20 noviembre 2011

El concepto de historia de Walter Benjamin

Las Tesis sobre el concepto de historia es la última obra de Walter Benjamin. No se trata de una obra acabada: trabajaba en ella poco antes de su muerte. Las Tesis proponen una visión de la historia distinta a la de los vencedores. Es una “visión de los vencidos”, que cuestiona la historiografía positivista y sus implicaciones ideológicas y prácticas.
Como sabemos, Walter Benjamin no formó rigurosamente parte de la Escuela de Frankfurt. Su ingreso al mundo académico no fue exitoso. Su relación más estrecha fue con Theodor W. Adorno, con quien discutió mucho sobre temas estéticos (Cfr. de Eugene Lunn, Marxismo y modernismo, FCE, 1986). Ahora bien, su afinidad con las preocupaciones centrales de los frankfurtianos se expresa en su abordaje del problema de la reificación, su crítica de las antinomias de la Ilustración y de las tendencias autoritarias de la misma.

Las Tesis sobre el concepto de historia se mueven en dos vías:
a) Una, que va en la misma vía de la teoría crítica, en el sentido de oponerse al pensamiento afirmativo, positivista, que está detrás del concepto de historia dominante en la Modernidad.
b) La otra, que contraviene el carácter ilustrado de la Escuela de Frankfurt (ilustración crítica o negativa), es la visión “mesiánica” de la historia, esto es, teológica, pero no idealista.
Estas vías son aparentemente contradictorias. Desde el punto de vista de la Modernidad ilustrada, pueden parecerlo. Lo que sucede es que, de fondo, está el problema de romper radicalmente con lo que, a juicio de Benjamin, es el resorte que garantiza el carácter afirmativo de la Ilustración: la ilusión de omnipotencia de la actitud positivista ante la historia, que aparenta ser irrebatible e incontestable. Benjamin niega esto de manera radical. Su estrategia es negarse a seguir el flujo histórico del progreso positivista (que tiene consecuencias catastróficas para la humanidad) y optar por lo que se queda al margen de ese flujo, esto es, por todo lo que cuestiona la racionalización totalizadora.

(I)
Esta aparente contradicción entre crítica ilustrada de la ilustración —el materialismo dialéctico— y los elementos desarraigados por el proyecto iluminista —la teología— se ve en el fragmento I de las Tesis. El que la teología se vea fea en el contexto de una cultura dominada por la ominipotencia del positivismo, esto es, de la racionalidad afirmativa, sólo bordea la cuestión. Para Benjamin en “la teología” hay un carácter mesiánico-utópico-negativo.

(II)
La concepción ilustrada de Historia es el modelo de Progreso: avance —y despliegue— lineal y ascendente de la racionalidad. El pasado es marginado, es tiempo desechado. Para Benjamin, el pasado tiene una fuerza subvertidora del progreso ilustrado, puesto que en el pasado hay una promesa incumplida de felicidad. La felicidad se aproxima a la redención. La idea de redención significa que el presente está condenado. La historia es la historia de explotación y de derrota de los débiles. La débil fuerza mesiánica de la que aquí se habla es la fuerza que tenemos para subvertir el rumbo de la historia. Es débil porque no es omnipotente.

(III)
En este fragmento, Benjamin discute sobre cuestiones de método historiográfico. La perspectiva historiográfica hegeliana considera el progreso histórico desde los grandes acontecimientos, personajes destacados, etc. Esta perspectiva no es aséptica, sino que expresa la exclusión de los vencidos de la historia. De ahí que para Benjamin es preciso incluir los acontecimientos grandes y los pequeños, en tanto “nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia”. “Sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos. Cada uno de sus instantes vividos se convierte en un punto en la orden del día, día éste que es precisamente el día del Juicio final”.

(IV)
Benjamin, que adscribe su pensamiento dentro del materialismo histórico, plantea que lo que define las luchas revolucionarias no es tan sólo “la lucha por las cosas toscas y materiales”, sino también los elementos espirituales, que juegan un papel importante en la lucha. Es decir: la mera carencia de elementos materiales que sirven para satisfacer la necesidad de supervivencia no es suficiente para entender las luchas sociales. Esto sería una interpretación economicista del materialismo histórico. No, también esos elementos espirituales son igualmente importantes, pues “están vivas en esta lucha en forma de confianza en sí mismo, de valentía, de humor, de astucia, de inhcondicionalidad, y su eficacia se remonta en la lejanía del tiempo”, puesto que “van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que favorecieron a los dominadores”.

(V)
Ahora bien: el pasado no es algo estático. El positivismo lo representa como algo inmóvil, pasivo, muerto, rendido en su suprema cosificación. Recordemos que ya Adorno había dicho que toda reificación es olvido. Para Benjamin, “la imagen del pasado pasa de largo velozmente.” El pasado es un destello. Esto es lo que encierra la noción de “memoria histórica”. La memoria histórica necesita atrapar ese destello del pasado, puesto que en él se juega la verdad del presente, “porque la imagen del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella”. ¿Por qué se afirma esto? Porque desde la perspectiva del progreso, se vive en un eterno presente. El pasado es un punto espacial demasiado lejano para ser reconocible. Las clases oprimidas que son víctimas de la reificación, han olvidado el pasado y su fuerza subversiva.


(VI)
Este fragmento apunta a una cuestión hermenéutica, que contraviene la historiografía positivista, que presume de “conocer” el pasado “tal como verdaderamente fue”. El pasado se interpreta. El problema es desde qué perspectiva y para qué interpretarlo. El pasado, “como verdaderamente fue”, oculta una visión afirmativa del status quo.
La historiografía crítica debe “articular históricamente el pasado”, para interpretarlo desde la perspectiva de los vencidos para ayudar a redimir su historia de explotación. Por ello, afirma Benjamin que articular el psado es “apoderarse de un refuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado y desentrañar de él su potencial negativo. También en ello se manifiesta la visión monadológica de Benjamin, según la cual los fragmentos expresan la totalidad en la que actúan dialécticamente.
El autor ha mencionado la necesidad de atrapar la imagen que se presenta “en un instante de peligro”: “el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante”, esto es, el peligro de ser cosificada. La tradición puede cosificarse para ser instrumento de sumisión. Esa tradición está llena de muertos, de muertos que claman justicia porque no han dejado de ser derrotados. Auschwitz, el 32, no son hechos históricos petrificados, sino que se repiten en la medida en que los olvidamos. De ahí la advertencia que cierra el fragmento: “tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.

(VII)
¿Desde dónde se escribe la historia dominante? Desde la perspectiva de los vencedores de la historia: “Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal”. El nombre que recibe dicho botín, es decir, los despojos de los vencidos, es el de “bienes culturales”.
Benjamin desmitifica la concepción de “cultura” como algo sublime y ajeno a las luchas sociales. Al contrario, la cultura se configura en virtud de esas luchas sociales. No hay cultura inocente: todas las culturas están imbuidas de los intereses de los vencedores de la historia. Así se entiende por qué Benjamin plantee que “no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. La alta cultura es la manifestación de la barbarie.
Por tanto, una historiografía crítica debe apartarse de la cultura dominante. En esto, epistemología y ética se interpelan mutuamente: “Por eso el materialista histórico se aparta de ella [de la cultura dominante y de las formas de transmisión de esa cultura] en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo”.

(VIII)

La historia vista desde los oprimidos muestra que la barbarie no es excepcional, sino la regla de la historia dominante. Esta cuestión interpretativa es crucial. Hechos como el fascismo no son un “estado de excepción” dentro de una totalidad racional, sino su confirmación.


(IX)
La tesis del Angelus novus representa la concepción ilustrada de progreso, denunciando su irracionalidad.

(X)
Esta tesis es derivada de la anterior. Denuncia cómo la concepción ilustrada de progreso reaparece también en la izquierda: “La fe ciega de estos políticoos en el progreso, la confianza en su ‘base de masas’ y, por último, su servil inserción en un aparato incontrolable no han sido más que tres aspectos de la misma cosa”. El pensamiento se hace cómplice de la concepción de la historia que sirve a la clase dominante. Esta idea se conecta con la de “peligro”: el de servir a dicha clase.

(XI)
En la undécima tesis, Walter Benjamin critica la idea de progreso presente también en la socialdemocracia y que penetra en los grupos subalternos: “No hay otra cosa que haya corrompido más a la clase trabajadora alemena que la idea de que ella nada con la corriente. El desarrollo técnico era para ella el declive de la corriente con la que creía estar nadando”. El desarrollo técnico, entonces, produce la ilusión de que la lucha revolucionaria es seguir la corriente del progreso histórico.
El culto del materialismo vulgar al trabajo —sin hacer la crítica del trabajo explotado, cosa que sí hace Marx— oculta la explotación humana tras una visión idílica de la explotación de la naturaleza.

(XII)
Resulta llamativa esta aseveración epistemológico-política: “El sujeto del conocimiento es la clase oprimida misma, cuando combate”. Para Benjamin, es completamente radical y subversivo el planteamiento de Marx que asegura que la clase obrera es la vengadora de los vencidos del pasado y no “la redentora de las generaciones futuras”.

(XIII)
¿En qué consiste la radicalidad del materialismo histórico? En plantear que no es posible un cambio histórico si no se empieza por cambiar la concepción de historia. En esto radica la crítica a la socialdemocracia, que defiende la misma concepción de historia que las clases dominantes: un concepto de tiempo progresivo en el que “no pasa nada”.

(XIV)
El concepto de “tiempo-ahora” es la ruptura con esa concepción del tiempo como progreso. El tiempo-ahora es un “salto dialéctico”. Se contrapone aquí la moda a la revolución. La primera es un salto “en la arena de la clase dominante”, la segunda, un salto “bajo el cielo libre de la historia”.

(XV)
La revolución es un salto que rompe con el continuum de la historia. Para ello, instaura otro tiempo.

(XVI)
El materialismo histórico suspende el presente para poder escribir la historia por cuenta propia. Para el historicismo, el pasado es eterno: para el materialista histórico, el pasado es singular por el potencial redentor que puede despertar.

(XVII)
Crítica a la idea de historia universal: “su principio es aditivo: suministra la masa de hechos que se necesita para llenar el tiempo homogéneo y vacío”.
Principio constructivo del materialismo histórico: Constelación-shock-mónada-detención mesiánica del acaecer-oportunidad revolucionaria.


XVIII
Crítica de la apropiación socialdemócrata del tiempo mesiánico y de su lectura de éste, no como “idea”, sino como “ideal”, como “tarea infinita”, que esteriliza la lucha revolucionaria.

A
Crítica al historicismo, en tanto encuentra “un nexo causal” entre hechos históricos. Lo histórico lo define el carácter de constelación revolucionaria.

B
“El encantamiento del futuro” está presente en la concepción ilustrada de historia como progreso. El futuro es algo que sirve como anestesiante de las energías revolucionarias.

FUENTE: filopaque.blogspot.com/

No hay comentarios:

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”