21 octubre 2012

Carta a mi madre / Juan Gelman

CARTA A MI MADRE 
(GINEBRA, PARÍS, JULIO 1984 
PARÍS, NOVIEMBRE 1987)

a Teodora

recibí tu carta 20 días después de tu muerte y cinco minutos después de saber que habías muerto / una carta que el cansancio, decías, te interrumpió / te habían visto bien por entonces /aguda como siempre / activa a los 85 años de edad pese a las tres operaciones contra el cáncer que finalmente te llevó/

¿te llevó el cáncer? / ¿no mi última carta? / la leíste, respondiste, moriste / ¿adivinaste que me preparaba a volver? / yo entraría a tu cuarto y no lo ibas a admitir / y nos besábamos / nos abrazamos y lloramos / y nos volvemos a besar / a nombrar / y estamos juntos / no en estos fierros duros /

vos / que contuviste tu muerte tanto tiempo / ¿por qué no me esperaste un poco más? / ¿temías por mi vida? / ¿me habrás cuidado de ese modo? / ¿jamás crecí para tu ser? / ¿alguna parte de tu cuerpo siguió vivida de mi infancia? / ¿por eso me expulsaste de tu morir? / ¿como antes de vos? / ¿por mi carta? / ¿intuiste? /



nos escribimos poco en estos años de exilio / también es cierto que antes nos hablamos poco / desde muy chico, el creado por vos se rebeló de vos / de tu amor tan estricto / así comí rabia y tristeza / nunca me pusiste la mano encima para pegar / pegabas con tu alma / extrañamente éramos juntos /

no sé cómo es que mueras / me sos / estás desordenada en mi memoria / de cuando yo fui niño y de pronto muy grande / y no alcanzo a fijar tus rostros en un rostro / tus rostros es un aire / una calor / un aguas / tengo gestos de vos que son en vos / ¿o no es así? / ¿imagino? / ¿o quiero imaginar? / ¿recuerdo? / ¿qué sangres te repito? / ¿en qué mirada mía vos miras? / nos separamos muchas veces /

19 octubre 2012

Tras siete años de ausencia, la pianista Martha Argerich vuelve a tocar en Argentina


 La pianista Martha Argerich, la presencia argentina más importante en el mundo musical, volverá a tocar en el país luego de siete años con un ciclo de conciertos que se inaugurará hoy en el Teatro El Círculo de Rosario.
Argerich, de 71 años, radicada en Bruselas, reaparecerá para interpretar un programa con obras de Wolfgang Mozart, Johannes Brahms, Franz Liszt, Dmitri Shostakovich, Serguei Rachmaninoff, Darius Milhaud y Astor Piazzolla.
La pianista quebrará una ausencia que se extiende desde los conciertos que ofreció en el Luna Park y el Coliseo en 2005.
En Rosario tocará en tres encuentros, hoy, mañana y el jueves 25, a partir de las 21, en el Teatro El Círculo.
La serie de presentaciones de Argerich se completará con un concierto el miércoles 23 en el teatro municipal de Tres de Febrero de la ciudad de Paraná.
El principal ladero de Argerich en este ciclo será el pianista rosarino Daniel Rivera, radicado en Italia desde hace 38 años y habitual acompañante de la intérprete en los reducidos círculos que todavía transita, como el Festival de Lugano, en Suiza.
Argerich y Rivera asumirán esta noche un repertorio conformado por la “Sonata en Re mayor KV 381”, de Mozart (tocado a cuatro manos); y, a dos pianos, “Variaciones sobre un tema de Haydn, Op 56b”, de Brahms; “Poema Sinfónico Les Preludes”, de Liszt; “Concertino en La menor, Op. 94”, de Shostakovich; “Suite Nº 2 Op. 17”, de Rachmaninoff y “Suite Scaramouche”, de Milhaud.
Mañana, en tanto, se sumará el bandoneonista Néstor Marconi y el trazado musical de Mozart, Liszt y Milhaud se completará con “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla, “Astoriando”, de Luis Bacalov; y “Para el recorrido”, de Néstor Marconi.
El concierto del jueves 25 servirá para presentar el Martha Argerich Present Project (MAPp), el programa de estímulo para los jóvenes pianistas bajo el estilo interpretativo de la propia Argerich.
Argerich ofrece en la actualidad escasos conciertos pero sus recopilaciones en discos mantienen plena vigencia, con énfasis en autores del siglo XIX (Chopin, Beethoven, Liszt, Tchaikovsky, Brahms).
Nacida en Buenos Aires el 5 de junio de 1941, la pianista tuvo a su madre como primera maestra de música. En 1955, el presidente Juan Perón envió a su padre como agregado económico a la embajada en Viena (Austria) con el objetivo de asegurarle a Argerich la mejor educación musical. Allí comenzó a estudiar con el maestro austríaco Friedich Gulda, su mentor. Y más tarde, en Ginebra, continuó sus estudios con Madeleine Lipatti y Nikita Magaloff. En Buenos Aires, Vicente Scaramuzza los había precedido en la misma tarea de contener el espíritu rebelde de la alumna.
En 1957 ganó el Premio Busoni de Bolzano y el concurso de Ginebra; en 1965 se adueñó del premio Chopin de Varsovia. A los 24 años ya era una pianista reconocida internacionalmente.
A principios de los 80, Argerich decidió no hacer más presentaciones como solista y así lo cumplió hasta marzo de 2000 cuando tuvo una triunfal reaparición en el Carnegie Hall de Nueva York.
FUENTE:  www.eldia.com.ar

16 octubre 2012

El paseo repentino/Franz Kafka

"Te lo ruego, papá, comprende lo que te digo, todos estos detalles no habrían tenido importancia por sí solos. Me deprimían únicamente por el hecho de que tú, el hombre que tan enormemente ha influido en mi vida, sin embargo, no observaba los mandamientos que imponía. Por ello subdividí el mundo en tres partes: una, en la cual vivía yo, el esclavo, bajo leyes que sólo habían sido inventadas para mí y a las que yo, por otra parte —sin saber por qué— nunca más podía cumplir en forma satisfactoria: luego un segundo mundo, infinitamente lejos del mío, en el cual vivías tú, ocupado en gobernar, emitir las órdenes y disgustarte a causa de su incumplimiento; finalmente un tercer mundo, en el cual vivía el resto de la gente, feliz y sin órdenes ni obediencia. Desde muy temprano tú me prohibías la palabra. Te recuerdo siempre amenazante "¡Ni una palabra de réplica!" y levantando la mano al mismo tiempo. Cuando se trata de tus asuntos, tú eres un excelente orador y yo adquirí en tu presencia un modo de hablar entrecortado, tartamudeante, y aun eso era demasiado para ti: finalmente me quedé callado, primero acaso por terquedad y más adelante, debido a que en tu presencia no podía ni pensar ni hablar. Tú me decías: "Ni una palabra más" y con ello querías acallar en mí las fuerzas contrarias que te eran desagradables. Pero tal influjo era demasiado fuerte para mí, yo era demasiado obediente y enmudecí del todo, me oculté de ti y sólo osaba moverme cuando estabas tan lejos que tu poder, cuando menos directamente, ya no me alcanzaba".
    Frank Kafka, “Carta al padre”, nov. 1919

EL PASEO REPENTINO
Frank Kafka (Chequia, 1883-1923)

10 octubre 2012

Encontraron a la nieta 107 y es cordobesa

Lo anunció Abuelas. Es hija de Carlos Oviedo y María de las Mercedes Moreno. Esta última vive y tiene otras tres hijas.

En la cuenta re-gresiva para su 35° aniversario, que festejarán el próximo 22, las Abuelas de Plaza de Mayo confirmaron ayer la restitución de la nieta apropiada 107, quien es hija de Carlos Héctor Oviedo y María de la Mercedes Moreno.
Se trata de una joven cordobesa, que nació durante el cautiverio de su madre en la Maternidad Provincial de Córdoba el 11 de octubre de 1978. Ahora se reencontrará con su madre biológica y con tres hermanas. “Aún no la vi, tengo muchas ganas de abrazarla y de decirle que siempre supe que estaba viva”, señaló María de las Mercedes, respecto de su hija recuperada.
El anuncio fue formulado en Buenos Aires por la titular de Abuelas, Estela de Carlotto, quien estuvo acompañada por María de las Mercedes y las otras tres hijas de esta.
También asistieron la abogada que llevó adelante el caso, María Esther Sánchez, y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba, Sonia Torres.
Carlotto explicó que María de las Mercedes “visitaba a su marido, quien estaba como preso común en un penal cordobés, y allí también había presos políticos detenidos clandestinamente, con los que ella se solidarizó y comenzó a sacar del penal las cartas que escribían a sus familiares”.
Según la historia que se logró reconstruir, el 26 de septiembre de 1978 fue secuestrada, cuando cursaba un embarazo de siete meses, y llevada al departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba, más conocido como “D2”, centro clandestino de detención dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército, entonces bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez. Allí permaneció en condición de detenida desaparecida y sufrió tormentos varios, hasta que recuperó su libertad en 1979.
Carlotto detalló que el 11 de octubre de 1978, María de las Mercedes fue trasladada a la Maternidad Provincial, donde encadenada dio a luz a una niña de la que fue separada inmediatamente. Luego los militares la restituyeron nuevamente al D2, aunque ya sin su hija.
Por su mal estado de salud, a los pocos días volvieron a internarla en la Maternidad y, desde el 27 de noviembre de 1978, permaneció alojada como “detenida especial” en la Unidad Penitenciaria Buen Pastor. Fue liberada el 7 de abril de 1979.
Cuenta regresiva. Desde ese mismo día María de las Mercedes inició la búsqueda desesperada de su hija, con recorridas incluyeron visitas a la Casa Cuna y a Juzgados de menores, hasta que terminó formalizando una denuncia ante la Fiscalía Federal N°3.
Carlotto comentó que fue Paola, una de las hijas de la mujer, quien tomó contacto con la Comisión Nacional por el Derecho a la Indentidad (Conadi), organismo que posibilitó la inclusión de las muestras de ADN de esta familia en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Luego, con la ayuda de Abuelas, vino la constitución como querellantes ante el Juzgado Federal N°3, a cargo de Alejandro Sánchez Freytes.
En mayo pasado el juez se declaró incompetente para considerar si se trataba de un delito de lesa humanidad. Pero esa resolución fue apelada, hasta que finalmente la Cámara Federal de Apelaciones ordenó el entrecruzamiento de las muestras de sangre.
La joven fue citada y accedió a efectuarse el análisis de ADN el pasado 5 de septiembre, con lo cual se terminó de confirmar su verdadera identidad.
Carlotto destacó la fortaleza de María de las Mercedes. “Esta madre, viuda, quedó sola y siempre buscó a su hija, junto a sus otras hijas, así que mi optimismo es que esta joven que es madre y puede saber lo que sentiría ella si le arrancan un hijo, va a querer saber y encontrarse con una madre que la está esperando para abrazarla”, señaló.
A su turno, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda, destacó la “alegría” que implica “recuperar esta identidad, que es recuperar un pedazo de la Argentina destrozada por el terrorismo de Estado”.
“Los hermanos que hoy recuperan su identidad se incorporan a un país con memoria, verdad y justicia, lo que ayuda a dimensionar la tragedia que hemos vivido pero también dimensionar la vida con identidad, de qué amor surgimos”, concluyó Fresneda.



http://www.lavoz.com.ar/



03 octubre 2012

Una nueva igualdad después de la crisis

Fragmento de la conferencia del historiador Eric Hobsbawm en el Word Political Forum.

     
El “Siglo breve”, o XX, fue un período marcado por un conflicto religioso entre ideologías laicas. Por razones más históricas que lógicas, fue dominado por la contraposición de dos modelos económicos –e incluso dos modelos excluyentes entre sí–: el “Socialismo”, identificados con economías centralmente planificadas de tipo soviético, y el “Capitalismo”, que cubría todo el resto.

 Esa contraposición, aparentemente fundamental, entre un sistema que ambiciona sacar del medio del camino a las empresas privadas interesadas en las ganancias (el mercado, por ejemplo) y uno que pretendía liberar al mercado de toda restricción oficial o de otro tipo, nunca fue realista. Todas las economías modernas deben combinar público y privado de varios modos y en varios grados, y de hecho hacen eso. Ambas tentativas de vivir a la altura de esa lógica totalmente binaria, de esas definiciones de “capitalismo” y “socialismo”, fallaron. Las economías de tipo soviético y las organizaciones y gestiones estatales no sobrevivieron a los años ´80. El “fundamentalismo de mercado” anglo-norteamericano quebró en 2008, en el momento de su apogeo. El siglo XXI tendrá que reconsiderar, por lo tanto, sus propios problemas en términos mucho más realistas.

26 septiembre 2012

Entrevista a Alejandra Pizarnik

El sol es poético y no es literario. Cualquier objeto y cualquier sujeto puede ser poético sin ser literario.

El escritor Alberto Lagunas entrevistó a Alejandra Pizarnik inmediatamente después de que ella ganara el primer premio en el concurso a la producción literaria de 1965 por “Los trabajos y las noches”, organizado por la Municipalidad de Buenos Aires.

Este reportaje fue publicado en 1966 en un diario de Rosario de escaso tiraje, ya desaparecido.
Tanto las preguntas como las respuestas fueron hechas por escrito, de manera que la palabra de la poeta se presenta sin ninguna alteración.

EL REPORTAJE

A.L: ¿Sabe realmente cuándo comienza a escribir un poema, en otras palabras, cree en la inspiración?
A.P.: No puedo creer en la “inspiración”. Pero no se trata de una creencia sino de asistir a una evidencia.

A.L.: ¿Cómo “trabaja’ o “siente” la poesía que hace?
A.P..: Casi siempre trabajo mis poemas a larga distancia. Me importa mucho el rol de la noción de distancia en la compleja relación autor-poema. Pero distancia, en lengua argentina, suele equivaler a frialdad. Ignoro el sentido de este término y agrego que necesito más inspiración (o como quiera llamarse) para trabajar un poema que para alumbrarlo (verbo más adecuado a la segunda etapa, la del trabajo, que no conviene llamar trabajo por su connotación utilitaria). No sé qué otro término podría emplearse pero yo hablaría de intento de curación o de reparación del poema, lo cual no tiene relación alguna con el acto aplicado y escolar de corregir cuartillas con fines de perfección externa de eso que llaman forma.

A.L.: ¿Qué significan para Usted los premios?
A.P..: Una cierta suma de dinero. En cuanto a los premios honoríficos, o sea sin billetes, les quito todo derecho de autodenominarse premios.

A.L.: ¿Cómo ve el panorama literario argentino?
A.P..: No logro verlo. En cambio, vislumbro el panorama literario latinoamericano: Vale la pena frecuentarlo.

A.L.: ¿Qué nombres marcarían el siglo XX literario?
A.P..: Kafka, Breton, Joyce, Sigma

A.L: ¿Se atrevería a definir la poesía?
A.P..: No. No me atrevería.

A.L.: ¿Habría diferencia entre “lo poético’ y “lo literario’?
A.P..: Hay inmensas diferencias. El sol es poético y no es literario. Cualquier objeto y cualquier sujeto puede ser poético sin ser literario.

Por otra parte, hay que distinguir entre lo poético y el poema, comoasí también entre lo literario y la literatura. O sea, lo poético y lo literario son atributos inmanentes de sujetos y objetos variados.

La alquimia poética o la alquimia literaria puede hacerlos “visibles’ como diría Paul Klee, y esesta una de las razones por las que la poesía y la literatura son apasionantes.

A.L.: ¿Qué le preocupa más cuando da a conocer un libro de poesías?

A.P..: Cuando doy a conocer un libro de poesías nada me preocupa porque me alegra demasiado la perspectiva de quitarme de encima el peso de mis poemas, tan livianos cuando dejan de ser míos o inéditos y cuando algún lector privilegiado los asume y, así, me ayuda a compartir el terrible peso de la palabra solitaria, que deja de serlo gracias a esta operación maravillosa como es el encuentro entre un lector y un poema.

A.L.: ¿En qué está trabajando actualmente?

A.P..: Estoy esperando que sea octubre para ver publicado por Sudamericana mi sexto libro de poemas: “Fragmentos para dominar el silencio” (1). Entretanto, trabajo en poemas nuevos (creo que nuevos en todos los sentidos de esta palabra ambigua) que constituirán un séptimo libro de poemas. Aún no tiene título pero yo lo llamo “J.B.” por Jerónimo Bosch (algunos poemas se relacionan con dos cuadros de él). En fin ignoro si se trata de un libro o de una prueba en el sentido trágico y antiguo, cuando el destino probaba a una criatura humana infligiéndole alegrías y desdichas peculiares. Pero prefiero no seguir hablando de lo que aún no es.

16 septiembre 2012

A 36 años de la Noche de los Lápices

Manifestantes recuerdan con una marcha a los estudiantes desaparecidos el 16 de septiembre de 1976.
   
El 16 de septiembre se conmemora el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios en recuerdo de la operación conocida como la “Noche de los lápices”, que se desarrolló en 1976, y que implicó el secuestro y desaparición de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, que habían luchado en defensa del boleto estudiantil.

En la madrugada del 16, entre las 0.30 y las 5 fueron secuestrados de los domicilios donde dormían diez estudiantes secundarios y militantes de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), de los cuales seis permanecen desaparecidos.

Después de 35 años, el 11 de septiembre de 2011, el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de La Plata inició el juicio por delitos de lesa humanidad en el denominado "Circuito Camps" durante la dictadura cívico militar, en perjuicio de 280 víctimas, entre las que se encuentran los jóvenes secuestrados, y que aún no tiene sentencia.

FUENTE: tn.com

08 septiembre 2012

A 37 años del "Adiós Sui Generis" / Un recital que marcó un antes y un después en nuestro rock

Sui Generis representó una época muy importante para la música nacional. Dentro del rock, fue el punto de partida para toda una generación que no se sentía reconocida.

El dúo nació de la mente de Charly García mientras estudiaba en el colegio "Dr. Dámaso Centeno". Allí, conoció a Nito Mestre, que se convirtió en su fiel socio musical.

Con letras interesantes y profundas, Sui Generis se convirtió en el grupo más escuchado a principios de los setenta.

Con el primer disco Vida (1972), el estilo folk norteamericano los llevó rápidamente a la popularidad. Con el segundo trabajo, Confesiones de Invierno (1973), el grupo se instaló de forma definitiva.

Pasaron los años y para 1975 Sui Generis era un referente en la escena musical local. En ese año tomaron la decisión de parar y hacer un show a lo grande.

Así surgió el Adiós Sui Generis en el Luna Park, el 5 de septiembre, con un lleno total y gente que quedó afuera. Esto fue algo inusual para nuestra música.

Las 11 mil localidades puestas en venta se agotaron dos semanas antes del show. A pedido del público se agregó una segunda función para la misma noche, en total: 25.600 espectadores.

“Como con Charly seguimos en la misma profesión, nos parece que no pasó tanto. Es una fecha importante para todos los seguidores y le tengo un grato recuerdo.  Fue el primer show multitudinario de rock que hubo en la Argentina”, recordó Nito Mestre a La Viola Web.

La semana pasada, el músico subió al escenario, durante el show que Charly García dio en el Luna Park para presentar su obra 60x60. Otra vez, el dúo estaba junto ante una multitud en el estadio que fue testigo del adiós.

“No me di cuenta hasta que subí al escenario. En ese momento me vinieron todas las imágenes de aquella época. Fue algo muy fuerte”, reconoció el cantante.

La película

El director Bebe Kamin fue el encargado de inmortalizar ese momento tan glorioso para nuestra música.
Contó con cuatro cámaras, dirigidas por el cineasta, que grabaron varias partes del concierto, además de entrevistas al público presente afuera del Luna Park.

Posteriormente, se grabaron videoclips con la música del mismo concierto, como es el caso de "Mr. Jones" y "Nena".

La película llevó el nombre de "Adiós Sui Géneris" y fue certificada para mayores de 18 años. Irónicamente, quién certificó la película fue satirizado el año anterior,  como el "Señor Tijeras".

“Fue una experiencia muy importante. Fui convocado por Leopoldo Torres Nilson (productor de la película). Este documental lo pudimos hacer con un grupo de gente valiosa y muy trabajadora. Se trata de un proyecto que se realizó en un momento muy complicado y esto trasciende el concierto, era un momento muy problemático con muchas situaciones críticas en lo político, social, entre otros puntos. Las víctimas de todo esto fue la gente joven y ese concierto de alguna manera fue una expresión de lo reprimido, la posibilidad de expresión propia que tenía la juventud de ese momento”, le contó Kamin a La Viola Web.

Un fan muy especial

Dentro de esa multitud se encontraba un joven Norberto “Ruso” Verea. Un fanático de la música que no se perdió la posibilidad de estar en ese lugar. Sabía que era un momento muy especial que marcaría un antes y un después.

“Era la despedida de un grupo importante y no me lo quería perder. En aquella época el rockero escuchaba distintos estilos. No es como ahora que escuchan a un determinado grupo. A mí me gustaba Pappo, Pescado Rabioso y Sui Generis. No era un gran seguidor del grupo pero tenía ganas de disfrutar de su música”, le contó Verea a La Viola Web.

Discografía de Sui Generis
Vida (1972)
Confesiones de invierno (1973)
Alto en la torre (simple) (1974)
Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974)
Adiós Sui Generis (1975)
Antología (1991)
Adiós Sui Generis Parte 3 (1995)
Sinfonías para adolescentes (2000)
Si (2001)

FUENTE: LA VIOLA |Miércoles 5 de Septiembre del 2012

05 septiembre 2012

Ícono de toda una generación, líder, leyenda

Freddie Mercury
5 de septiembre de 1946 / 24 de noviembre de 1991
                        

04 septiembre 2012

El ojo de la patria/Osvaldo Soriano

[...]
   ­Se viene un milagro ­dijo el cura y a Carré le pareció que escupía en un pañuelo­. Prepare la valija y espere las instrucciones.
   Iba a preguntarle de qué se trataba pero el cura se alejó tosiendo. Carré se levantó y salió despacio.
[...]
   ...A las cuatro de la mañana lo despertó el teléfono mientras la lluvia golpeaba contra la ventana...Levantó el tubo y gritó unos cuantos insultos, exaltado por el miedo y la borrachera. Ya iba a colgar cuando oyó la voz del cura, quebrada por los ruidos de la tormenta.
   ­Terminado, Carré. Muerto. ¿Me oyó? Queme todo y desaparezca que ya pasan a buscar el cadáver.






   La mañana del funeral fue gris y destemplada. Carré llevaba un sobretodo viejo y un sombrero de fieltro para protegerse de la nieve. Desde su escondite alcanzaba a ver el montículo de tierra húmeda y la cruz de madera ordinaria. Entre los cuatro desconocidos que rodeaban el ataúd había una rubia vestida de negro. Un cura regordete masticaba chicle y rezaba en latín. Los otros dos llevaban trajes oscuros y el más alto sostenía un paraguas tan grande que los cobijaba a todos. De vez en cuando la mujer se apartaba el velo para estornudar y sonarse la nariz. El cura calzaba galochas y se envolvía con una bufanda negra. Mientras decía la plegaria sacudía una polvareda de incienso que la brisa se llevaba hacia la arboleda cercana. El mas petiso, que tenía el pantalón enchastrado hasta las rodillas, sostenía una corona de flores como si fuera un maletín. La rubia, que había seguido la ceremonia con la solemnidad de un coronel de infantería, hizo una señal con la mano en la que apretujaba el pañuelo. Al rato, arrastrando cuerdas y palas, aparecieron dos sepultureros que venían de escuchar a los chicos que cantaban frente a la tumba de Jim Morrison.
    Mientras bajaban el ataúd, Carré no consiguió disimular su tristeza. Se dijo que al menos podrían haber contratado a las lloronas del barrio para mostrarle un poco de afecto. Su entierro era tan insignificante y desgraciado como el de Oscar Wilde, que tenía una estatua desnuda y tiesa al fondo del sendero. Por lo menos al escritor lo había acompañado un perro callejero y los confidenciales británicos le sembraron un cantero de petunias que utilizaban para entregar sus mensajes a los enlaces de la Security.

26 agosto 2012

Graffiti / Julio Cortázar

A Antoni Tàpies

Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

24 agosto 2012

Jorge Luis Borges / Pierre Menard

Pensar, analizar, inventar (me escribió también) no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Glorificar el ocasional cumplimiento de esa función, atesorar antiguos y ajenos pensamientos, recordar con incrédulo estupor lo que el doctor universalis pensó, es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será.

Pierre Menard (fragmento), de Ficciones

Jorge Luis Borges
Buenos Aires, 24 de agosto de 1899/Ginebra, 14 de junio de 1986

18 agosto 2012

Milonga / Oliverio Girondo


Sobre las mesas,
botellas decapitadas de «champagne» con corbatas blancas de payaso,
baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de «cocottes»
El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso,
contradice el pelo rojo de la alfombra,
imana los pezones, los pubis y la punta de los zapatos.
Machos que se quiebran en corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros,
la jeta hinchada de palabras soeces.
Hembras con las ancas nerviosas,
un poquito de espuma en las axilas y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales.
Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire.
Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro;
mientras en un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas,
como una rueda de cohetes de bengala.
Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.

14 agosto 2012

Eduardo Mallea / La ciudad junto al río inmóvil

" Ella no dijo nada; el sabor del whisky era agradable, fresco y con cierto amargor apenas sensible; el salón servía de refugio a la huida final de la tarde; entró un hombre vestido con traje de brín blanco y una camisa oscura y un pañuelo de puntas castaño saliéndole por el bolsillo del saco - miró a su alrededor y fue a sentarse al lado del mostrador y el patrón levantó los ojos y lo miró y el mozo vino y pasó la servilleta sobre la mesa y escuchó lo que el hombre pedía y luego lo repitió en voz alta; el hombre de la mesa lejana que oía al que hablaba volublemente volvió unos ojos lentos y pesados hacia el cliente que acababa de entrar; un gato soñoliento estaba tendido sobre la trunca balaustrada de roble negro que separaba dos sectores del salón, a partir de la vidriera donde se leía, al revés, la inscripción: "Café de la Legalidad"; ella pensó: ¿por qué se llamará café de la Legalidad? - una vez había visto, en el puerto, una barca que se llamaba Causalidad; ¿qué quería decir Causalidad, por qué había pensado el patrón en la palabra Causalidad, qué podía saber de Causalidad un navegante gris a menos de ser un hombre de ciertas lecturas venido a menos?; tal vez tuviera que ver con ese mismo desastre la palabra Causalidad; o sencillamente habría querido poner Casualidad -es decir, podía ser lo contrario, esa palabra, puesta allí por ignorancia o por un asomo de conocimiento-; junto a la tintorería, las puertas ya cerradas pero los escaparates mostrando el acumulamiento ordenado de carátulas grises, blancas, amarillas, con cabezas de intelectuales fotográficos y avisos escritos en grandes letras negras.
(...)
Estuvieron allí un rato más y luego salieron; echaron a andar por esas calles donde rodaban la soledad, la pobreza y el templado aire nocturno; parecía haberse establecido entre los dos una atmósfera, una temperatura que no tenía nada que ver con el clima de la calle; caminaron unas pocas cuadras, hasta el barrio céntrico donde ardían los arcos galvánicos, y entraron en el restaurante. ¡Qué risas, estrépito, hablar de gentes! Sostenía la orquesta de diez hombres su extraño ritmo; comieron en silencio; de vez en cuando cruzaba entre los dos una pregunta, una réplica; no pidieron nada después del pavo frío; más que la fruta, el café; la orquesta sólo se imponía pequeñas pausas. Cuando salieron, cuando los recibió nuevamente el aire nocturno, la ciudad, caminaron un poco a la deriva entre las luces de los cinematógrafos. Él estaba distraído, exacerbado, y ella miraba los carteles rosa y amarillo - habría deseado decir muchas cosas, pero no valía la pena, callaba. -Volvamos a casa -dijo él-. No hay ninguna parte adonde ir. "

Eduardo Mallea
La ciudad junto al río inmóvil (fragmento)

06 agosto 2012


“Andaba dibujando en un cuadernito, una costumbre que recién adquirí, cuando vi por la televisión, encendida sin sonido, la imagen de Chavela. Di voz al aparato. Se nos fue, escuché. Y me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido. Siempre me culpé por no ser capaz de llorar con la muerte de mis padres, pero esta vez me venció el desconsuelo. Yo nunca me tomé copas con mis ídolos: Bob Dylan, Leonard Cohen o Brassens. Y sí, con Chavela, con la que he cantado, nos hemos abrazado y reído hasta hartarnos. Todas esas veces cuentan y contarán siempre entre las más grandes cosas que me han sucedido en la vida.
“Será difícil, por ejemplo, olvidar cómo la conocí. Fue una noche de hace unos veinte años, en Madrid, en la sala Morasol. Dijo: “Yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”. Y yo tuve que escribirle una canción con esa frase. Ya se había recuperado de su alcoholismo. Calculaba que había bebido algo así como 1,8 millones de botellas de tequila y solía decirme cuando me veía beberlo a mí: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”. Al conocer la triste noticia, que todos veníamos anticipando, he sentido la necesidad de bajar al bar a tomar uno a su salud, aunque el brebaje sin ella siempre será de los malos.
“Aquella primera vez, pedí a Pedro Almodóvar que nos presentara. Al acercarme, escuché cómo él le contaba quién era yo, pues Chavela no tenía la menor idea. “La admiro desde niño”, le dije. “Yo también le admiro mucho a usted”, contestó. Ante la mentira, exclamé. “Vete a la mierda”. Nos fundimos en un largo abrazo que nunca aflojamos hasta ayer mismo, incluso aunque no pudiéramos vernos en su última visita a España, un viaje que quizá no debió hacer, pues no estaba en condiciones. Entonces, yo estaba de gira y a ella la ingresaron en un hospital.
“Con su desaparición, se pierde una manera de cantar llorando, un quejío inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular desde la muerte de Roberto Goyeneche. Ella no vendía una voz, vendía un estilo. Era una maestra en perder la primera al tiempo que ganaba lo segundo. Algo en lo que yo, sin duda, tengo mucho que aprender. En estos momentos de pérdida me digo, como en la canción: ¡Quién pudiera reír como llora Chavela! Y recuerdo estas palabras de Almodóvar: “Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella”.


Joaquín Sabina

30 julio 2012

Fragmento de Fuego en Casabindo / Héctor Tizón

 “Aquí la tierra es dura y estéril; el cielo está más cerca que en ninguna otra parte y es azul y vacío. No llueve, pero cuando ruge su voz es aterradora, implacable, colérica. Sobre esta tierra, donde es penoso respirar, la gente depende de muchos dioses. Ya no hay aquí hombres extraordinarios y seguramente no los habrá jamás. Ahora uno se parece a otro como dos hojas de un mismo árbol y el paisaje es igual al hombre. Todo se confunde y va muriendo. Los que escucharon hablar a los más viejos dicen que no siempre reinaron la oscuridad y la pobreza, que hubo aquí grandes señores, hombres sabios que hablaban con elocuencia, mujeres que parían hijos de ánimo esforzado, orfebres de la madera, de la arcilla y de los metales de paz y guerra, músicos, pastores de grandes majadas y sacerdotes que sabían conjurar los excesos divinos, gente que edificaba sus casas con piedra. Pero eso ocurrió en otros tiempos, antes de que el Diablo, al arribo de los invasores, desguarneciera la puna arreando a este pueblo hacia los valles y llanuras bajas, donde crece el bosque”.

Héctor Tizón

29 julio 2012

Los crímenes de Modesto / Almudena Grandes

Modesto piensa en su vida. Se ha sentado en una mesa, al lado de la ventana, y ha pedido una botella de agua mineral con gas en lugar del café de todas las mañanas. Cuando Modesto renuncia al café es que no tiene un buen día, o que en su paladar resucita la amargura de una vida entera, ese regusto sofocante, arenoso, que no cede a la aparente alegría de un tumulto de burbujas insípidas. Modesto se resigna, aparta el vaso, piensa en su vida.

No es una tarea fácil, porque su primera memoria es como un rompecabezas al que le faltan piezas. Él no tiene recuerdos infantiles de su padre, tampoco de su madre antes de los seis años. Más allá, sólo recuerda a su abuela, que siempre iba vestida de negro en casa, pero se ponía vestidos de colores para llevarle a los comedores del Auxilio Social. Ahora se estremece al recordar aquel luto prohibido, secreto, clandestino, pero entonces le parecía normal. Bastantes problemas tenemos ya, decía su abuela, y él, que no entendía nada excepto eso, que les sobraban los problemas, ni siquiera se atrevía a preguntar.

Cuando su madre salió de la cárcel no la reconoció. Llevaba tanto tiempo esperándola, imaginándola, mirando sus fotos todas las noches, que creía que su encuentro sería como la escena de una película; pero no pudo evitar que aquella mujer delgada, cansada, mayor, que le cogió en brazos con dificultad y los ojos llenos de lágrimas, le pareciera una extraña. Ocho años después, cuando salió su padre, todo fue más fácil. Él ya era casi un hombre y había tenido mucho tiempo, demasiado, para preparar aquel encuentro.

20 julio 2012

Roberto Fontanarrosa

El siguiente texto forma parte del discurso que Roberto Fontanarrosa pronunció en el III Congreso de la Lengua, en Rosario, en el año 2004.


No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la Lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.
La pregunta es por qué son malas las malas palabras,¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando.
Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.
No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo.Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras. Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”.Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar.

ROBERTO FONTANARROSA
Rosario, 26 de noviembre de 1944/Rosario, 19 de julio de 2007

18 julio 2012

AMIA / Sin justicia no hay democracia

                                                                           1994 / 2012

17 julio 2012

QUINO

Quino es un dibujante argentino (Mendoza, 1932). Hijo de inmigrantes españoles, la pérdida de sus padres durante su infancia hizo de él un niño solitario y taciturno, aislamiento que favoreció su dedicación al dibujo desde pequeño, guiado por su tío Joaquín Tejón, dibujante profesional.
Estudió en 1a. Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo y, a los dieciocho años, se marchó a Buenos Aires a probar suerte con sus dibujos. Este primer viaje resultó infructuoso, por lo que, al concluir el servicio militar, volvió a intentarlo, aunque esta segunda vez lo hizo como dibujante publicitario y como tal trabajó varios años hasta que en 1962 el semanario Primera Plana aceptó publicar Mafalda como tira fija. Muy pronto, ese mundo infantil compuesto por arquetipos adultos que reflejaba a la clase media argentina se hizo tan famoso, que en 1965 empezó a publicarse diariamente en el periódico El Mundo para deleite de sus lectores.
En 1968 Mafalda llegó a Europa, primero a Italia y luego a España; donde su éxito fue casi tan rotundo como en Buenos Aires; posteriormente se tradujo a varios idiomas y ganó popularidad en otros países. No obstante, en 1972 es decir a diez años del nacimiento del personaje su autor decidió no volver a dibujarlo, pues hasta entonces había vivido presionado por el ritmo que le imponían las tiras diarias.
A partir de 1973, en que se instaló con su esposa en Milán, publicó varios libros de historietas humorísticas entre los que destaca la serie Mundo Quino, pero nunca alcanzaron la repercusión del legendario personaje y los de su entorno, que, a treinta años de su nacimiento y a más de veinte años de su desaparición, se repiten en pósters, juguetes, postales, camisetas y en todo objeto susceptible de estampación.
En 1990 se acogió a la doble nacionalidad y adoptó la española, pero aunque residió algún tiempo en Madrid, regresó finalmente a Buenos Aires. En 1992 organizó una magna exposición en Madrid en la que exhibió reproducciones tridimensionales de sus personajes gráficos.

14 julio 2012

Horacio Coppola, el fotógrafo que registró cómo crecía Buenos Aires

Por su lente pasaron los más famosos rincones de Buenos Aires, la ciudad en la que nació, y en la que murió ayer, a la edad de 105 años. Y lo hizo en uno de esos días grises en los que la niebla desdibuja los bordes de los edificios porteños, como regalándole un último escenario para una fotografía más.

Nació un 31 de julio de 1906, en una familia acomodada de inmigrantes italianos dedicados a la artesanía, que le transmitieron el gusto por las artes, así como la capacidad de observar la realidad y reflejarla sin artificios. Interesado en el cine, en 1929 fundó el primer Cine Club de la ciudad, y más tarde filmaría varios documentales. “Yo nunca fui un hombre de café, me gustaba la calle, siempre fui un mirón”, diría años más tarde.

Los artistas e intelectuales del momento componían su círculo más íntimo, entre ellos Borges, para el que hizo las fotografías que aparecieron en la primera edición de la obra Evaristo Carriego, en 1930.

Viajó por el Viejo Continente, observando los cambios de comienzos de los años 30, retratando las grandes metrópolis y acercándose a las vanguardias, algo que traería consigo a su vuelta a Buenos Aires, en 1936. Vendrían con él, además, su primera mujer, la fotógrafa alemana Grete Stern y su cámara Leica. Es entonces cuando comienza a fotografiar la ciudad, por encargo de la Municipalidad. Ese trabajo culminaría en su libro Buenos Aires 1936, obra que le dio difusión y reconocimiento y que, para el historiador de la fotografía Abel Alexander “es uno de los primeros fotolibros de la Argentina”.

Aunque en 1969 realizó una importante muestra retrospectiva en el Museo de Arte Moderno, que iría después a varias ciudades estadounidenses, en los años 70 pasó desapercibido. Serían los 80 el momento en que se empieza a valorar su obra, cuando fue invitado desde Zurich a participar en una muestra de fotografía latinoamericana.

En 1985 recibió el Premio del Fondo Nacional de las Artes, y en 2005 llegó a las ferias de arte más importantes de España (ARCO) y Buenos Aires (arteBA).

Al año siguiente, el Malba hizo una retrospectiva de su trabajo. Ya para entonces, era “ciudadano ilustre” de la Ciudad. Una ciudad que con su cámara recorría solo y acompañado, de día y de noche: la calle Corrientes, la Boca, las luces de la noche porteña, como quien le busca el espíritu.

“Coppola fue el documentalista que registró Buenos Aires en su límite entre la gran aldea y la gran urbe”, señala Alexander.

Fuente: Ñ| Barbara Alvarez Pla|18/06/12

12 julio 2012

La tierra combatiente / Pablo Neruda

Primero resistió la tierra.

La nieve araucana quemó
como una hoguera de blancura
el paso de los invasores.
Caían de frío los dedos,
las manos, los pies de Almagro
y las garras que devoraron
y sepultaron monarquías
eran en la nieve un punto
de carne helada, eran silencio.
Fue en el mar de las cordilleras.
El aire chileno azotaba
marcando estrellas, derribando
codicias y caballerías.

Luego el hambre caminó detrás
de Almagro como una invisible
mandíbula que golpeaba.
Los caballos eran comidos
en aquella fiesta glacial.

Y la muerte del Sur desgranó
el galope de los Almagros,
hasta que volvió su caballo
hacia el Perú donde esperaba
al descubridor rechazado,
en el camino, con un hacha.

Pablo Neruda
Parral, 12 de julio de 1904–Santiago, 23 de septiembre de 1973

09 julio 2012

'Mi meta es cantar para la gente del pueblo'




Mercedes Sosa
9 de julio de 1935 / 4 de octubre de 2009

04 julio 2012

25 junio 2012

Ensayo sobre la ceguera / José Saramago

Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el indicador del paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra de asfalto, nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con el pie en el pedal del embrague, mantenían los coches en tensión, avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la luz verde que daba paso libre a los automóviles tardó aún unos segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza, aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos existentes en la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres colores de cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación o embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común.
Al fin se encendió la señal verde y los coches arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado. El primero de la fila en medio está parado, tendrá un problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el sistema hidráulico, un bloque de frenos, un fallo en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente se haya quedado sin gasolina, no sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan frenéticos el claxon. Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar el automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, do, así es realmente, como sabemos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta. Estoy ciego.
Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la cara crispada, las cejas repentinamente revueltas, todo eso que cualquiera puede comprobar, son trastornos de la angustia. En un movimiento rápido, lo que estaba a la vista desapareció tras los puños cerrados del hombre, como si aún quisiera retener en el interior del cerebro la última imagen recogida, una luz roja, redonda, en un semáforo. Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos. Eso se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo una mujer.

José Saramago
Ensayo sobre la ceguera (1996)
(fragmento)

14 junio 2012

Jorge Luis Borges / Pierre Menard


Pensar, analizar, inventar (me escribió también) no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Glorificar el ocasional cumplimiento de esa función, atesorar antiguos y ajenos pensamientos, recordar con incrédulo estupor lo que el doctor universalis pensó, es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será.

Pierre Menard (fragmento), de Ficciones

Jorge Luis Borges
Buenos Aires, 24 de agosto de 1899/Ginebra, 14 de junio de 1986

13 junio 2012

La mejor voz del blues a la argentina

Durante tres décadas, Memphis La Blusera hizo historia grande en el género, y él tuvo mucho que ver en ello. Preparaba su segundo disco solista.

Adrián Otero logró un hit que, en su estribillo, incluye la cariñosa pero dudosamente inspiradora palabra “chuchi”. Valga eso como muestra del alcance popular que tuvieron la voz y la pluma del cantante fallecido ayer en un accidente automovilístico. En especial, esas casi tres décadas concatenadas entre 1980 y 2008, en las que le puso su voz (grave y bien reconocida) a Memphis la Blusera, uno de los más grandes proyectos de ese género que se hayan dado en la Argentina y en la región y también uno de los más permanentes, de cualquier estilo, en este país. A sus 53 años, Otero se encontraba trabajando en un segundo disco solista, luego de Imán, publicado en 2008, y en una etapa bastante estable de su vida. El ambiente artístico lo recordó con pesar ayer, a través de medios y redes sociales.
Adrián Otero nació el 31 de julio de 1958. Si bien no los volcó, en lo literal, a su música, sus estudios en psicología hicieron cuña en sus letras. “Si te llevás la cama, chuchi, dejame el colchón”, cantó, por ejemplo, en “La bifurcada”, uno de sus mayores hits con aquel ensamble. De joven se ganó la vida como cocinero, periodista deportivo y artesano en viajes por América, Europa y Africa. Pero ganó la trascendencia a su vida física con Memphis La Blusera, el insigne grupo formado en La Paternal en 1978 y disuelto en 2008, cuando Otero decidió abandonarlo y sus compañeros Daniel Beiserman y Emilio Villanueva conformaron Viejos Lobos del Blues.

06 junio 2012

La costa / Ray Bradbury


Marte era una costa distante y los hombres cayeron en olas sobre ella. Cada ola era distinta y cada ola más fuerte. La primera ola trajo consigo a hombres acostumbrados a los espacios, el frío y la soledad; cazadores de lobos y pastores de ganado, flacos, con rostros descarnados por los años, ojos como cabezas de clavos y manos codiciosas y ásperas como guantes viejos. Marte no pudo contra ellos, pues venían de llanuras y praderas tan inmensas como los campos marcianos. Llegaron, poblaron el desierto y animaron a los que querían seguirlos. Pusieron cristales en los marcos vacíos de las ventanas, y luces detrás de los cristales.
Esos fueron los primeros hombres.
Nadie ignoraba quiénes serían las primeras mujeres.
Los segundos hombres debieran de haber salido de otros países, con otros idiomas y otras ideas. Pero los cohetes eran norteamericanos y los hombres eran norteamericanos y siguieron siéndolo, mientras Europa, Asia, Sudamérica y Australia contemplaban aquellos fuegos de artificio que los dejaban atrás. Casi todos los países estaban hundidos en la guerra o en la idea de la guerra.
Los segundos hombres fueron, pues, también norteamericanos. Salieron de las viviendas colectivas y de los trenes subterráneos, y después de toda una vida de hacinamiento en los tubos, latas y cajas de Nueva York, hallaron paz y tranquilidad junto a los hombres de las regiones áridas, acostumbrados al silencio.
Y entre estos segundos hombres había algunos que tenían un brillo raro en los ojos y parecían encaminarse hacia Dios...

21 mayo 2012

Milan Kundera sobre Carlos Fuentes



“Es imposible captar lo que es la terra nostra, terra nostra de México, sin asomarse al pozo del pasado. No como historiador para encontrar en él hechos en su desarrollo cronológico, sino para preguntarse: ¿Cuál es para un hombre la esencia concentrada de la terra mexicana? Fuentes captó esa esencia bajo el aspecto de una novela-sueño en la que varias épocas históricas se empalman telescópicamente en una especie de metahistoria poética y onírica; creó así algo difícil de describir y, en todo caso, jamás visto en literatura”.

LEER EL ARTÍCULO AQUÍ (en PDF)

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

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“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”