10 agosto 2010

Borges, el eterno

Diez años. Como si tratara de uno más de los mágicos laberintos por él trazados, este es el tiempo que la entrevista ha permanecido sin publicar. He decidido respetar su texto tal como un día lo escribí, y evitar correcciones que, seguramente, distorsionarían el sentimiento que me causó entonces.
Aún hoy, al releer sus palabras, escucho su voz gastada y descreo que ya no esté.
Como él a Buenos Aires, lo juzgo tan eterno, como el viento, como el aire.Sábado al mediodía. En un amplio living en penumbras, acomodado en un amplio sillón, la mirada perdida en un cielorraso invisible, se encuentra Jorge Luis Borges.

Desde hace un tiempo a esta parte, rehuye a las entrevistas. Fanny, su ama de llaves, responde por teléfono que no hay reportajes para nadie. En este caso, la perseverancia finalmente da sus frutos. La excepción obedece a que el propio escritor atendió el llamado telefónico y un bueno, venga para acá, hará posible que una hora después iniciemos este diálogo.

Entre ambos existe una relación surgida a raíz de una entrevista tres años atrás, a la que siguieron otros encuentros en los que, a pedido suyo, le he servido de algo así como una especie de libro oral a través de la lectura en voz alta, de fragmentos de obras diversas.

Una relación que dista de ser amistad, pero que él rápidamente ha puesto por encima del simple vínculo personaje-periodista, quizás gracias a las muchas caminatas compartidas por la Plaza San Martín, paseos en los que hemos abordado temas muy variados, desde Aristóteles y Platón hasta el lugar de nacimiento del segundo fundador de Buenos Aires, Juan de Garay (¿vizcaíno o burgalés?).

Debo confesar que además de admirarlo como escritor, no he podido evitar quedar fascinado con su habilidad para involucrarme en el laberinto de sus charlas. He llegado a pensar que cuando se le da la posibilidad oral, escribe en el aire y se divierte. Habla y la respiración de su palabra tiene el ritmo de la escritura. Sin duda, Borges es siempre Borges...

- Borges, ¿cómo escapar de lo obvio?
-Yo no sé si lo obvio es siempre un error..., lo obvio es algo cierto, el perogrullo es algo cierto.
- De acuerdo. Vayamos a lo obvio, de momento. ¿Qué espera de Borges?
- No sé. Mi destino sigue siendo un misterio. Estoy ciego, la mayoría de mis contemporáneos han muerto; soy un hombre tímido y desde el año 55 ya no puedo leer, tengo que recitar cosas que se me ocurren... ¡Yo no sé cómo no aprendí el sistema braille! Eso habría cambiado toda mi vida. Si yo pudiera lee, pudiera escribir..., pero ahora es demasiado tarde, ni siquiera tengo la sensibilidad suficiente en los dedos. ¡Si, hubiera cambiado toda mi vida...!
- Hoy es siempre todavía, al decir de Machado.
- Tal vez... Yo he pensado que cuando era chico, un día duraba una semana y ahora una semana dura un día. A medida que uno envejece pasa con más rapidez el tiempo.
- Toda su vida ha sido un rebelde, ¿por qué?
- Bueno, cuando era joven, sí. Me gustaba estar en desacuerdo. Ahora, no. Trato de estas de acuerdo. Chesterton dijo que se había pasado la vida comprobando que los otros tenían razón. A mí me ha pasado lo mismo.
- ¿Y de qué se arrepiente?
- Bueno, de muchas cosas...O no, para qué...Pero me hubiera gustado hacer otras cosas...
- ¿Como haberse enamorado de muchas mujeres...?
- No, no. Sólo de aquellas con quienes he soñado.
- ¿Un artista es siempre pasional?
- Con su obra, sí. Con todo lo demás, no siempre.
- ¿Qué representa para usted la Literatura?
- Tantas cosas... Cuando estoy solo, continuamente estoy tramando poemas, cuentos, fábulas, porque tengo que poblar mi soledad. Y a mi edad es fácil estar solo. Por ejemplo, yo nunca busco temas, dejo que los temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y escribo. Hay que dejar a los temas que elijan, pues cada tema sabe si quiere ser escrito en verso libre, en una forma clásica o en prosa. No pienso en la comunicación, yo escribo corrijo los borradores mentalmente, desde que no tengo vista, y finalmente los publico.
- ¿Qué haría si pudiera volver a ver?
- Bueno, yo volvería a leer algunos de los pocos libros que hay aquí; quizás saldría a la calle a reencontrarme con algún recuerdo de Buenos Aires. Miraría al espejo para ver que cara tengo. Aunque no, pienso que es una suerte para mí imaginarme con la cara que tuve a los 55 años.
- En su obra la cuestión acerca de la inmortalidad es una constante. ¿Por qué?
- Porque yo creo que la inmortalidad personal no es menos creíble que la muerte: «las dos cosas son increíbles! El hecho de que alguien perdure más allá de la terminación de su cuerpo parece rara, pero también lo es el hecho de que alguien desaparezca finalmente
- Aquello de que el hombre es la unión entre cuerpo y alma...
- Si, claro... Salvo que podamos imaginarnos sin cuerpo pero no sin alma: si yo pienso que lo soy, lo hago en mi conciencia pues yo en mi cuerpo no podrían pensarme sin cuerpo.
Cuando uno recita un poema, uno ya no es su cuerpo, siempre es su conciencia. Hay unos versos muy lindos de Machado, que dice así: ¿Y ha de morir contigo el mundo mago/ donde guarda el recuerdo?/... Los yunques y crisoles de tu alma/ trabajan para el polvo y para el viento. Es decir, cuando una persona muere, mueren muchísimas cosas por lo que parece raro que todo eso cese de golpe. Pero a su vez también la idea de que uno dure indefinidamente es rara. Ambas, me parece, son igualmente increíbles. A mí no me importaría durar más allá, pero a condición de no olvidar esta vida. Por eso, me pregunto si la identidad personal consiste precisamente en la posesión de ciertos recuerdos que nunca se olvidan.
- ¿Por ejemplo...?
- Los paseos por Ginebra...
- ¿Cuál es su mejor poesía?
- La que suelo preferir es El Golem, aunque también me gusta Límites
- ¿Y de sus cuentos?
- Uno que se llama Urrica. Bueno, en realidad es una pieza de teatro.
- ¿Quién ha sido el máximo escritor argentino?
- Almafuerte y también Sarmiento. Almafuerte nació en San Justo y me dicen que este pueblo ha cambiado mucho, que ahora es una zona industrial. Cuando yo lo conocí no era así, era un pueblo que parecía estar perdido en la llanura, tenía casas bajas, salas de ladrillo, calles de barro... ¡Qué lucha la de Almafuerte! Como no tenía título habilitante, cuando se daban cuenta que pese a ello daba clases, le cerraban la escuela y entonces tenía que mudarse a otro pueblo y abrir una nueva. Lo primero que hacía era abrir la sala de la casa pues cualquier chico pobre podía mudarse allí.
- ¿Le hubiera gustado tener hijos?
- Hace mucho tiempo que dejé de preguntármelo... Pero volviendo a Almafuerte, recuerdo que en una oportunidad había abierto una escuela al lado de un prostíbulo. Antes, cuando una persona llegaba a un barrio, los vecinos le mandaban golosinas. Luego, uno le devolvía otras golosinas y, ¡bueno!, se hacía amigo de la gente. Entonces, las prostitutas le regalaron una fuente de empanadas. A los dos días se presenta Almafuerte y dice: Les agradezco las empanadas, señoras putas. Eso no era para ofenderlas, claro está, sino por ser el oficio de ellas.
-Es indudable que era directo en su lenguaje, algo, me parece, no común en los poetas. ¿Qué es lo más importante en la poesía?
- Yo creo que en el verso, la cadencia y la imagen son más importantes que el sentido. Hasta puede no tener sentido y sin embargo, ser bueno. No creo que la idea sea el verso, pues uno puede concebir Y muera como un tigre el sol eterno, pero no creo que sea una idea comparar la agonía del tigre con la claridad del sol.
La función literal no hace al verso, por eso es imposible traducir un poema. Por ejemplo, un título lindísimo de Lugones es Los crepúsculos del jardín. Ahora, si Lugones hubiera puesto Las penumbras de la quinta o Las tardes de la granja, la idea hubiera sido la misma, pero no la imagen poética.
- La larga noche de la dictadura llega a su fin ¿De qué manera nos habrá marcado la falta de libertad?
- Bueno, yo no sé. En la Argentina casi todo es censurado... En los Estados Unidos, en cambio, no hay censura, tanto que usted paga la suma de una taquilla y puede ver en el escenario un coito. Claro que son hermosas muchachas y lindos muchachos, pero ¡es un espectáculo público! En España, con quien tenemos mayor similitud, ahora ocurre otro tanto aunque todo lo referido al sexo se hace y se dice de forma agresiva.
- Quizás se deba a un cambio muy abrupto...
- Sí, posiblemente sea así como usted dice, luego de la muerte del dictador Franco. Actualmente usted tiene en el diario ABC, una página entera dedicada a avisos de prostíbulos. Por ejemplo, hay uno que recuerdo: Enano cariñoso busca señor alto y moreno. Discreción, confianza, afecto. Diríjase a tal teléfono y pregunte por Paquito ¿Qué le parece? Entonces, hay hombres que se ofrecen a hombres, hombres que se ofrecen a mujeres; mujeres que se ofrecen a hombres, y mujeres que se ofrecen a mujeres. Lo único que tenemos que hacer es llamar a uno de los muchos teléfonos y preguntar por Lola, Clide o cualquier otra. Y ahora, en nuestro país, pasará algo de eso.
- ¿Cree que los argentinos hemos cambiado?
- Sí, por supuesto. Fíjese, por el año 1910, le estoy hablando de poca cosa, había una esperanza en la gente. Cuando Darío escribió su Oda argentina y Lugones su Odas seculares, todo ello correspondía a una gran esperanza. En cambio, actualmente están muy descorazonados todos. A pesar de todo, pienso que ahora tenemos derecho a la esperanza, mejor dicho, tenemos el deber de la esperanza. Basta con recordar los últimos años: hambre, persecución, torturas y desaparecidos, falta de trabajo, endeudamiento del Estado, opresión y hasta una guerra: ¡Esto es lo que han hecho los militares! Claro, si alguien se ha pasado la vida en los cuarteles, no hay ninguna razón para que sepa gobernar.
- Res publica y res militia.
- Justamente. Qué triste pensar que la única fuerza del gobierno, es la silenciosa desesperación de la gente. ¡Es una calamidad! ¡Ineptos! Quizás yo sea el único argentino que, en caso de que me nombraran dictador, estoy seguro que renuncio inmediatamente y vuelvo a mi casa a soñar en voz alta. Pero aquí parece que hemos perdido el sentido de lo ético y lo único que realmente interesa es especular con el dinero. Una vez me invitaron un grupo de libreros de la ciudad de Rosario a dictar una conferencia, entonces fui a dar una larga charla sobre el libro. Después comimos juntos y uno de estos señores me dijo: ¡Qué lástima que eligiera ese tema, Borges!. Pero, cómo, ¿No son libreros ustedes?, pregunté, a lo que respondió: Bueno, sí, somos libreros, pero lo que realmente nos interesa es la venta de cuadernos y lápices. Eso genera desesperanza y frustración en una sociedad.
-¿Anarquista o liberal?
- Anarquista, pues yo creo que lo mejor sería un país que no precisara de un gobierno. Quizás con el tiempo lleguemos a eso, por el momento, no. Por el momento, el gobierno es un mal necesario, pero lamentablemente en todas partes el Estado cada vez se torna más molesto. Cuando fuimos a Europa en el año 1914, viajamos sin pasaporte y uno pasaba de un país a otro como de una estación a otra. Claro, después de la Primera Guerra Mundial comenzó a desconfiarse... ¡Pero, ahora ! ¡Usted no puede salir a la calle sin la cédula o el pasaporte porque el Estado se mete en todo y hasta lo lleva detenido! ¡Es una barbaridad!.
- ¿A quién admira?
- Quizás admire a Aristóteles. A Platón, tal vez. Hay personas que admiran a los políticos. Yo, no; hay gente que admira a Napoleón, yo no. Si uno admira a Napoleón, también puede admirar a Hitler, y eso sería terrible.
- Nada más inhumano que la guerra de los conquistadores, ¿verdad?
- Así es. Alberdi dijo que la guerra es un crimen, y ahora creo que tenía razón: ¡Todas las guerras son un crimen! Pienso que si un gobierno decide una guerra, no le faltarán razones para justificarla, además, todos aquellos que se oponen son considerados traidores. Claro. Hay un supuesto axioma de derecho internacional que dice my country right or wrong, es decir, que tenga o no razón, es mi país. Pero, admitido esto, ¡ambos bandos tendrían razón en cualquier guerra!.
¡Julio César! Usted tiene un nombre de emperador, ¿se imagina haber sido Julio César?
- No, no. Sólo en brazos de Cleopatra...
- Yo en los de Beatriz, pero quién soy para codearme con el Dante. O con Virgilio. Antes se soñaba más, ahora, con tanta televisión... Lo que sucede es que cuando ocurre algo se lo anuncia inmediatamente y no se da tiempo a que se cree una leyenda al respecto. Yo, por ejemplo, alcancé a ver por televisión la llegada del hombre a la Luna. Esa inmediatez ayudó a que se formara parte de la noticia del día y se olvidara después con tantos nuevos Apolo. En cambio, hubiese sido distinto si se anunciara que el hombre había llegado a la Luna y después cada uno soñara cómo había ocurrido. Sin embargo, nos acosan con tantas noticias...
- La diferencia entre información y conocimiento...
- Exacto. Hay un verso de Eliot, que dice: Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento./ Dónde el conocimiento que hemos perdido en conocer.
- Para concluir: ¿qué opinarán de Jorge Luis Borges dentro de cien años?
- ¡Espero que lo hayan olvidado!
- ¿Por qué?
- ¡Pero, claro! ¡Borges no es Cervantes!
- ¡Y usted es Borges!
- Bueno, desgraciadamente tengo ochenta y tantos años. ¿Qué otra cosa puedo hacer que no sea escribir y soñar...?

Punto final. El reportaje ha concluido con este interrogante del propio Borges. Ya en la calle se suceden en mí, ideas, impresiones, asombros... Penetrar el universo borgiano (un mundo pleno de refracciones, sueños, coincidencias, laberintos, cábalas y tigres) supone una experiencia inigualable que cuesta abandonar.
Pero lo que me ha llenado de angustia es no poder dejar de recordar aquel verso último de su poesía Límites, que con voz quebrada recitó al tiempo que me estrechaba la mano: Creo en el alba oír un atareado / rumor de multitudes que se alejan; / son los que me han querido y olvidado; / espacio y tiempo y Borges ya me dejan

08 agosto 2010

07 agosto 2010

Don Jorge Cepernic/por Osvaldo Bayer

Desde Bonn, Alemania

Se nos murió don Jorge. Ya han pasado dos semanas. Quise dejar pasar todos estos días antes de escribir esto. Leer todo lo que en estos días se escribió sobre él. Y entonces, sí, dedicarle estas páginas a quien lo mereció. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz en aquellos años cruciales donde se iba a definir el futuro de los que buscábamos otra Argentina. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz elegido por su pueblo. Pero gobernador por pocos meses. Una historia argentina.

Fue en el año 1970 que lo conocí.Viajé a Santa Cruz para iniciar la investigación de las huelgas rurales de los años 1920-22.

Los fusilamientos de los peones de campo por parte del Ejército argentino durante la presidencia de Yrigoyen eran un tema del cual no se hablaba.“De eso no se habla”, era la respuesta casi obligada ante la pregunta: “¿Qué pasó en estas tierras en aquellos años?”. A don Jorge me lo presentó el doctor Paradelo, hijo de quien había sido gobernador santacruceño en el año ’58. Me dijo: “Don Jorge Cepernic, santacruceño hasta la médula de los huesos, hombre del campo y la ciudad, él te va a relatar toda la verdad”.

Y fue así. Me recibió como a alguien que hubiera esperado muchos años. Se maravilló de que a uno de Buenos Aires le interesara revisar la historia patagónica. Y se puso a mi disposición. “Le voy a presentar a todos los que viven todavía de esa época”, me dijo. Y, con tiempo, me preparó un programa de viajes por el interior de la provincia. El mismo me iba a llevar en su autito Fiat 600. Y lo hizo. Anduvimos kilómetros y kilómetros en ese ratoncito con motor, saltando por esos caminos llovidos de piedras. Pero don Jorge no se inmutaba. Nos deteníamos ante las estancias y me contaba la historia de sus propietarios y cuáles habían sido sus comportamientos durante las huelgas rurales. Entrábamos y me presentaba desde el patrón hasta el último peón. Siempre había alguien que daba datos sobre sobrevivientes de aquellos hechos y dónde vivían.

Mientras viajábamos me relataba que él tenía seis años cuando se iniciaron las huelgas y que su padre –croata que llegó a los 18 años a la Patagonia– tenía un negocio de verduras y frutas, y que siempre ayudó a los perseguidos por la represión del Ejército. Y que él vio cuando trajeron –durante la primera huelga– a los caídos en El Cerrito, en un enfrentamiento con la policía, y los velaron en el local de la Sociedad Obrera. También así conoció a Antonio Soto, el líder del movimiento.

En ese viaje me di cuenta de la amplitud de ese hombre. Cómo comprendía el porqué de las huelgas y que lo que exigían era muy poco. Además, para él, siempre fue inexplicable la orden dada por el presidente Yrigoyen al teniente coronel Varela, con la pena de muerte por “subversión” a quien se resistiera a la orden de volver al trabajo.

“Yo conocí a esas peonadas, gente silenciosa y de trabajo. Aguantadora pero con fuerza para decir basta cuándo la explotación llegaba a no respetar la dignidad humana”, me decía don Jorge mientras guiaba su autito en esas distancias interminables.

A don Jorge lo saludaba todo el mundo. Un hombre de trabajo con su “campito”, como él llamaba a su estanzuela cerca del El Calafate, y su casa sencillamente patagónica de Río Gallegos.

Ese hombre, años después de nuestro encuentro, fue elegido gobernador de Santa Cruz en las elecciones de 1973 –aquellos comicios nacionales en que se consagró presidente a Cámpora– con amplia mayoría. Es que todo el mundo lo conocía a don Jorge: honrado, humilde, hombre de la tierra que siempre había vivido en su provincia, que salió a la protesta cuando vio injusticia en su sociedad y que hablaba de su paisaje, del que me dijo varias veces: “A esto hay que convertirlo en un paraíso real para la gente”. Don Jorge.

Mientras tanto habían salido ya mis dos primeros tomos sobre la huelga patagónica y los cineastas Olivera y Ayala, no bien los leyeron, decidieron filmar la verdad histórica de esa innoble injusticia que había ahogado en sangre la protesta de los desposeídos. Así nacieron los planes del film La Patagonia rebelde. Y aquí se inicia un capítulo que lo dice todo de una sociedad: el miedo de los funcionarios “responsables”, el mirar para otro lado y el ejercicio del poder para prohibir. “Se prohíbe” y se acabó. Como dijo meses después el mayor censor de la historia argentina, Manuel Paulino Tato. Hombre de misa diaria.

Pero vayamos al comienzo del drama. Gobernador, Don Jorge; presidente, Cámpora; interventor de la censura cinematográfica, Getino –el valiente de La hora de los hornos–. No hubo ningún problema. Getino aprobó el guión sin pestañear y viajamos a Santa Cruz para filmar en los lugares históricos.

El gobernador, don Jorge Cepernic, nos recibió con los brazos abiertos. El banco de la provincia nos dio un préstamo y el gobernador dio permiso de filmar en todo el territorio provincial y, justamente, en los lugares históricos. Más todavía, don Jorge nos puso a disposición a los cadetes de la escuela de policía para que hicieran de “extras” en el film representando el papel de los soldados.

Pero nada iba a ser fácil. Cuando miembros del Ejército se enteraron del proyecto, comenzaron a moverse. A través de informantes supieron que el final del film iba a ser la escena donde las prostitutas de San Julián rechazaron a los soldados fusiladores, después de la matanza de peones. Todo menos esa escena iban a permitir los militares.

Ya había renunciado Cámpora. Se había producido la presidencia de Lastiri –quien había procedido a prohibir mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. El ambiente venía mal. Pero asumió Perón.

En medio de la filmación, en una estancia cercana a Puerto Santa Cruz, un mediodía vemos aparecer un automóvil. De él baja el propio gobernador, don Jorge Cepernic. Me busca a mí, con quien era el único del grupo filmador que tenía amistad. Me lleva aparte y me dice: “Me acaban de llamar de Casa de Gobierno preguntándome quién dio permiso para filmar tu libro en el territorio de esta provincia”. Me miró largo, en silencio. Comprendí. Pero me dio esperanzas. Agregó: “Te pido que les digas a Olivera y a los actores que traten de filmar lo más rápido posible y terminar cuanto antes. Yo, mientras tanto, voy a ganar tiempo haciéndome el que no entiendo”. Don Jorge era así. Arriesgaba su cargo de gobernador por ser fiel a la verdad histórica.

No voy a olvidar más a ese gobernador caminando de nuevo hasta su auto para regresar a Río Gallegos, y me dije: “Un gobernador recorre kilómetros para avisar a un amigo de los peligros que hay. No me vino a decir: ‘Acábenla ya mismo con eso’. No, me dijo sólo que nos apurarámos”. La actitud de un verdadero Hijo del Pueblo.

La escena se iba a repetir. Cuando filmábamos, dos semanas después, cerca de Lago Argentino, en la estancia La Primavera, las últimas tomas de exteriores, el gobernador Cepernic se tomó el avión para venir y volver a decirnos que el problema se había agravado y que había mucha indignación entre los oficiales del Ejército. Pero en ningún momento nos pidió o exigió que nos fuéramos ya y que no lo comprometiéramos más.

Sí, el film pudo estrenarse con un éxito increíble, a salas llenas, después de meses enteros de no permitirse la exhibición. En ese ínterin muere Perón y el mismo día nuestro film obtiene el Oso de Plata del Festival de Berlín. Este último factor ayudó para que el film no fuera prohibido de inmediato. Comienza uno de los períodos más nefastos de nuestra vida política: el régimen de López Rega y sus Tres A. El gobierno de Jorge Cepernic es intervenido por la presidenta Isabel Perón y con la aprobación del Congreso de la Nación, y reemplazado por el funcionario Augusto Saffores, en el mismo momento en que Cepernic se proponía expropiar uno de los más grandes latifundios de esa provincia, de capitales británicos. Es que Cepernic nunca podía olvidar que Roca, justamente el genocida de los pueblos originarios, durante su segunda presidencia había otorgado –por la concesión Grünbein– 2.500.000 héctareas de Santa Cruz a 137 estancieros ingleses.

A don Jorge se le quitó la gobernación. Una de las medidas más injustas de nuestra historia política. Esa decisión se tomó también contra los gobernadores de otras cuatro provincias que se proponían cumplir con lo prometido en las elecciones.

Después, su fidelidad a sus ideales iba a ser pagada cara por don Jorge. La dictadura de la desaparición de personas lo hará detener y pasará más de cinco años de prisión en la cárcel militar de Magdalena. La humillación más absoluta. Cuando le preguntó al coronel jefe de la prisión por qué lo tenían tanto tiempo preso, le contestó el uniformado: “Porque usted permitió la filmación de La Patagonia rebelde en su provincia”. Pecado mortal. Denunciar la verdad de nuestra historia, en nuestro país, era ser subversivo contra el orden establecido.

Luego de casi seis años de cárcel, debió cumplir prisión domiciliaria en su casa de La Josefina”, su “campito”, como lo llamaba él. Allí continuó la humillación ya que allí convivían, para vigilarlo, cuatro policías por turno a los cuales la esposa de don Jorge –la inolvidable y eterna compañera de él, Sofía Vicic– debía cocinarles y servirles la comida. Hasta que don Jorge, en esos actos siempre frescos e insurgentes de él, se escapó por una ventana, fue a la comisaría más cercana y dijo: “Aquí me quedo, ni mi mujer ni mis hijos tienen que sufrir esta humillación en mi casa con esa guardia permanente”.

Cuando hace pocos meses filmamos mi regreso a los lugares donde cuarenta años antes había hecho la investigación de las huelgas patagónicas, grabamos mi última entrevista con don Jorge. Siempre el mismo. Con ganas de poder alguna vez cumplir con sus ideales de justicia social en su querida tierra patagónica. La nostalgia de todo lo vivido nos cubrió de emoción. Me despedí con el abrazo reconocido que se da a los hombres honrados, a los hombres de la generosidad.

La calle de Río Gallegos donde vivieron mis padres y nació mi hermano mayor se llama Roca, el nombre del genocida. Ojalá que alguna vez se llame Jorge Cepernic: un santacruceño de ley que sufrió todas las humillaciones y que quería hacer de toda esa tierra un ejemplo para un país justo, sin niños con hambre, sin villas miseria, sin violencias. Ojalá existan en el futuro hombres como él con el coraje civil de hacerlo. Se lo merece. Fue, lo repito, un verdadero Hijo del Pueblo.

05 agosto 2010

La noche de los bastones largos

El 29 de julio de 1966 la Policía Federal irrumpió en las principales facultades de la Universidad de Buenos Aires y desalojó por la fuerza a estudiantes y docentes. La dictadura militar, autotitulada “Revolución Argentina”, cumplía un mes en el poder y el general Juan Carlos Onganía era su presidente y su profeta. El operativo policial estuvo a cargo del general Mario Fonseca que contó con la colaboración del general Eduardo Señorans, titular de la Side.

Ese mismo día el régimen militar había puesto en vigencia el decreto ley 16.912 que intervenía las universidades, derogaba la autonomía y el tripartito y exigía que los rectores y decanos se subordinasen al Ministerio del Interior. Las autoridades universitarias disponían de 48 horas para acatar lo resuelto. Inmediatamente se convocó a los consejos directivos y los estudiantes se movilizaron para tomar las facultades en señal de protesta. Onganía no respetó el plazo de 48 horas y esa misma noche ordenó a la Policía Federal que hiciera su trabajo.

Como dijera con su dudoso sentido del humor el Bebe Roth: “Los policías se dieron el gusto de pegarle una buena marimba de palos a los estudiantes”. Según las crónicas de la época, Señorans y Fonseca se habían quedado con la sangre en el ojo. Un par de semanas antes, un acto público de las Fuerzas Armadas para rendirle homenaje al general Roca había sido interrumpido por los estudiantes, justamente de Exactas, quienes desde las ventanas de la facultad habían arrojado monedas de un peso contra los uniformados. Los muchachos se justificaron después diciendo que había sido un chiste, pero ya se sabe que el sentido de humor de los militares no suele coincidir con el de los estudiantes.

La jornada del 29 de julio se conoció como “La noche de los bastones largos”. Así tituló en tapa la revista Primera Plana. Se dice que el actual periodista de Clarín, Julio Algañaraz, tuvo la ocurrencia. La referencia histórica fue “La noche de San Bartolomé”, la masacre de protestantes en París en el siglo XVI, “La noche de los cuchillos largos”, la masacre ordenada por Hitler contra los “Montoneros” del partido nazi y, por supuesto, “La noche de los cristales rotos”, la orden de Goering de destrozar las vidrieras de los negocios judíos. Diez años después de “La noche de los bastones largos”, llegará “La noche de los lápices”, el secuestro y muerte de estudiantes secundarios en La Plata, pero esa ya es otra historia. O, mejor dicho, otra noche.

El centro del operativo policial fueron las facultades de Ciencias Exactas y de Filosofía y Letras, consideradas por los militares como verdaderos nidos de comunistas. Una exageración “macartista” que, como toda exageración, metió en la misma bolsa a todo el mundo. Las imágenes que quedaron grabadas en la historia y que recorrieron el mundo, registran las escenas en que estudiantes y profesores salen de la facultad de Exactas. Era de noche, hacía frío y las luces y sombras de la escena permiten registrar el contraste entre los jóvenes con las manos en alto y los policías apuntándolos con armas largas como una metáfora elocuente de la barbarie.

Las declaraciones de los participantes de aquellas memorables jornadas “académicas” coinciden en admitir que los policías repartieron garrotazos a diestra y siniestra. Según palabras de los protagonistas, armaron una suerte de pasillo y todos los que pasaron por allí recibieron garrotazos y patadas a granel. Del “agasajo” no fueron excluidas las autoridades docentes, en particular el decano de Exactas, Rolando García y el vicedecano, Manuel Sadosky, dos eminencias científicas que recibirán reconocimientos y distinciones en las universidades extranjeras como contrapartida de los palazos repartidos generosamente por los policías de su patria. Experiencia parecida vivirá la astrónoma Catherine de Cesarsky. Mientras en la Argentina la trataban como una delincuente, en Estados Unidos la nombraban presidente de la Unión Astronómica Mundial.

Ese viernes a la noche estaba dando clases en la facultad en su carácter de profesor “visitante” el científico norteamericano Warner Ambrose, matemático del MIT. Haciendo honor a un igualitario espíritu represivo que aconseja no discriminar a la hora del reparto de palos, los policías no se privaron de darle unos cuantos garrotazos. Ambrose estuvo detenido y cuando recuperó la libertad escribió una nota de antología en The New York Times, lo que motivó un pequeño incidente diplomático con la embajada, incidente que se resolvió rápido, porque el gobierno de Lyndon Johnson no ocultaba sus simpatías por el flamante régimen militar.

Como consecuencia de esta proeza represiva , más de 300 científicos argentinos, formados y capacitados con recursos nacionales, se fueron del país. Las renuncias de docentes superaron las 1.500 y hay quienes aseguran que fueron más de dos mil. En cualquiera de los casos, la sangría académica fue impresionante. Por supuesto, el rector designado por la dictadura, Luis Botet, no pensaba lo mismo. El día que asumió sus nuevas funciones no tuvo empacho en declarar que “la autoridad está por encima de la ciencia”. Más claro, echarle agua.

No concluyeron allí las hazañas castrenses. Los interventores desmantelaron de hecho el Instituto de Cálculo de Ciencias Exactas y el Instituto de Radiación Cósmica. Misión cumplida. Y como para disipar dudas respecto de su visión estratégica nacional, condenaron a muerte a la pobre “Clementina”. La singular ejecución no tuvo en su momento demasiada trascendencia, porque en la Argentina de 1966 nadie del gobierno iba a derramar una lágrima por una pobre y balbuceante computadora que recién empezaba a dar sus primeros pasos.

Lo cierto es que ese 29 de julio quedó registrado en la historia como uno de los actos de barbarie más brutal en un país que ya empezaba a acostumbrarse a brutalidades de este tipo. Han transcurrido casi cincuenta años de aquellas penosas jornadas, pero muchos de los problemas estructurales de la educación superior que padecemos los argentinos provienen de entonces.

Entre 1956 y 1966 la universidad reformista había vivido un tiempo de esplendor luego de la noche cultural del peronismo. Fueron los años de los rectorados de Risieri Frondizi e Hilario Fernández Long. También los años en los que se creó el Conicet y se fundó la editorial Eudeba, dirigida por el mítico Boris Spinakow, que publicó más de once millones de libros a precios accesibles.

La universidad pública se distinguía no sólo por la calidad de los profesionales que preparaba, sino por las instituciones científicas que fundaba y los proyectos de investigación que desarrollaba. La derecha militar acusó a esa experiencia como comunizante y atea, mientras la ultraizquierda y el populismo la impugnaban por “cientificista”, es decir, por ser una universidad que en nombre de la ciencia se desentendía de los problemas nacionales.

La noche de los bastones largos no sólo arrojó un prolongado cono de sombra en la educación, sino que fue el punto de partida que arrojó a la ilegalidad y a la violencia a toda una generación. Un mes y medio después, en las calles de Córdoba fue asesinado el estudiante Santiago Pampillón. Y luego correrán la misma suerte Cabral, Bello y Blanco. Lo sucedido de alguna manera era previsible. Después de los garrotazos llegaría la sangre. El debate sobre lo ocurrido y las opciones que un sector de la juventud eligió continúa, pero en todos los casos debe quedar claro que desde 1930 a la fecha, o si prefiere, desde 1955 ó 1966, la violencia y la ilegalidad tienen nombre y apellido. Y símbolos aleccionadores. “La noche de los bastones largos”, es uno de ellos.

Más de 300 científicos argentinos, formados y capacitados con recursos nacionales, se fueron del país. Y las renuncias de docentes superaron las 1.500.
La universidad pública se distinguía por la calidad de los profesionales que preparaba, las instituciones científicas que fundaba y las investigaciones que desarrollaba.

04 agosto 2010

Jorge Cepernic

Estaba viendo Tora Tora cuando la policía irrumpió en la sala para arrestarlo. Era el estreno más esperado de agosto de 1976 en el cine Lavalle. Lo trasladaron a la comisaría sin ninguna explicación y después hacia el penal de Magdalena donde estaría más de cinco años detenido junto a Lorenzo Miguel y Carlos Menem, entre otros. Don Jorge Cepernic estaba a disposición del Poder Ejecutivo, pero no entendía qué había hecho. Si él era un patriota, pensaba. Sus últimas decisiones habían tenido que ver con defender los intereses de una Santa Cruz desolada y olvidada por el gobierno nacional. Fue el primer gobernador constitucional de la provincia. Asumió el 25 de mayo de 1973 y apoyó a la tendencia peronista.
Alto, flaco, de ojos claros y mirada desafiante, Cepernic era un hombre firme, con la tozudez propia del campo y la galantería de un caballero. Su padre, Mateo, había llegado desde Croacia a fines del siglo XIX. Fue buscador de oro, almacenero y luego arrendó una estancia cercana a Río Gallegos. Testigo de las huelgas de peones en 1921, le contaba a su hijo, de siete años, por qué los trabajadores hacían esos actos. Por qué marchaban por el centro del pueblo cargando el ataúd de un peón fusilado. “Esa imagen quedó grabada en mi retina”, contaba Jorge.
En 1930 vio el primer avión que aterrizó en Río Gallegos, que piloteaba Antoine Saint Exupéry. A partir de ese día, fijó una meta que cumplió en la década del ’50: ser aviador. Casado con Sofía Vicic, también hija de croatas, maestra y artista plástica, tuvo dos hijos, Mónica, empleada judicial, y Marcelo, ex intendente de Río Gallegos.
En 1967, Osvaldo Bayer tocó su puerta. Era un periodista del diario Clarín y quería saber qué había pasado durante las huelgas patagónicas. Jorge no tardó en agarrar su Fiat 600 y llevarlo a recorrer las estancias, donde Bayer recolectó testimonios, pruebas y descubrió fosas con restos de peones. Todo ese material originó el libro La Patagonia rebelde . Mientras las visitas de Bayer se incrementaban, Cepernic, tras colaborar con la resistencia peronista, se transformaba en el único candidato justicialista. La fórmula la completaba el sindicalista petrolero Eulalio Encalada, que defendía los intereses del sector más conservador y desde la cámara legislativa impedía la aprobación de sus proyectos.
Algunos proyectos de ley eran innovadores y soberanos: la construcción de la represa hidráulica en el Río Santa Cruz o la expropiación de la Estancia El Cóndor, unas 650 mil hectáreas propiedad de la Corona Británica. “Un diario inglés titulo sobre mí ‘Un gran dictador’”, remarcó Cepernic en una entrevista.
La decisión de permitir filmar La Patagonia rebelde fue la gota que rebasó el vaso para la derecha peronista. La provincia fue intervenida inmediatamente por Isabel Perón y Jorge viajó a Buenos Aires, donde junto a Andrés Framini fundó el Partido Peronista Auténtico. Eran tiempos violentos. Don Jorge veía desaparecer a sus compañeros. Extrañaba la inmensidad y el cielo gris, que no volvió a ver hasta 1982. Una vez en el Penal de Magdalena Lorenzo Miguel le dijo: “Jorge, apurate con la comida que vamos a ver Tora Tora ”. Cepernic pensó que lo estaban cargando, pero era real. “¿Podés creer que pude ver el final de la película en el microcine del penal?”, decía entre carcajadas.
Llegada la democracia, Jorge acompañó a distintos candidatos peronistas, incluso a su hijo. Hasta el año pasado, acompañado de su bastón, participaba de todos los actos justicialistas. “Creo que soy inmortal”, dijo sonriendo unos meses antes de su muerte, el domingo pasado. El hombre de 95 años que había esquivado más de una vez la muerte, pero no la persecución ni el encierro, respondió que deseaba que sus cenizas recorrieran el Río Santa Cruz y reposaran debajo de un álamo de la estancia La Josefína, a 30 kilómetros de Calafate, como lo había deseado su mujer, Sofía, fallecida en mayo.
El viejo gobernador se apagó como los árboles: de pie.
20 de julio 2010

02 agosto 2010

Sui Generis vuelve al mercado

La discografía completa Sui Generis, el dúo que integraron Charly García y Nito Mestre, fue reeditada a 35 años de su separación, en formato de digipack.

Sony Music lanza al mercado los discos Vida (1972), Confesiones de invierno (1973), Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974), Adiós Sui Generis I y Adiós Sui Géneris II (1975), los cinco trabajos de una de las agrupaciones más emblemáticas de algo que por entonces todavía no se llamaba rock nacional.

Hacia fines de 1972 García y Mestre grababan su álbum debut bajo el nombre de Sui Generis y con el título de Vida, posterior al primer disco simple (Canción para mi muerte y Amigo vuelve a casa pronto) y el 5 de septiembre de 1975 se despedían con doble función en el Luna Park ante 30 mil personas.

Se cerraba así el ciclo de la banda que popularizó al rock argentino. Atrás quedaba una discografía de tres L.P. de estudio, un simple con un tema nunca incluido en sus discos, canciones censuradas y los dos discos con el testimonio de los shows del Luna. Vida fue grabado para el sello Microfón de la mano de Jorge Alvarez con varios músicos de La Pesada del Rock and Roll como invitados: Jorge Pinchevsky en violín, Alejandro Medina en bajo y Claudio Gabis en guitarra.

Canción para mi muerte, Necesito, Estación, Quizás, porque, Mariel y el capitán, Dime quien me lo robó, son algunos de los temas que con el tiempo se convertirían en clásicos. Mientras que Confesiones de invierno, llegó luego de llenar el teatro Opera en el año 1973. Desde el comienzo reflexivo de Cuando ya me empiece a quedar solo pasando por Bienvenidos al tren o Confesiones de invierno o la crítica a la sociedad en Aprendizaje hasta un final épico con Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario o no.

En este disco participan David Lebón en guitarra, Rodolfo Mederos en bandoneón, y León Gieco en armónica. En esta nueva edición incluye como bonus track el tema Alto en la torre.

Por su parte Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, marca un año 1974 donde muestra a Sui Géneris definitivamente como una banda de rock con Rinaldo Rafanelli en bajo y Juan Rodríguez en batería. Los nuevos instrumentos que Charly trae de Estados Unidos como el moog y el sintetizador de cuerdas le dan un nuevo color a sus composiciones. También empieza a tener problemas con la censura de la época lo que le vale que tenga que reemplazar temas o cambiar sus letras como en Instituciones, Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras o Para quien canto yo entonces.

Participan, entre otros, David Lebón en guitarras, Carlos Cutaia en órgano, León Gieco en armónica, María Rosa Yorio en coros y Oscar Moro en batería. Esta edición incluye los temas censurados Juan Represión y Botas locas.

Finalmente Adiós Sui Generis I y II es el registro en vivo del recital despedida del 5 de septiembre de 1975 en el estadio Luna Park, donde más de 30 mil personas se juntaron para ser protagonistas de los últimos shows y todavía queda en el recuerdo la multitudinaria marcha de los fans desde Corrientes y Bouchard hasta el Obelisco cantando Canción para mi muerte. Ahora se reedita con 6 tracks que habían sido excluidos de la grabación original de 1975.

22 julio 2010

“Las Abuelas se merecen el Nobel”

Condenó a terroristas y represores. Pero fue suspendido en España por investigar los crímenes del franquismo. Un diálogo imperdible sobre la justicia más allá de las fronteras.

Andaluz de Jaén. Proveniente de una familia de clase media agrícola, le gusta el fútbol, el flamenco y bailar sevillanas. Hombre de gustos sencillos, en suma, tanto que añora la vida en el campo. El juez español Baltasar Garzón, de él se trata, con su implacable trabajo ha puesto contra las cuerdas a gobernantes, terroristas, mafiosos y represores. Actualmente suspendido en sus funciones por investigar los crímenes del franquismo, ha recibido un conmovedor apoyo popular tanto en España como en otras naciones. En un breve viaje a la Argentina para participar del acto en memoria del las víctimas del ataque terrorista a la sede de la AMIA, este juez modelo dio un reportaje exclusivo a esta revista.

–Usted ha dicho que no está de acuerdo con el término “globalización de la Justicia”, porque remitía más a la economía y esta, a veces, es lo contrario a la justicia...

–El término globalización efectivamente comenzó a utilizarse como sinónimo de las relaciones económicas entre distintos países y la superación de las fronteras. Pero también tiene una connotación negativa: no ser lo suficientemente equitativo ni abierto para que llegue a cualquier país y a cualquier clase social. Pero el término universalización me parece más comprensible de situaciones como la defensa y la lucha por los derechos humanos. La declaración universal de los derechos humanos identificó cuál debe ser el sentido y el alcance de este conjunto de derechos que dignifican al ser humano, por lo tanto la equivalencia exacta no es tanto la de globalización sino la de la universalización sin distinción de lugares, sin importar que el país sea más rico o más pobre.

–Por eso prefiere hablar de una Justicia universal.

–Sí. En el ámbito de los derechos humanos, para mí el término Justicia universal es mucho más comprensivo. En lo que hace a la Justicia, la universalidad debe proclamarse con directa correspondencia con los derechos humanos, en aquellos casos en los que la agresión a la comunidad internacional es de tal calibre que tiene que obtener una respuesta en cualquier parte del mundo sea cual sea el origen de las víctimas.

–Para muchos argentinos sería bueno que usted vuelva a explicar por qué un tribunal de Madrid pudo entender y llevar a buen puerto causas por violaciones a los derechos humanos en este país.

–El 28 de marzo de 1996 la Unión Progresista de Fiscales se presentó ante la Audiencia Nacional. Esa denuncia supuso el inicio de un periplo importantísimo para la Justicia española y para la internacional. Por qué razón la Justicia española en aquel momento decidió abrir causa y posteriormente enjuiciar a uno de los represores (el marino Adolfo Scilingo) hasta el punto que fue condenado y en la actualidad cumple una condena de más de mil años de cárcel en España. La respuesta es sencilla pero compleja, es decir, se trata de crímenes internacionales, de crímenes en los que la nacionalidad de la víctima no es algo fundamental porque la víctima es universal. Todos somos víctimas cuando hay un genocidio en Ruanda, o en Camboya, o en Chile. Ese es el verdadero sentido del principio de Justicia universal y de crímenes internacionales, es decir, tiene que haber una respuesta en cualquier lugar del mundo, si esa respuesta no se produce en el país donde acontecieron los hechos. Esa fue la razón por la que actuó España, fue algo necesario.

–¿Cómo fue su estado de ánimo cuando el pleno de la Audiencia Nacional dio un voto afirmativo a este procedimiento que usted había llevado adelante después escuchar a tantas víctimas?

–Se me erizó la piel. Fue algo impresionante porque fue la culminación de un trabajo que comenzó cuando las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo entraron a mi despacho por primera vez. Y ese día volvieron a asomarse a la puerta de mi despacho. Fue algo que se puede considerar como un triunfo de la justicia, de la lógica, de lo que debemos entender por la protección a las víctimas. Se estaba oyendo a quien había concurrido a reclamar justicia. Y se aplicó justicia. Hoy en la Argentina se activó nuevamente la acción judicial, y es un ejemplo para el mundo cómo la Justicia argentina está abordando las causas del pasado en cuanto a estos graves crímenes.

–También usted consideró un ejemplo el trabajo de las Madres, las Abuelas y otros organismos defensores de los derechos humanos.

–La Argentina, que fue ejemplo en un momento histórico de lo que no debía hacerse, fue siempre ejemplo de una lucha denodada por parte de los organismos de derechos humanos. Por el nivel de decisión para asociarse por parte de familiares, madres, abuelas, hijos. Es un ejemplo paradigmático para todo el mundo cuando haya que hacer frente a un fenómeno criminal como el que aconteció aquí en forma masiva entre 1976 y 1983. Por lo tanto, que Abuelas de Plaza de Mayo hayan sido postuladas para el Premio Nobel de la Paz para mí es una necesidad. Pero en cualquier caso ese premio ya lo tienen. Su trabajo en estos treinta años es un ejemplo y es una vía, un camino, por el que muchos nos hemos guiado. Si viene el reconocimiento, bienvenido sea, pero las Abuelas y otras organizaciones están ya por encima de esos reconocimientos.



18 julio 2010

Eduardo Galeano: El peligroso arcoiris

Richard Nixon, prestigioso historiador, lo tenía claro. En 1972, cuando era presidente de los Estados Unidos, dictó a sus colaboradores más cercanos un curso relámpago sobre la decadencia de Grecia y Roma:
–¿Ustedes saben lo que pasó con los griegos? ¡La homosexualidad los destruyó! Seguro. Aristóteles era homo. Todos lo sabemos. Y también Sócrates. ¿Ustedes saben lo que pasó con los romanos? Los últimos seis emperadores eran maricones…

En 1513, unos siglos antes de esta lección magistral, Vasco Núñez de Balboa había arrojado a cincuenta indios a las bocas de los perros que los destriparon, “porque para ser mujeres sólo les faltan tetas y parir”.

En Panamá, como en muchos otros lugares de América, la homosexualidad era libre, hasta que irrumpieron los conquistadores. Aquella noche de 1513, Balboa inauguró en estas tierras el castigo del nefando pecado de la sodomía.

Eran los tiempos de la Santa Inquisición. Tiempos de nunca acabar. En España, la Inquisición duró tres siglos y medio. La herejía de la diversidad, en todas sus formas, fue condenada a suplicio o muerte en varios lugares de Europa y de América. Muchos homosexuales, hombres y mujeres, fueron quemados vivos. La hoguera los redujo a cenizas “para que de ellos no haya memoria”.

Una época superada, se supone. Pero el humo llama.

La sagrada familia

En vez de pedir perdón a sus víctimas, la Iglesia Católica repite las antiguas maldiciones. Recientemente, la Santa Inquisición , que ahora se llama Congregación para la Doctrina de la Fe , lanzó desde el Vaticano una campaña mundial contra el matrimonio de parejas homosexuales, “una grave inmoralidad que contradice el plan de Dios y la ley natural”.

De inmediato, los altos funcionarios de la Iglesia en el mundo hicieron eco a la voz de mando. En el Uruguay, el arzobispo Nicolás Cotugno declaró que la homosexualidad es “una enfermedad contagiosa”, recomendó aislar a sus portadores y comparó el matrimonio homosexual con la unión entre un hombre y un animal.

La Iglesia está preocupada, desde hace ya unos cuantos siglos, por la sexualidad humana. De Papa en Papa, ha ido estableciendo la rígida frontera entre el pecado, que es casi todo, y lo poquito que nos deja de consuelo, porque de algún modo hay que reproducirse. Desde el Sumo Pontífice hasta el último cura de pueblo, no hay sacerdote que no sea experto en sexo. Como todos ellos han hecho voto de castidad, no se sabe cómo pueden entender tanto sobre una actividad que tienen prohibido practicar.

Leyendo esta última condenación del Vaticano, a uno le vienen ganas de preguntar a los sexólogos celestiales: si el matrimonio heterosexual es una “ley natural”, ¿por qué ustedes no se casan? Y si los homosexuales contradicen “el plan de Dios”, ¿por qué Dios los hizo así?

Otro especialista en el Bien y el Mal, el presidente George W. Bush, coincide con el Vaticano en la condenación del casamiento homosexual y se pronuncia contra la adopción de niños por parejas que no constituyan un matrimonio normal, “entre un hombre y una mujer”.

El presidente, que no es católico, hace suya esta cruzada papal. No es la primera vez que Bush y el Papa descubren que son tal para cual. Los dos tienen comunicación directa con el Cielo, por teléfonos diferentes. En algunas ocasiones, como en la reciente guerra de Iraq, reciben órdenes contradictorias. En otras, en cambio, forman un frente común. Han estado, y seguirán estando, unidos en causas tan sagradas como la promoción de la abstinencia sexual entre los jóvenes y la lucha contra los medios anticonceptivos y contra el aborto.

Con su habitual amplitud de criterio, en estos temas Bush no sólo ha coincidido con la teocracia vaticana, sino también con los fundamentalistas islámicos: los puritanos unidos jamás serán vencidos. Y cada vez que tales asuntos se han planteado en las Naciones Unidas, Bush ha votado de común acuerdo con sus enemigos jurados, Irán, Libia, Sudán e incluso Iraq, antes de que ese país recibiera el huracán de misiles que él le envió en nombre de Dios y del petróleo. ?

Y sin embargo, se mueve

La cruz y la espada se están alzando, como en los viejos tiempos. Con toda razón: en estos últimos meses, la homofobia viene sufriendo graves atentados. Por todas partes cunde eso que el Papa llama “conducta desviada” y “legalización del Mal”.

A mediados de este año, la Corte Suprema de los Estados Unidos dicta una sentencia histórica. Es inconstitucional, dice la sentencia, la ley de Texas que castiga la homosexualidad como un crimen. El dictamen implica la nulidad de las leyes semejantes en otros doce estados de esa nación.

Mientras tanto, en New Hampshire, por primera vez en la historia del cristianismo, los fieles y el clero de la Iglesia Episcopal eligen un obispo que es abiertamente gay. Massachusetts está a punto de legalizar los matrimonios homosexuales. En Vermont, ya el Registro Civil reconoce la legitimidad de esas parejas.

En Canadá, desde principios de este año, los homosexuales pueden casarse en Ontario y en Columbia. Ahora hay bodas homosexuales en Bélgica, como ya las había en Dinamarca, Holanda y Suecia.

Diversas variantes de unión legal, más o menos parecidas al matrimonio según el país, rigen en Noruega, Finlandia, Islandia, Francia, Alemania, Hungría, Croacia y en algunas regiones de España. Y en la ciudad de Buenos Aires, por primera vez en la historia latinoamericana, ya se celebra, también, la unión legal entre personas del mismo sexo.

Todas estas “graves inmoralidades”, actos de libertad y de salud mental, no son regalos: son conquistas. Son el resultado de la porfiada lucha de los gays y las lesbianas contra la discriminación y la violencia. Entre todos los placeres que merecen el infierno, el amor homosexual es, todavía, el más ferozmente reprimido. El machismo y la estupidez armada han disfrazado de normalidad esta atrocidad, y la han convertido en costumbre.

En más de setenta países, la ley castiga las relaciones homosexuales. En muchos, con cárcel. En algunos, con flagelación o pena de muerte. En otros, donde la pena de muerte no es legal, los escuadrones parapoliciales y los enfermos de fanatismo cumplen sus ceremonias de purificación: limpian las calles torturando, mutilando y asesinando a quienes, por el solo hecho de existir, constituyen un escándalo público. Los gays y las lesbianas están malditos en la tierra y en el cielo.

Hace cinco años, el primer ministro de Malasia llegó a denunciar que eran una amenaza para la seguridad nacional. En el Más Allá, también tienen cerrada la puerta. Como escuché decir a la madre de una joven lesbiana: “Lo que más me duele es saber que no estaremos juntas en el Paraíso”.

Pero ellos y ellas, los raros, los despreciados, están generando, ahora, algunas de las mejores noticias que nuestro tiempo transmite a la historia. Armados con la bandera del arcoiris, símbolo de la diversidad humana, ellas y ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado. Los muros de la intolerancia empiezan a caer.

Esta afirmación de dignidad, que nos dignifica a todos, nace del coraje de ser diferentes y del orgullo de serlo.

Como canta Milton Nascimento: Cualquier manera de amor vale la pena, cualquier manera de amor vale amar.

eduardo galeano/página 12/agosto de 2003

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La Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en autorizar el matrimonio homosexual, con un histórico voto en el Senado.
15 de julio de 2010

14 julio 2010

Sarah Bianchi, figura del arte titiritero en la Argentina


Una de las principales figuras del teatro argentino, Sarah Bianchi, quien le dio al arte titiritero nuevas dimensiones en el país y exportó su talento al mundo en compañía de Mane Bernardo, falleció a los 88 años.

En los últimos tiempos, Bianchi había recogido una gran cantidad de galardones por su trayectoria. Fue premiada en la Fiesta Nacional del Teatro en 2006. Dos años antes había recibido el premio Trinidad Guevara a la trayectoria. Y logró una mención especial en los Premios Podestá de 2002. También obtuvo el Konex y la "Faja de Honor" de la Sociedad Argentina de Escritores

El vínculo de Bianchi, ya actriz, con los títeres nació a los 20 años, cuando se encontró con Mane Bernardo, luego inseparable compañera, en una muestra de artes plásticas.
"Ella o yo ganamos un premio allí. Teníamos alguna afinidad estética, digamos que éramos bastante modernas para la época, pero yo quería profundizar el óleo y ella me dijo que fuera a su estudio. Ahí me enchufé", contó en una entrevista con Clarín.

Y completó: "Cuando conocí a Mane ella tenía el Teatro La Cortina y yo entré a trabajar, primero como plástica, después en lo actoral. De ahí más vino la antropofagia: los títeres me tragaron. No lo cambiaría por nada."

clarin/06/07/10

12 julio 2010

Homenaje a la Negra Sosa y show de Charly García en la fiesta del 9 de Julio

Con Charly García como abanderado, y después de un sentido homenaje a Mercedes Sosa, del que participaron desde Luciano Pereyra hasta Teresa Parodi, la fiesta del 9 de Julio tuvo un cierre a pura música ayer en Tucumán. Otra vez se trató de una celebración intensa, popular y masiva, que según los organizadores reunió, a lo largo de todo el día, a unas 50 mil personas.

Al mediodía, bajo un sol radiante, la Argentina voladora de Fuerzabruta –ya un clásico de las grandes fiestas nacionales– dio inicio al desfile de la Independencia. El centro de la ciudad, a esa altura, ya estaba colmado de gente e impregnado con el mismo espíritu festivo que dominó a la fiesta del Bicentenario.

Después de Fuerzabruta, pasaron las banderas históricas de los diferentes regimientos del Ejército Argentino y también los integrantes de sus tropas vestidos con trajes de época. Siguieron las delegaciones y carrozas del gobierno provincial y de los municipios. Cada uno de ellos mostró el trabajo, la historia, el cariño y el amor que sienten por su tierra. Con diferentes alegorías, se pudieron ver desde las luchas obreras en los ingenios tucumanos hasta las tradiciones precolombinas muy arraigadas en la provincia, pasando por mitos e historias populares.

Un momento emotivo fue el paso de los ex combatientes de Malvinas de todo el país junto a sus hijos y nietos.

Más tarde –después de un nuevo desfile de la bandera nacional más larga de todas–, en la plaza Independencia, se realizó el concierto en homenaje a Mercedes Sosa y a las mujeres argentinas con un video mapping proyectado sobre la fachada de la casa de gobierno provincial. Finalmente fue el turno de la música, que arrancó a puro folclore con la vuelta a los escenarios de Luciano Pereyra. Continuó con Teresa Parodi, Víctor Heredia y Liliana Herrero, entre otros. Y cerró con un Charly García único.

09 julio 2010

Sabina y sus grandes aliados

Benjamín Prado y Pancho Varona hablan de su amistad con Joaquín Sabina.
La historia de Joaquín Ramón Martínez Sabina está llena de amigos. El cantante y compositor español ha dejado registrado su talento para crear clásicos durante poco más de 30 años de carrera, pero siempre ha reconocido que la colaboración ajena ha sido decisiva en la manufactura final de sus discos.

En el más reciente, 'Vinagre y Rosas', con el que regresa con éxito a las listas de ventas y que lo trae de vuelta a México, resaltan los nombres de Benjamín Prado y Pancho Varona como aliados fundamentales.

A unos días de que el 'Flaco' ibérico inicie una amplia gira de 13 conciertos por el país, con una serie de seis shows en el Auditorio Nacional, a partir del martes 13, ambos compartieron con CIRCO, por correo electrónico, algunas de sus experiencias en la gestación de este álbum y, en el caso de Varona, su larga relación de 28 años con Joaquín.

PRADO, EL INSTIGADOR
A finales de 2008, Sabina ya quería hacer un disco nuevo, pero se dio cuenta de que la felicidad que rodeaba su vida personal no lo inspiraba. Entonces, su amigo, el poeta y escritor Benjamín Prado, le contó que atravesaba una tormenta de desamor y, con ese pretexto, los dos se fueron a Praga a convertir en canciones ese dolor.

Ya con el disco en la calle, y con altas ventas en España y Latinoamérica, Prado –quien incluso escribió el libro 'Romper una Canción' sobre aquel viaje– respondió desde Cádiz.

¿Acompañarás a Joaquín a México?
No, ése ya no es mi trabajo. Mi trabajo en realidad es sentarme a ver la televisión y que Joaquín vaya a ganar dinero para mí cantando nuestras canciones.

¿Con el éxito del disco has olvidado ya el desamor que lo originó?
Digamos que mi ex ha hecho un mal negocio y yo el mejor de mi vida: me libré de ella, me deprimí para que los poemas viniesen a llenar los agujeros, me busqué el mejor socio para que esos pequeños poemas se transformaran en canciones grandes y ahora he encontrado al amor de mi vida, y estoy tan contento que creo que voy a tener que llevarme a Joaquín a Viena para que me ayude a escribir algunos poemas deprimentes.

¿Cómo ha recibido el público las nuevas canciones?
Bien, la gente siempre es lo mejor y son los dueños. Nosotros sólo somos sus empleados.

¿Han escrito nuevos temas recientemente?
No, ni siquiera nos hemos visto mucho últimamente. Así que aprovecho para enviarle un saludo a través de esta entrevista, la cual espero que se la dejen leer.

PANCHO, EL 'ANDAMIO'
Francisco Varona conoció a Joaquín en 1982 y, desde entonces, no han dejado de hacer canciones (ya llevan 100) o tocar juntos. Pancho revisa, desde Madrid, su hermandad con el originario de Jaén.

Esta gira es cercana a los shows que diste con Antonio García de Diego en el DF. ¿Esto le añade singularidad al regreso que tendrás?
Claro. Nos hemos sentido maravillosamente bien tratados como artistas en México, y cada vez que nos toca volver la alegría es más grande. Otra singularidad es la capacidad de convocatoria de Joaquín: seis Auditorios Nacionales frente a nuestros dos maravillosos y humildes Lunarios.

¿Qué músicos vienen en la gira?
Por orden de antigu¨edad en la banda: Pancho Varona (bajo, guitarra y coros), Antonio García de Diego (guitarras, teclados, coros), Pedro Barceló (batería), Jaime Asúa (guitarra y coros), Mara Barros (coros y percusiones) y Josemi Sagaste (sax, teclados, acordeón).

¿Qué te genera escuchar el disco?
Comenzó a gestarse, más que a grabarse, en noviembre de 2008. La grabación comenzó en junio de 2009, aunque ahora puedo decir que me encantaría cambiarlo todo (risas). Prácticamente no he vuelto a escucharlo, y no porque no me guste, sino que simplemente trato de descansar de un trabajo que te supone escuchar miles de veces las mismas canciones durante un año completo de tu vida.

¿Lo hecho con Benjamín Prado se distingue mucho de lo previo?
Hay un nuevo aire en las canciones, pero, al mismo tiempo, son más 'sabineras' que nunca.

Es bien conocida la frase de Joaquín: "Es mi andamio, mi todo", para referirse a ti. ¿Con qué palabras le devuelves la pelota?
Joaquín puso en su boca lo que yo siento cuando dijo eso. Tiene la gran virtud de saber decir las cosas de una forma en la que todos quisiéramos saber desenvolvernos. Ése es el gran Joaquín. Por eso la gente lo admira tanto, es el mejor portavoz que tiene la música en español. Pues sí, es mi andamio y mi todo. Sin él yo sería ahora mismo un triste funcionario del Estado encerrado en una oficina ocho horas diarias y, en cambio, estoy a punto de viajar a México para interpretar 'nuestras' canciones.

En 1982 tocaste con Joaquín por primera vez y hace 25 años se armó Viceversa. ¿Qué te dicen esas fechas?
Empecé con Joaquín hace casi 28 años? Y cada vez más felices. La etapa de Viceversa fue una etapa callejera, divertida, y lo pasamos maravillosamente bien. Joaquín quería a toda costa tener un grupo y lo consiguió. Ahí empezó todo, con Viceversa. Estas fechas me dicen que somos más mayores, pero más felices y más sabios que en el principio. Pero en esa época éramos jóvenes y ¡eso es impagable!


04 julio 2010

Sabina, en casa

Con la emoción de actuar en su Úbeda natal —por última vez— y con la agradable sensación de lo vivido en lo que lleva de gira, Joaquín Sabina se quita el bombín ante un público que le hace sentir, de nuevo, sobre los escenarios.

—Vuelve a su tierra para actuar mañana y lo hará después del partido entre España y Paraguay.
—Es verdad, los dos últimos partidos han coincidido con conciertos. Si gana la Selección Española contaremos con la euforia de la gente, y si pierde pues los consolaremos como podamos.
—¿Está siguiendo el Mundial?
—Es imposible no seguirlo. No hay radio que puedas oír, periódico que puedas abrir, o televisión que puedas encender y que no salga.
—¿A lo mejor algún día escribe una canción sobre este encuentro de fútbol internacional?
—No creo que el fútbol merezca una canción. Sigo los partidos, me gusta la selección y me divierte, pero me parece que ocupa en la vida de la gente un espacio bastante desmesurado.
—¿Para qué debería haber espacio en la vida de las personas?
—Yo, que ya creo en pocas revoluciones, sigo creyendo en la revolución de la ilustración, en que la cultura es lo que hace que uno esté menos solo. Y pienso que ese lado de la educación del ciudadano está muy abandonado.
—¿Cómo vive los directos de sus canciones después de un largo paréntesis sin pisar los escenarios?
—Bueno, llevamos más de sesenta conciertos en doce países. Es una experiencia muy enriquecedora y bastante inesperada, ya que esperaba una gira más tranquila. Y como hay una carga de tensión (ya que dije que nos despedíamos de los escenarios) se ha originado una explosión de complicidad, de calor de la gente, que nos ha calentado mucho el corazón.
—¿No se esperaba esa respuesta del público?
—No tanto. Uno va sacando discos y haciendo giras, y entras dentro de una rueda de la que crees que ya lo sabes todo. No esperaba que a los 61 tacos y con un disco bastante tristón hubiera este tipo de explosión en el público, fundamentalmente en Latinoamérica.
—¿Y qué tal la vuelta a España?
—Bueno, estuve en Las Ventas que es un clásico para mí y lo pasé muy bien. Y ahora voy a Úbeda, adonde no actúo todos los años. Además, no es cualquier lugar para mí, pues me trae tantísimas cosas que están ahí, en el baúl. No es un concierto normal, sino que está más cargado de emociones.
—¿Qué cosas sacará de ese baúl?
—En Úbeda está toda mi infancia con lo negativo y lo positivo. Ahí están las raíces absolutas de lo que soy, para bien y para mal. Entonces es un lugar muy emocionante para mí. Últimamente no voy porque mis padres ya no viven allí y no hay nadie directamente de mi familia. Además, es un lugar en el que, como me conoce cualquiera, me costaría pasear por allí. Pero es muy emocionante dar un concierto y tener enfrente a mis paisanos.
—Dice que esta es su última gira, pero ¿volverá a sacar otro disco?
—Como nos está gustando la gira, tocamos casi todos los días y uno no puede irse a disparatar por los bares —porque hay que cuidarse—, pues escribo una serie de canciones nuevas que me gustan mucho ya que han nacido en la carretera, en los aeropuertos, en los cuartos de hotel..., que es como a mí me gustaba escribir antes. Será un disco de carretera, que siempre tiene ese vértigo rockanrolero.
—¿Qué piensa de las críticas sobre su último álbum?
—¡Oye! El trabajo de los críticos es opinar sobre mí. El mío, no.
—¿Qué le gusta más: Joaquín poeta o Joaquín cantante?
—El que yo quería ser es el poeta, pero el que más me ha hecho disfrutar y el que más satisfacciones me ha dado es el cantante.
—¿Cree que esto puede dar un giro en algún momento?
—Bueno, sé que no dejaré nunca de escribir, pero supongo que alguna vez dejaré de cantar. Cuando pasan dos años sin subirme al escenario, no lo echo de menos. Me gusta el momento del escenario y cantar a la gente, pero todo lo que hay alrededor no me gusta nada. Prefiero estar en casa tranquilo y ser anónimo. En cuanto a mi relación con el público me siento realmente muy amortizado. Nunca esperé a estar cantando y a sacar discos, ni viajar por Latinoamérica. Todo eso es un regalo que los dioses paganos me dieron y que yo ni anhelé ni busqué. En ese sentido estoy tranquilo.
—¿Cree que aprovechó ese regalo?
—Creo que sí. A lo mejor no tanto como debiera y, en realidad me dedicara más a disfrutar de la vida que a devolverle al público tanto como me estaba dando. Pero tampoco me arrepiento de eso.
—¿Se paró a pensar que ha sido el icono de varias generaciones?
—Por eso no me paro a pensar. Porque no me gusta pensar tonterías.
—¿Cree que es una tontería ser el referente de mucha gente?
—No lo sé, es un traje que me viene muy grande. No me encuentro cómodo en él.
—En cualquier caso, su público le estima.
—Sí, pero uno no debe bañarse en esas aguas, no debe mirarse demasiado al espejo, porque yo me conozco y te aseguro que no me siento un icono de nada.


diario jaén/diana sánchez

29 junio 2010

Inolvidable epílogo de Sabina en Las Ventas

En la próxima entrega de la biografía de Javier Menéndez o en el documental que está preparando León de Aranoa; en cualquier escrito que tome su apellido en serio o en vano; en cualquier atisbo de utilizar alguno de sus giros o frases de letras de sus canciones, habrá que precisar sin duda que hay un antes y un después del Concierto que Sabina ha dado esta noche en Las Ventas. El lugar del mundo donde más ha dejado vibrar su voz y en el que siempre rescata a Unamuno y su “decíamos ayer” con pasmosa facilidad.

Aparentemente Sabina está siguiendo un guión claro que le reporta éxitos sin descanso y que respeta con mucha más disciplina de la que parece: grabar un disco entre la primavera y el verano; hacer una pequeña gira en otoño-invierno; marcharse a Iberoamérica y regresar a España en el albor del verano para ir “in crescendo” mientras se marca a fuego la cita que más acerca los toros a la música, la de Las Ventas. A veces ha sido en septiembre, después de pisar otros recintos. Y esta vez la ha adelantado a junio, al comienzo del “tour” que le va a tener unos meses dando vueltas. Pero en todo caso, el esquema sonaba similar. Y si esta vez no lo va a ser y cabe más que nunca atender a los detalles, es porque Sabina, en esas entrevistas “pre-madrileñas” que concede al “Rolling Stone”, al “Hoy por Hoy” y a los suplementos de los viernes que glosan las actividades de la siguiente semana, se ha hinchado a decir que este concierto era su último paseíllo en Las Ventas y que lo que venga, pasará en lugares más íntimos.

La pregunta ahora es si cabe creer a un tipo que adora el mundo taurino y que por tanto es susceptible de cortarse la coleta sin alejar de su vera la goma del pelo con que hacerse otra. Y mucho más si se comprueba el estado de forma aparentemente formidable con que afronta este periplo. Es cierto, él mismo lo ha admitido, que Las Ventas le supone en sus días previos una encerrona en casa, mal humor, un cuidarse especialmente y cierto ataque de pánico. Se puede comprender que alguien que lo ha sufrido en varias ocasiones, decida que no lo quiere repetir. Pero en honor a esas musas a las que canta y ripia, sería profundamente injusto dejar pasar su estado de gracia.

El Concierto de Sabina en Las Ventas no sólo ha desvelado la emoción de canciones que no envejecen envueltas en la emotividad del anunciado epílogo. Es que ha sido un prodigio en los detalles, que desvelan muchos más ensayos y preparación de los que seguramente la imagen canalla de Sabina quiera admitir. Si el Maestro tiene pereza de repetir el bucle de grabar, tocar en España en invierno, viajar, vivir su ataque de pánico y volver a disfrutar en Las Ventas, tiene otras soluciones que matar la pulga a cañonazos. Sus músicos, sus muchos amigos y los cercanos seguro sabrán dárselas. Pero no puede irse ahora, no ya porque se haya hecho imprescindible, ni porque en el Metro a la vuelta se vea que su público es uno de los más heterogéneos. Y ni siquiera porque él ya sea un mito en vida, con lo difícil que es para los de Úbeda llegar a serlo. Es que Sabina ha encontrado el punto a su música. Y lo tiene todo en orden, depresión del pasado incluida, para forjarse en lo mejor. La angustia de Las Ventas le acosa y le desnuda: ante los retos más desafiantes, Sabina se supera. La solución no es dejar de atreverse a afrontarlos.

Imagino que a esta misma hora los críticos forjan palabras en las que leeremos cosas de todo color. Y tampoco se puede hacer demasiado caso a estas tan humildes, porque nacen desde la admiración profunda. Pero ciñámonos a hechos. Sabina es un tipo de 61 años capaz de aguantar casi 3 horas en un escenario sin perder el pulso. Con muchas canciones dignas de elevarse y que han encandilado a generaciones. Y sobre todo, es un músico a quien en ninguna faceta se le ve un solo síntoma de agotamiento. Hasta la voz, excusa más recurrente, la ha asociado a su figura. Por eso marcharse sería perder demasiado para el Olimpo. Huir sería comprensible siempre y cuando hubiera razones para hacerlo. Y quedarse en casa acabaría motivando un nuevo Praga al que tal vez en esta ocasión no pudiera unirse el hechizo de Benjamín Prado. Decir “adiós”´de golpe, sin que haya un sólido “argumentario”, haría brotar en el alma el chorro de una puñalada...

Así que Sabina está entero y su música también. Ayer fue presuntamente el epílogo en Las Ventas. Se hablará de ello y con suerte, no lo será y el título de este relato resultará erróneo y anacrónico. Ojalá. Bendito Amén.

Fuente: amingarro.spaces.live.com

28 junio 2010

El sueño sigue en pie

fiesta celeste y blanca

18 junio 2010

Sólo vale lo que la memoria retiene


La experiencia personal y las lecturas sólo valen lo que la memoria haya retenido de ellas. Quien haya leído con alguna atención mis libros sabe que, más allá de las historias que van contando, lo que allí hay es un continuo trabajo sobre los materiales de la memoria, o, para decirlo con más precisión, sobre la memoria que voy teniendo de aquello que, en el pasado, fue memoria sucesivamente añadida y reorganizada, en busca de una coherencia propia en cada momento suyo y mío. Tal vez esa deseada coherencia sólo empiece a dibujar un sentido cuando nos aproximamos al final de la vida y la memoria se nos presenta como un continente a redescubrir.

José Saramago-Fragmento de Cuadernos de Lanzarote 1993/1995

09 junio 2010

"...un hombre alado extraña la tierra"

"Me verás volar
por la ciudad de la furia,
donde nadie sabe de mí
y yo soy parte de todos.

Con la luz del sol
se derriten mis alas.
Solo encuentro en la oscuridad
lo que me une
con la ciudad de la furia.

Me verás caer
como una flecha salvaje,
me verás caer
entre vuelos fugaces.
Buenos Aires se ve
tan susceptible...
Ese destino de furia es
lo que en sus caras persiste.

Me dejarás dormir al amanecer
entre tus piernas,
entre tus piernas.
Sabrás ocultarme bien y desaparecer
entre la niebla,
entre la niebla.
Un hombre alado prefiere la noche.

Me verás volver,
me verás volver
a la ciudad de la furia..."

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”