yo no he resignado tantas cosas: bien o mal sigo yendo a jugar al fútbol con los muchachos. Es como que todo sigue.

- ¿El número redondo te pega?
-- No, nunca me pegó eso. Vamos a ver. Todavía estoy a tiempo del soponcio. La gente de la edad de mi hijo me debe ver como a un tipo al borde de la muerte...

-Recuerdo un chiste tuyo sobre el paso de los años, "el señor estaba viendo televisión..." ¿Cómo era?
-- Sí, él le decía a su mujer: "cumplimos veinte años de casados, ¿falta mucho...?" (risas). Había uno de Quino que era más cruel: estaban dos viejitos y él le decía a ella: "Amalia, ¿nosotros qué éramos? ¿Esposos, primos o hermanos? Era terrible (risas).

- Deprimente.
-- Lo que pasa es que no existen legalmente contratos a eternidad. Hasta devolvieron a Hong Kong y al Canal de Panamá (risas).

- Estuviste 30 años en pareja con la misma persona. Supongo que imaginabas que era eterno.
-- Uno no aborda las relaciones de pareja para terminarlas, pero yo no lo tomé como un compromiso eterno. Nunca fue mi caso. La lógica indica que hay cosas que empiezan y se terminan.

- Vos lo contás liviano, ¿fue fácil separarse después de tanto tiempo?
-- No, pero si estás mucho tiempo con una persona no lo podés considerar un fracaso en lo absoluto. Pero el proceso de separación es durísimo. No se lo deseo a nadie. Es muy duro, ineludiblemente tiene que ser doloroso, es una mutilación.

- ¿El fútbol también te hace sufrir?
-- No a este punto, pero yo digo: ¿cómo puedo ser tan pelotudo que no puedo manejarlo? ¿Por qué estoy tan ansioso, nervioso y sufro tanto en los partidos? Aparte del fútbol, no encuentro ninguna otra motivación que me pueda hacer, de golpe, saltar y abrazar a un desconocido. Cuando nació mi hijo no tuve esa reacción.

- ¿Seguís saltando y abrazándote por un gol de Central?
-- Sí, dejáme de joder. Hacemos un gol y nos abrazamos como locos. Es muy aglutinante con los amigos sufrir por lo mismo, alegrarse por lo mismo, armar programas en torno a...

- Es realmente aburrido escuchar a un hombre hablar de fútbol.
-- Yo lo entiendo perfectamente porque el programa es juntarse a ver los mundiales, tres partidos, uno detrás de otro, los días de eliminatorias también.

- Y en esos horarios raros, se juntan y gritan.
-- Claro (risas). De afuera debe verse como la jaula de las locas.

- ¿Qué tiene tu compañera actual que no tenga otra?
-- Es sencillo: me gusta.

- ¿Por su sentido del humor, su inteligencia, su intuición...?
-- No, por ahí no. Porque hay otras personas que tienen exactamente esas mismas cosas y no me gustan. Ella me gusta. Ese es un buen resumen.

- ¿Y qué es lo primero que te gusta de una mujer?
-- Hagamos la salvedad de que no hablo en mi nombre: hablo en nombre de la humanidad (risas). Yo considero que lo primero es físico. ¿Por qué me atrae una mujer? Porque está buena, gráficamente, visualmente...

- ¿Gráficamente? (risas)
-- Claro, porque laburo de eso ¿Viste que ahora es todo de "diseño". Comida de diseño... bueno, "la mujer de diseño" (risas). Me parece absolutamente lógico que, para mí, el primer punto de acercamiento sea gráfico.
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María Laura Santillán
Ser periodista permite conocer personas fuera de serie. Algunas viven en Rosario, pucha digo.

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Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”