18 enero 2010

“Tras las huellas del capitán Sabina”

“Tras las huellas del capitán Sabina” es la tercera obra de Christian Masello, quien a pesar de residir en Bariloche, evidencia la extraña habilidad de mantener contactos con el propio cantautor, con Joan Manuel Serrat o Jaime Roos, protagonistas de sus primeros libros.

Quienes se aventuren en las atractivas páginas de su obra más reciente, se encontrarán “con un libro que busca salir de lo común. Ya desde su formato, que es cuadrado, con dibujos y fotos. Y también desde lo estrictamente periodístico-literario. Fuera de lo común porque se cuentan dos cosas: la relación que me une con Joaquín Sabina por un lado y por el otro, el momento en el que pasó por una depresión que lo dejó afuera de los escenarios por un rato largo”.

Como buen escritor independiente, por estos días Masello devora kilómetros de rutas para distribuir su nuevo libro, que ya se encuentra convenientemente presente en las librerías de Bariloche. “También se cuenta un poco el momento previo a la depresión y la post-depresión, hace hincapié justamente en la salida, a través de la voz del propio Sabina y de varias personas cercanas a él, como Silvio Rodríguez o sus músicos y coristas. Además, se suman otras voces, algunas directamente hablando de Joaquín o de temas relacionados con él, así aparecen Maradona, Charly García, Vargas Llosa, Iván Noble y Adriana Varela, que también escribió el prólogo. Es introducirse en un período de su vida a través de los propios protagonistas”, remató el autor.

¿Y cuál será la relación que une a este periodista de perfil bajo con tamaña figura de la canción? “Él la catalogó como amistad”, señaló Masello. “Dos veces me dedicó un tema sobre el escenario y me llamó amigo, aunque lo vi solamente una vez en la vida. Después, la relación es que leyó cosas mías que le gustaron y me llamó por teléfono... Cuando lo conocí, fue como conocer a un amigo que nunca había visto antes y así me recibió él. Cuando entré a verlo, me abrazó y me dijo: ¡por fin nos vemos! No tuvimos tiempo de hablar mucho más allá de lo periodístico pero luego me volvió a dedicar un tema sobre el escenario”.

No a cualquiera
Es una anécdota de fuste. “La primera vez que lo hizo, explicó que durante un período de su vida había estado como alejado y que los cambios obligatorios que había tenido que afrontar si quería seguir viviendo, lo habían alejado de ciertas personas o amistades. Pero también había ganado otras y entre ellos, estaba yo. Pienso que es una amistad que se basa más en el afecto a la distancia y en los sentimientos que tiene uno cuando descubre a alguien que escribe cosas que le llegan. A mí me llega lo que él escribe y canta y por lo visto, le ha llegado lo que yo escribí sobre ciertos amigos suyos”.

Esa curiosa manera de relacionarse fue a través de la palabra escrita. “El primer contacto fue a través de entrevistas que yo le había hecho a Adriana Varela, a Serrat, a García Montero -un poeta amigo de él-, creo que a Aute también, es decir, todas entrevistas a personas cercanas que le llegaron una vez que estaba en Buenos Aires y había ido a comprar varias primeras ediciones de libros. Lo que me sigue llamando la atención hasta el día de hoy es que se haya dedicado a hojear mis entrevistas teniendo al lado primeras ediciones de Cortázar, García Márquez o Lorca. A mí me encantan los libros viejos, así que llama la atención que haya prestado atención a un sobre que tenía mis notas. Después de que leyó eso, me llamó por teléfono”, relató el periodista.

El recorte que practica “Tras las huellas...” se explica porque aquel encuentro “fue justo cuando había venido a la Argentina, en su vuelta a los escenarios. Cuando me había llamado por teléfono la primera vez, había quedado pendiente una entrevista, trunca porque él estaba afónico. Luego no lo vi por años porque justamente, no salía de su casa. Iban los músicos a buscarlo para ver si se podía grabar el disco nuevo y se iban, entonces fue retratar esos años que había pasado encerrado, lo que habían vivido él mismo y sus músicos”.

Con varias voces
Existe además otro ingrediente de peso, porque “es un período sobre el cual no hay mucho material, porque libros sobre Sabina hay muchos: sobre sus primeros pasos artísticos, una biografía que llega hasta 2000, un libro de conversaciones de un periodista español en el que se refiere un poco a la depresión pero desde un solo punto de vista y yo buscaba multiplicarlo...

Por eso, quería tomar todas las voces, desde los más íntimos hasta quienes lo quieren pero no lo ven todos los días, como Silvio Rodríguez o Ismael Serrano. Me pareció que era bueno tomar como punto de partida ese momento, el que pasó encerrado. A la vez también hablar de otras cosas, porque hay momentos del libro que son como ensayos en los que me refiero a temas particulares suyos: cómo se lo puede vincular a artistas como Leonard Cohen, por ejemplo o la relación que puede llegar a tener con el subcomandante Marcos. También hay dos cuentos míos que toman como referencia a Sabina, así que es como mezclar una serie de cosas sin que resulte un híbrido, sino un libro con carácter propio que sea distinto, tanto desde lo visual como lo literario”, señaló el autor.

Serrat, Roos, Sabina... No debe ser fácil contactar con gente de agendas tan apretadas desde el Sudoeste rionegrino. Para esos cometidos, residir aquí implica “dificultades en su mayoría. La facilidad puede ser que la tranquilidad que se vive acá te permite estar cada tanto, encerrado sin ver la luz del Sol para escribir. Ahora, para todo lo demás, es decir, hacer entrevistas y demás, se complica y mucho. En realidad, de este trabajo algunas entrevistas ya estaban hechas, otras fueron hechas específicamente para el libro y para todas tuve que viajar. Hay una que es telefónica a Madrid con Ismael Serrano, hay entrevistas por correo electrónico y contactos por correo electrónico que después se transforman en entrevistas. Pero sí, son más las complicaciones pero también es lo que uno eligió. Si viviera en Buenos Aires, tendría acceso a más personas pero no la tranquilidad para tener ideas locas como hacer este libro”. Y se sabe, la creatividad no tiene demasiado que ver con la cordura.

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Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”