01 julio 2011

Reflexiones sobre noticias/Juan Carlos Onetti

Estas primeras líneas las dedico a quienes hayan leído Historia universal de la infamia, el libro de Borges que prefiero. A quienes no, les aconsejo correr a una librería y regalarse el gozo de leer y releer sus magníficas páginas. Buen principio para año nuevo. Tal vez no importen mucho los temas o los infames que por el libro desfilan. Pero la belleza de la escritura se basta para deleitar y seducir.
En el caso de Bill the Kid, para justificar el mérito y la precocidad de este infame, Borges nos cuenta que su apellido era Harrigan y su aspecto el de una rata rojiza; que a los catorce años entró en una taberna de Nuevo México y se apoyó en el mostrador para beberse unas copas; que "entró un mejicano más que fornido, con cara de india vieja. Abundaba en un desaforado sombrero y en dos pistolas laterales. En duro inglés desea las buenas noches a todos los gringos hijo de perra que están bebiendo. Nadie recoge el desafío...una detonación retumba en seguida. El mejicano no precisa otra bala. Se adivina la apoteosis. Bill concede apretones de manos y acepta adulaciones, hurras y whiskys".
Así comenzó su carrera de asesino. Mataba por matar, sólo por placer. Hasta que un día un comisario sentado en un sillón de hamaca lo bajó del caballo de un tiro.
Billy había hecho marcas en su revólver, una por cada hombre muerto, y en el momento de morir había llegado a veintiuna "sin contar mejicanos".
Lo anterior es noticia vieja: Billy murió en 1880. Otra noticia, de hoy, me hace pensar en lo que llamaré la fuerza oculta de las tradiciones. Este, un siglo después, no es William sino modestamente, John. Su apellido es Holloway y nada tiene, físicamente, de la difunta alimaña rojiza. Los informes que nos llegan los describen ancho de espaldas, robusto de mandíbula y su aire es desafiante. Tiene grado de Teniente pero auguro que pronto será ascendido. Actualmente anda por las costas del Líbano en misión pacificadora junto con militares compatriotas (de él), con franceses, italianos y judíos. Todos ellos pacifican matando y tienen la bendición de la ya entristecedora I.N.U., cuyo nombre nuevo o sigla significa, según diplomáticos amigos que no se atreverán a desmentirme, inútil. Porque es lastimosamente cierto que cualquiera de los gobiernos que la integran y subvencionan puede cometer la barbaridad que se le ocurra y la hasta ayer llamada Organización de las Naciones Unidas se encrespa y ordena "el cese del fuego". Y ya sabemos que nadie le hace caso.
Pues sí; en el Líbano se mata sin discriminar. Con preferencia a sirios y palestinos. Y de vez en cuando los acosados liquidan marines y soldaditos franceses que tal vez sean punta de lanza de una atroz colonización semejante a la que impuso París en África, si creemos en el escalofriante informe de André Gide.
Vuelvo a la implacable fatalidad del atavismo que al recordar a Billy me hace pensar en el Teniente John. Por supuesto el Teniente ya no tiene catorce años, edad en que el mencionado inició su carrera. Ni tampoco mata por gusto sino cumpliendo órdenes. Y el sutil atavismo aflora cuando declara a un periodista que cada vez que sus marines logran pulverizar una plataforma bélica de sus enemigos, manda que la hazaña sea recordada mediante una franja de pintura en un costado de su barco. El día de la entrevista llevaba señaladas seis. Tal vez llegue a veintiuna; pero surge un enigma: Billy desdeñaba marcar en su arma las muertes de mejicanos. ¿A quiénes desdeña el Teniente Johnny? Si es que lo hace.
Y, como dicen que dicen los locutores, siguen las noticias.
En el Washington Post, cuyos reporteros supieron hace un tiempo iluminar algunos recovecos sombríos y malolientes del alma humana originando un escándalo inolvidado y tal vez querido, nos hace saber ahora que el ejército norteamericano no le basta, para el improbable caso de guerras llamadas convencionales. Con las bombas bacteriológicas, las de napalm, las paralizantes y tantas delicias que ignoro o no recuerdo.
Claro esta que los rusos también disponen de esos juguetes aunque no los divulguen porque no ven la necesidad de conquistar un electorado inexistente o que se compone del 99,5 por ciento que de vez en cuando es llamado a votar una lista única.
Todas las armas bestiales que ya existen y se siguen inventando y haciendo, poca tarea gloriosa tendrán después que vuele el primer cohete nuclear. Pero basta con mirar láminas de los ingeniosos aparatos de tortura que aplicaba a rajatablas la Inquisición, o pensar en la cama de Procusto, o evocar la sagrada imposición de una determinada fe a pueblos indios, que ya tenían la suya, pueblos de alta y diferente cultura que tenían numerosos dioses y respetaban sus insuperables leyendas. Para sintetizar: "mi lecho no es de rosas".
En todo el mundo, hoy, se continúa matando y torturando. Hasta existen Academias de Tortura con muchas asignaturas.
Pero hoy el Washington Post nos hace saber que se agregó una guinda como refinada coronación a la inmensa tarta de vileza y asco. El tan temido y mentado rayo láser ha entrado en el macabro juego; no para detener motores, como se nos dijo, sino, simplemente, para cegar ojos.
La nueva cosa procede así: los soldados de los enemigos, es decir, los malos, recibirán de los buenos un chorrito de rayos láser que les producirá una hemorragia inmediatamente después de la liquidación del nervio óptico; la sangre cubrirá el ojo y sus resultados son para siempre jamás. Por ahora no está aprobada su aplicación porque hay pacifistas o traidores que consideran inmoral el uso de esta arma. Pero hay quienes afirman que se trata de un arma piadosa puesto que impedirá a sus víctimas, las sobrevivientes, contemplar las desolaciones que ofrecerá el mundo "al día siguiente". Esperemos para ver, o para dejar ver.
Y hasta se puede imaginar una batalla, con armas convencionales por supuesto, entre dos ejércitos de soldados, totalmente ciegos y con máscaras naturales de sangre coagulada repartiendo sin puntería probables muertes ajenas y recibiendo la propia por capricho del azar. Lástima que murió Buñuel.

(Diciembre 1983)

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Juan Carlos Onetti
Montevideo, 1 de julio de 1909/Madrid, 30 de mayo de 1994

30 junio 2011

Eduardo Sanguinetti

Poeta y pensador genovés, su activismo comenzó con la formación de las vanguardias literarias de los primeros años sesenta, de la que fue el mayor teórico junto a Angelo Guglielmi. Como jefe de filas de la Neovanguardia poética, participó en la antología I nouvissimi, de 1961, y luego se constituyó en alma del Grupo 63, reunido en Palermo y que suscitó entusiasmos y larga controversia.

Sanguinetti trató de romper el lenguaje cotidiano para denunciar el caos y el "pútrido pantano" de la sociedad de consumo. Como poeta, ensayó el lenguaje automático, los juegos de palabras (su poema más famoso se tituló Laborintus), la bulimia de conceptos e imágenes, y con el tiempo elaboró un sistema satírico influido por el pensamiento marxista y el psicoanálisis.
Como narrador, dramaturgo y ensayista, se ocupó de muchas cosas. Escribió libretos para el músico Luciano Berio; releyó a Dante desde el marxismo (Realismo sobre Dante, Dante reaccionario), fue antólogo de la poesía italiana del siglo XX, visitó el mito de Fausto y buceó en su propia perturbación psíquica en la novela Capricho italiano (1963) para explicar el agotamiento del capitalismo.
Formado en la Turín de la Fiat y de Italo Calvino, se autodefinía como "el poeta más patético del siglo XX". Escribió poemas hasta 2004, y aunque dejó la universidad en 2000 siguió escribiendo y militando en la izquierda radical.
Quienes le conocieron lo definieron como un histrión agudo, muy docto y muy capaz de pellizcar al lector-espectador. "Tranquilo, cómico, burlón, provocador, ecléctico, irónico, pirotécnico y elegante", escribe La Repubblica, recordando el comentario de Inge Feltrinelli sobre el contraste vivido en una fiesta nocturna en su villa, cuando el poeta genovés, bien vestido y con corbata, paseaba con su mujer y sus hijos, mientras el poeta beat Allen Ginsberg salía desnudo de la piscina.
Fue célebre un intercambio de golpes verbales entre Sanguineti y Silvio Berlusconi en 2003, y quizá por eso su último artículo, titulado Homo ridens, publicado hoy en Il Corriere della Sera, terminaba así: "Todo seductor sabe que para conquistar al objeto viviente del deseo se trata, dosificando bien los movimientos, la situaciones, las dosis, de llevarlo a la risa o al llanto. Quien se guarda del político que, como una hiena temible, va por ahí bromeando, se acerca, por eso mismo, al largo camino de la libertad".
Fallece el 18 de mayo de 2010 en la capital de Liguria.
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"Toda mi obra poética es una escritura contra el olvido"

El escritor italiano habla en España sobre su obra literaria

El poeta, ensayista y profesor universitario italiano Eduardo Sanguinetti, que se encuentra en España, ofreció anteayer en la universidad de Valencia una conferencia sobre el movimiento poético de los Novissimi y el contexto social y literario italiano en que apareció su primera obra poética y ayer habló a los estudiantes de la Universidad Complutense, en Madrid. Sanguinetti, cuyos poemas completos fueron recopilados en un único volumen en 1982, afirma que sus diferentes libros constituyen en realidad una única obra que se va creando a través del tiempo y que no se debe corregir. "Escribo poesía contra el olvido", afirma.

Pregunta. Esa visión que usted tiene de la obra única, ¿cree que se ha dado de forma inconsciente a lo largo de la historia de la literatura?

Respuesta. Hay una frase de Goethe que dice: "Los escritores modernos nunca escriben sus obras completas". Y Goethe deducía esto de la práctica editorial: se refería a las grandes obras, todo Voltaire, todo Rousseau. Nace entonces una modificación en los escritores, en el modo en que se organiza el trabajo literario. Después de Goethe hay ya como una planificación de la obra literaria y el deseo en todos los escritores de una obra fundamental, continua, que abarqué en cierto modo la suma de la propia vida. Se puede escribir otras obras, pero existe la necesidad de esta obra capital que es como la espina dorsal, y también el resto se organiza en relación con esto.

P. Dice usted que corrige en muy pocas ocasiones los poemas ya publicados.

R. No los corrijo después de la publicación. Cuando reimprimo un libro de poesía no intervengo, y pienso como labor de corrección en la nueva escritura, escribir otras cosas, porque es un trabajo continuo. Como en la vida, no puedo corregir lo que era a los 18 años. Puedo corregirlo pero haciendo otras cosas, si bien tiene un significado muy diferente porque lo reinterpreto. Es lo que hacemos todos en la realidad. Hacer que desaparezcan ciertas cosas, pero son ineliminables, incorregibles, salvo que se las utilice como material para otras cosas diferentes. Es como las experiencias que aparecían dotadas de un primer sentido y luego de esta forma toman otro muy diferente.

P. Al igual que quisiéramos olvidar a veces hechos de nuestra vida, ¿no le ocurre que siente la tentación de eliminar parte de esa obra?

R. No, porque la obra cuando está hecha ya no me pertenece. No digo que esto valga para todos los escritores, pero en mi caso tengo poca memoria, poca memoria subjetiva, digamos, soy distraído, sustancialmente. La poesía es un modo de registrar las cosas que encuentro significativas. No como diario; yo puedo también utilizar en primera persona el diario, pero de otra forma. En la poesía se trata de escribir como lucha contra el olvido. Escribo poesía contra el olvido.

P. ¿Podría volver sobre la idea que usted expresa de hacer un texto que resista cualquier interpretación teatral, lo que guarda relación con la función de la puntuación?

R. Sí. Se trata de que en la puntuación se busca establecer determinadas normas que contengan las posibilidades de interpretación. Pero no existe un sistema de notación tan preciso como para poder decir, por ejemplo, la duración y la velocidad de lectura, las pausas, el tono. Es importante para un escritor poder escribir algo, por así decir, privado de tono. El tono no tiene importancia. Algo que pueda ser dicho seriamente o irónicamente, llorando o riendo, con frialdad o con pasión, el texto fuera del tono, un texto sin psicología. En el momento actual, lo que intento hacer es una poesía cómica. Pero esta poesía cómica no debe hacer reír, no pretende hacer reír. Debe crear una situación de risa loca. Porque estas poesías cómicas quieren ser poesías trágicas. Escribir algo cómico que resuelva un problema no resuelto, como es lo trágico hoy. Para conseguir un texto trágico se puede llegar a él a través de una escritura cómica. Pero una escritura cómica que no hace reír en el sentido rabelesiano de la palabra, sino que provoca una risa loca.

manuel muñoz/entrevista 11-05-1984/valencia

22 junio 2011

Las alas del deseo/Peter Handke

Cuando el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué no allí?
¿Cuando empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad son los malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy,
no fuera antes de devenir; y que un día yo,
el que yo soy, no seré más ese que soy?

Cuando el niño era niño
no podía pasar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor saltado.
Ahora se lo come todo
y no porque lo obliguen.
Cuando el niño era niño
despertó una vez en una cama extraña
y ahora, una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora sólo con suerte.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuírlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora esta idea lo estremece.

Cuando el niño era niño
jugaba con entusiasmo,
y ahora se mete en sus cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño
las manzanas y el pan le bastaban de alimento,
y todavía es así.
Cuando el niño era niño,
las bayas le caían en la mano
sólo como caen las bayas,
y ahora todavía.
Las nueces frescas le ponían áspera la lengua,
y ahora todavía.
Encima de cada montaña
tenía el anhelo de una montaña más alta
y en cada ciudad
el anhelo de una ciudad más grande,
y siempre es así todavía.
En la copa del árbol
tiraba de las cerezas con igual deleite
como hoy todavía.
Se asustaba de los extraños
y todavía se asusta;
esperaba las primeras nieves,
y todavía las espera.

Cuando el niño era niño,
lanzó un palo como una lanza contra un árbol,
y hoy vibra ahí todavía.

20 junio 2011

Las Madres siguen caminando, el Pueblo ya no está en silencio como en aquellos años, el Pañuelo no se mancha

La conozco desde su fuerza, pero también desde su fragilidad. Es clara y firme. Dulce y enérgica. La vi caminar en todos estos años con su pasión y su lucha. Con su convicción y sus sueños.

La vi soportar y pelear y esperar y empujar y gritar y ayudar y volver a empezar sin pensar en sí misma, sino en los demás, los otros, los compañeros, las compañeras, nosotros, todos, los hijos y los hijos de los hijos.

La vi entregar su corazón sin dobleces. Su mano sin miedo. Su solidaridad con alegría.

La vi construir día tras día sin detenerse, sin preguntarse, sin olvidar ni claudicar.

Se parece a tu madre y a la mía. Su honestidad es única y brutal. Su ética un emblema. Su rebeldía, eterna e intransferible.

Su voz es llama y pájaro. Su puño en pie de guerra, pero guerra de amor que no se rinde y se derrama y multiplica y nos acuna a todos.

¿Quién puede tener el coraje de no respetarla después de lo que, simple y necesaria, le ha entregado a la historia?

¿Quién puede atreverse a ignorar su entereza ante la barbarie del genocidio que nos llenó de sombras?

¿Quién puede olvidar su pañuelo intacto y su marcha sin tregua por la verdad y la memoria?

No imagino esta Patria que ahora nos crece en las manos sin su luz alumbrando como una clara antorcha.

Ella y las otras, nuestras Madres gloriosas, infinitas, hermosas en su dolor y su pura e interminable ternura.

Mírenlas venir, mírenlas seguir más pausadas, más lentas, más pequeñas, más hondas, pero siempre más nuestras, pero siempre más únicas.

Nunca un paso atrás. Madres luminosas.

Nunca un paso atrás. No se mancha su gloria.


Teresa Parodi
Publicado el 14 de junio de 2011 en Página/12

14 junio 2011

Jorge Luis Borges

Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez.

Jorge Luis Borges
24 de agosto de 1899 – 14 de junio de 1986

13 junio 2011

Día del Escritor/13 de junio

Leopoldo Lugones

Córdoba, Argentina, 13 de junio de 1874-Buenos Aires, Argentina, 18 de febrero de 1938

01 junio 2011

El Amante Después De Todo/Leonard Cohen


Mueres exactamente en esa actitud de burla, inmundo parásito de la vacía ordalía.
Mueres exactamente con ese aspecto, en toda tu diarreica posesión de tu elevado rango.
Tu cieno bajo el sol, agente de la podredumbre en mi gran corazón marinero. Eres tú.
Es tu miserable juicio de mi asunto amoroso.
Una blanca mariposa parpadea como el final de una película doméstica, y me da palabras, y con ella puedo construir un mundo en el que tú puedas menearte, un mundo grande, complejo y verdadero, en el que resultó ser el amante después de todo, y tú resultas ser
tan sólo estúpida, pero perdonada en un granizo de semillas.
¿Cómo puedo ponerte a dormir? ¿Qué piedra tallada, qué inscripción podrían mantenerte yacente? Me destestas porque carezco de temple. Sobre tu fatiga alzamos el emblema de la victoria. lnhalamos profundamente la fragancia de tu rendición. Es exactamente mediodía. Yo soy la falsa voz del armisticio. ¿Quién espera tras tus ojos idiotas el golpe final?

EL AMANTE DESPUÉS DE TODO

Aunque eres capaz de ser más astuta que yo, no pienso volver a ti. Aunque la pureza de tu amor se vea reafirmada por el unánime temblor de todas y cada una de las plumas de las huestes celestiales, no tengo intención de volver al hacha de tu amor. Oh triunfante hombre
esposo y rey del lazo de los caballos sin corral, no pienso volver a ti, aunque me retuerza entre tus brazos y rinda ante tu voluntad la esencia total de mi polvorienta cáscara aquí en este capturado salón del sudor, jamás pienso regresar, juro por la desgarrada cortina de mi virginidad y el silencio espeso como la sangre entre las palabras sin puentes, que te mentiré por toda la eternidad; y que jamás seré de nuevo el receptáculo de tu necesidad.

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Leonard Cohen, justísimo ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

13 mayo 2011

"El libro de barrio Acindar"/14 de mayo de 2011


Recuperación participativa de la historia:
Presentan el Libro sobre la historia de Barrio Acindar

El próximo sábado 14 de mayo a las 19hs, será presentado en el Auditorio del Museo de la Memoria -Córdoba esq. Moreno- el “Libro de Barrio Acindar”, publicación que reseña la historia de esta significativa barriada rosarina.

Esta publicación es fruto de un trabajo que demandó 3 años y articuló diferentes actores: estado local, vecinos del barrio, especialistas, estudiantes universitarios y terciarios. A través de la coordinación de los equipos técnicos del municipio -CMD Sudoeste y la Secretaría de Cultura- se convocó a voluntarios, con quienes se realizó la investigación y posterior edición de este material.

El enfoque de la historia oral temática junto con una perspectiva participativa en el proceso de implementación permitieron lograr un producto riguroso metodológicamente y abierto, perneado por las voces en primera persona de más 100 entrevistados: “Acá había una zona de quintas, de pastoreo, tenían vacas. Todavía quedan pinos de antes del barrio. No había ni pavimento ni medios de transporte, no había nada –cuenta un ex trabajador metalúrgico y antiguo vecino del barrio en la publicación-, hasta que en 1942 empezaron a construir la fábrica.”

El barrio era un pueblo dentro de la ciudad. Según los vecinos fue concebido como un pequeño espacio ideal, basado en la construcción de baja densidad, incorporando un elemento esencial y único en la historia de la construcción de la ciudad: “los centros de manzana” como espacios de uso y recreación público para sus habitantes.

Hoy 3 chimeneas permanecen en la retina de los habitantes, recordando aquel pasado, pero lejos están de solo agotarse allí. Desde 1942 en que se fundó la Acería en Rosario hasta la actualidad, Acindar muto absoluta y parcialmente como pocos barrios de nuestra ciudad.
Surgido en el marco del Presupuesto Participativo, el proyecto Historia, Identidad y Perspectiva que coordina el Centro Municipal de Distrito Sudoeste y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, propone recuperar en El libro de Barrio Acindar toda esa compleja historia fabril y barrial a partir del aporte de sus propios protagonistas, los ex trabajadores de la planta siderúrgica y los antiguos y nuevos vecinos del barrio, uniendo sus diferentes voces e imágenes como las líneas de un mapa que puede servir para nuevas investigaciones o simplemente para comparar y enriquecer la memoria personal con la colectiva.

El camino emprendido -recorrido rigurosamente- condujo a la colecta de tanta información que se tornó casi una necesidad realizar una publicación gráfica completa, un libro que permitiera plasmar en su verdadera envergadura la maravillosa historia develada. Así, junto a la Editorial Municipal y el Programa Rosario Bicentenario se acometió la tarea de concretar esta publicación.
Voluntarios estudiantes terciarios, universitarios, profesionales, instituciones y vecinos en general colaboraron cotidianamente con la tarea, ya que con este proyecto la historia y la identidad de cada barrio son ubicadas en el centro de la escena, para ser investigadas y recuperadas, y para ser difundidas y revalorizadas: “…recuperar historias para el presente y el futuro, documentarlas y exponerlas como fuerza viva para las distintas generaciones…”.
Con este tipo de tareas se generan espacios de sociabilización, encuentro y reflexión donde la ciudad se revaloriza como hábitat, como forma y contenido de la Identidad. Desde julio de 2010 se comenzó a recorrer las calles de Barrio Plata, para continuar el camino iniciado con El Libro de Barrio Acindar.

Para conocer más sobre el proyecto que da origen al libro invitamos a recorrer el sitio www.barriosderosario.org.ar donde se encuentra parte de lo recabado.

Acindar, de jardines y fábricas

Cuando en 1942 se radicó Acindar en Rosario, la zona carecía de construcciones, siendo un gran predio donde cultivaban flores para la venta. Desde entonces, la zona conoció un vigoroso proceso de transformación económica, social y urbanística que atraviesa toda la segunda mitad del siglo XX y llega hasta la populosa actualidad.

El origen de esta peculiar construcción urbana puede encontrarse en el modelo urbano de la ciudad-jardín desarrollado en los albores del siglo XX en Europa. En la actualidad, uno de estos centros de manzana contiene la sede de la vecinal, que funciona desde 1965. El barrio ha cambiado su fisonomía y dinámica de antaño, ampliando y complejizandose desde todos los aspectos: edificios, casas de una y dos plantas, nuevos habitantes, y nuevas relaciones, todo eso desde finales de 1980.

Proyecto Historia, Identidad y Perspectivas

Fuente: Lagrima Luna/Pablo Shuster

07 mayo 2011

“Siempre hice poesía de izquierda”/Juana Bignozzi

Le gusta demoler mitos, uno a uno y de a poco, cada uno a su tiempo y con la sabiduría y la ironía que le fueron dando los años. Para deshacer esos mitos, primero hay que saber vivirlos, los heredados –padre panadero anarquista, que se pasó al Partido Comunista durante el peronismo–, y los construidos en los años ’60, lo que parece confesional en su obra jamás es una confesión estrechamente vinculada con su biografía. Nunca pensó que ella y la poesía se iban a cruzar alguna vez por el mismo camino. No fue la típica chica que a los seis años espantaba a la madre insistiéndole, con esos gritos exasperados por una revelación vocacional cuasi divina: “¡quiero ser poeta!” Y como no tiene habilidad para hacer casi nada, no sabe qué hubiera sido de su vida. ¿Oradora? “Quizá”, admite Juana Bignozzi. ¿Actriz? “No”, grita sacudiendo la cabeza. “Soy un tronco”, aclara. “En mi familia nunca se aceptó la idea del sacrificio. Me mandaron a la escuela primaria a la tarde porque consideraban que no era necesario que me levantara a las siete de la mañana como una desgraciada”, cuenta Bignozzi. Y queda claro que no es la típica poeta sacrificada y abrumada por las escasas visitas de esa extraña dama llamada inspiración. “Yo me divierto cuando escribo. Lo que no me sale, lo dejo y lo retomo en unos meses.

30 abril 2011

Diarios de mi vejez/Ernesto Sabato

He vivido en un tiempo histórico de ruptura y tan viejo soy, que hay en mi distintos sedimentos, como en las montañas. Así, todavía guardo de mi juventud las marcas de las luchas sociales. Pienso que los chicos me querrán porque nunca dejé de luchar, porque no conseguí instalarme en ninguna época, y hoy, trastabillando, me siento cerca de la gente que aprendió a vivir de otra manera. Y muy cerca de los jóvenes que después de este horror de mediocridad, indecencia y ferocidad, pujan por nacer a otra cultura que vuelva a echar raíces en un suelo más humano.

1911/2011

29 abril 2011

Alejandra

Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes de europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, mas tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972 fallece en su ciudad natal.

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Nombres y figuras

La hermosura de la infancia sombría, la tristeza imperdonable entre muñecas, estatuas, cosas mudas, favorables al doble monólogo entre yo y mi antro lujurioso, el tesoros de los piratas enterrado en mi primera persona del singular.

No se espera otra cosa que música y deja, deja que el sufrimiento que vibra en formas traidoras y demasiado bellas llegue al fondo de los fondos.

Hemos intentado hacernos perdonar lo que no hicimos, las ofensas fantásticas, las culpas fantasmas. Por bruma, por nadie, por sombras, hemos expiado.

Lo que quiero es honorara a la poseedora de mi sombra: la que sustrae de la nada nombres y figuras.

26 abril 2011

Gonzalo Rojas/La reniñez


Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo? ¿De la era de qué?
A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.

Gonzalo Rojas
1917/2011

16 abril 2011

rodolfo walsh

El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra.

09 abril 2011

El misterio de un poema de Borges


Cuando en 1987 fue asesinado en Medellín el doctor Héctor Abad, apareció en su bolsillo un poema de Borges. Todavía sigue el misterio El 25 de agosto de 1987 fue un día de muertos en Medellín. El doctor Héctor Abad Gómez había ocupado la mañana en ir a la Facultad de Medicina y, cosa extraña, en copiar a mano un poema. Horas antes, habían asesinado a Luis Felipe Vélez, presidente del gremio de maestros de Medellín, algo habitual en aquellos años de extrema violencia. Por la tarde, escribió un artículo que no pudo entregar, «¿De dónde proviene la violencia?», cuyo encabezamiento decía así: «En Medellín hay tanta pobreza que se puede contratar por dos mil pesos a un sicario para matar a cualquiera». El doctor Abad era un especialista en salud pública, un hombre muy respetado en su ciudad, tanto como odiado por otros, y precandidato del Partido Liberal a la alcandía de la capital antioqueña, así que le pareció normal en aquellos momentos de agitación que una mujer, de la que nunca más se supo nada, le sugiriera a él y a sus compañeros Carlos Gaviria y Leonardo Betancur que acudieran al sindicato de maestros a rendir homenaje al líder asesinado. Mientras el doctor Abad miraba el trozo de suelo en el que cayó herido de muerte, un sicario, quizá de los de dos mil pesos, le mató de seis disparos. Leonardo Betancur encontró la muerte en el mismo lugar. Justicia poética Así lo contó su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, en «El olvido que seremos», un libro en el que la memoria del padre es la mayor rebelión contra el silencio que impone el miedo. Hace unos días, en Cartagena de Indias, Colombia, recordó el momento en que fue a reconocer a su padre: «Seis tiros, o lo que es lo mismo, un sicario vació el cargador en el cuerpo de mi papá». Cuando llegó al lugar del crimen, su padre yacía sobre un charco de sangre y guardaba dos papeles en los bolsillos: uno era la lista de otros amenazados a muerte; el otro, un poema manuscrito firmado con las iniciales «JLB». Su primer verso dice: «Ya somos el olvido que seremos». Era un soneto inglés y no le cabía duda a Abad Faciolince de que su autor era Jorge Luis Borges. Pero pasaron los años y el olvido fue lacrando el recuerdo. Hasta que en 2006 Abad Faciolince publicó «El olvido que seremos» y se le acusó de haberse inventado un poema de Borges para conseguir fama y ganar dinero; una poema que ni está en sus poesías completas, ni María Kodama, la viuda, reconocía como auténtico. «Si la justicia de mi país no fue capaz de condenar a los asesinos de mi padre, me propuse por lo menos hacer justicia de otra manera y averiguar de quién era ese poema», dice. A ello se ha dedicado durante varios años. Héctor Abad Gómez (Jericó, Colombia, 1921) era un prestigioso médico y defensor de los derechos humanos El poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio fue el primero en ponerse en contacto con Héctor Abad, que por entonces vivía con una beca en Berlín dedicado a escribir. «Me dijo que en la revista “Número” de octubre de 1993 él había publicado cinco inéditos de Borges y, entre ellos, “Aquí. Hoy”». Le contó que el poema lo había dictado, junto a otros cinco, el propio Borges el 16 de diciembre de 1983 a una mujer de una belleza extraordinaria, una estudiante de Medicina llamada María Panero. Fue en Nueva York: unos en un bar entre las calles 40 y 57 y el último montado en un taxi en presencia de un poeta venezolano y del propio Alvarado Tenorio. Los guardó y a continuación viajó a Madrid. Se alojó en casa de su amiga Sara Rosenberg, donde dejó los poemas olvidados entre las páginas de un libro.

02 abril 2011

2 de abril

La Guerra de las Malvinas/Eduardo Galeano

La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña.
No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala.

-Memoria del fuego/1986-

15 marzo 2011

Mafalda

* 15 de marzo de 1962। Quino dibuja a Mafalda como parte de una campaña para las lavadoras Mansfield, que nunca se realizó.
* 1964. En el suplemento humorístico «Gregorio» de la revista Leoplán aparecen tres tiras de Mafalda.
* 29 de septiembre de 1964. La tira Mafalda comienza a publicarse (a razón de dos por semana) en la revista Primera Plana. Aparecen como personajes Mafalda y su papá.
* 6 de octubre de 1964. Aparece la mamá de Mafalda.
* 19 de enero de 1965. Aparece Felipe.
* 15 de marzo de 1965. Quino se traslada al diario El Mundo y Mafalda se apresta a comenzar el jardín de infantes.
* 29 de marzo de 1965. Aparece Manolito.
* 6 de junio de 1965. Aparece Susanita.
* Febrero de 1966. Aparece Miguelito.
* Agosto de 1967. La madre de Mafalda se entera de que está embarazada.
* 22 de diciembre de 1967. Cierra el diario El Mundo y Mafalda deja de aparecer por cinco meses.
* 21 de marzo de 1968. Nace Guille mientras la tira no se publicaba.
* 2 de junio de 1968. Mafalda vuelve a publicarse, esta vez en el semanario Siete Días Ilustrados y con cuatro tiras por semana.
* Fines de 1969. El papá de Mafalda se compra un Citroën 2CV (automóvil económico, típico de la clase media argentina en los años sesenta y setenta).
* 15 de Febrero de 1970. Aparece Libertad.
* 25 de junio de 1973: Aparece la última tira cómica de Mafalda.
* 1976: Quino realiza un afiche que ilustra los principios de la Declaración de los Derechos del Niño con los personajes de Mafalda.
* 23 de octubre de 2009: Después de 33 años, Mafalda reaparece por una sola vez en el diario italiano "La Repubblica" para criticar las declaraciones misóginas del primer ministro italiano Silvio Berlusconi

12 marzo 2011

David Viñas/Los dueños de la tierra

-fragmento-

"Brun estiró las piernas, bostezó y volvió a sacudirse los borceguíes con la fusta: hacía más de una hora que esperaba allí sentado, y no sólo se había sacudido los borceguíes hasta que le dolieron las pantorrillas sino que también se había arrancado las costras de barro de las suelas. Hasta había tenido tiempo para castigar reflexivamente dos toscas que había elegido: una que parecía un cigarro "Avanti", con el mismo color y la misma forma, y otra que no era nada más que una bolita y que rodaba entre sus pies. De vez en cuando se marcaba un largo silencio después de esos "¡crann!" que retumbaban del otro lado de la loma donde se extendían los nidales de los patos shacks. Cada silencio no era un descanso donde él se pudiera tumbar sobre la espalda dejando que el sol le calentara la ropa. Él sabía que cada silencio era una pausa. Nada más. Más largo el silencio, mejor puntería, más certero el tiro. Apretar los dientes, no respirar y que el índice de las carabinas quedara sobre algún pecho. 0, no. Mejor sobre algún vientre. Porque matar era como violar a alguien. Algo bueno. Y hasta gustaba: había que correr, se podía gritar, se sudaba y después se sentía hambre. Y esa especie de polvareda temblorosa que con cada estampido se levantaba unos metros del suelo y se volvía a achatar sobre la loma, podía ser una manga de langostas. Es decir: una nube que se estremece por dentro y se desplaza oscureciéndose por partes, como una gigantesca madrépora"

07 marzo 2011

Oda al gato/Pablo Neruda

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.

26 febrero 2011

Todos los veranos

A veces pienso en mi viejo.
O es un barco que parte o esa gente vagabunda que trae el verano o simplemente una luz en el río. Entonces me siento en la costa y pienso en mi viejo.
Para todos, para mí mismo, la historia comienza el día que hizo volar en pedazos al Raquelita, en el 28. Era una chata de once metros con un motor Regal. El viejo tenía la maldita costumbre de mojar un papel retorcido en el carburador, luego quitaba el cable de una de las bujías, lo arrimaba al block y con la chispa encendía el papel y con el papel uno de esos cigarros que llevaba desparramados por los bolsillos. Recuerdo aquel olor pestilente y las grandes manchas marrones con dos y hasta tres aureolas en tonos más débiles donde tenía un bolsillo que había sido alcanzado por el agua. Esto sucedía bastante a me-nudo, de manera que en los viajes largos era común ver algunos cigarros secándose sobre el block. Echaban un humo más pa-recido al de una estopa empapada en gasoil que al de un auténtico cigarro.
Algunas veces el ruego se había contagiado al carburador pero mi padre no perdía la cabeza por eso. Sin dejar de encender el cigarro depositaba la otra mano sobre el carburador y ahoga-ba el fuego. Pero un día aquella mano llegó demasiado tarde. Poco a poco se había formado en la sentina un charquito de nafta que con el tiempo se extendió a todo lo largo del Raquelita. Eso, naturalmente, fue el fin. Con aquellos cigarros el viejo casi había perdido el olfato. Dos o tres veces, al inclinarse para buscar cualquier cosa, había entrevisto aquel brillo movedizo que se extendía cada vez más, pero como no estaba en condicio-nes de reparar en el olor de nada debió pensar o prefirió pensar, si es que pensó en algo, que el barco hacía un poco de agua.
Un día, pues, encendió el cigarro de acuerdo con sus procedimientos y fue como si encendiera el mundo entero de una punta a otra. Instintivamente, el viejo alargó una mano hacia el carburador pero ni el carburador, ni él estaban más allí dónde debían estar. Sin saber cómo, se encontró en medio del agua con el cigarro todavía en la boca. El Raquelita, por su parte, o lo que quedaba de él, aparecía a unos diez metros. Después de todo, nunca había lucido tan bien, ni tan espléndido aquel barco de por sí oscuro. Cada tabla brillaba como una barra de oro. Cuando voló el tanque suplementario, el viejo tuvo más bien un estremecimiento de júbilo, como si se tratara del día del juicio para un justo o algo por el estilo. Fue todo muy breve y muy solemne, según dijo.
Eso ocurrió cuando mi padre tenía cuarenta y cinco años, apenas uno después que apareció en las islas. El recuerdo de los de la costa y mi propio recuerdo arrancan de ahí. Nadie tuvo noticias del viejo hasta el 28 y la verdad es que con lo que hizo o deshizo desde entonces hasta su muerte, en el 37, hubo de sobra. (Y con todo, también a él, tan denso y macizo, tan único, se lo llevó el tiempo. ¿Quién recuerda ahora a mi padre?)
Antes del 28, según parece, estuvo transportando pólvora desde Pernambuco hasta Río Grande do Sul a bordo del Isla Madre de Dens, que voló también en su tiempo entre el faro Mostardas y Solidao, sin faro por aquel entonces. Pero éstas son meras conjeturas a través de brumosas y no expresas referencias porque el viejo hablaba poco y en un estilo complicado.
Después de lo del Raquelita compró uno de los botes sal-vavidas que habían pertenecido al Speranza, que se hundió en el Canal del Norte a la altura de Punta Colorada, en el 23. Era un casco tinglado de siete metros de eslora con dos tanques de aire. El viejo le colocó un Penta de 4 cilindros.
Por ese tiempo se instaló al fondo del Desaguadero, cerca de los bancos, en una casilla que armó con tablas de cajones de automóviles un poco apartada de la costa. Una zanja con la entrada disimulada por un sauce tumbado, que el viejo levan-taba o bajaba a voluntad con un aparejo, permitía arrimar el barquito hasta la misma casilla. Uno y otra estaban pintados con un color impreciso, entre el verde y el marrón, de manera que pasaban inadvertidos. Al viejo le reventaba un barco de ese color y toda la vida se pasó soñando con uno bien blanco. En realidad mi recuerdo parte de ahí. Lo demás es incierto y fragmentario y parece el recuerdo de otro. Ahora mismo, a pesar del tiempo, lo veo sentado en el piso de la pequeña galena que daba al frente con el sombrero rumbado sobre los ojos y los pies apoyados en la baranda. Casi toda la semana se la pasaba echado allí fumando aquellos cigarros apestosos, con una bo-tella de caña paraguaya al alcance de la mano.
—Hijo —solía decir con esa voz profunda que le salía desde adentro y medio cigarro entre los labios—, la verdad que Dios hizo seis días para descansar y el séptimo para trabajar, ya que no había más remedio. A veces el sexto y el séptimo, según como vengan las cosas. Pero estos mierdas de ingleses han dado vuelta todo el asunto...

19 febrero 2011

Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato: Diálogos

“Sócrates era un filósofo de café”

Los Diálogos entre Jorge Luis Borges (Buenos Aires, agosto 24 de 1899-Ginebra, junio 14 de 1986) y Ernesto Sábato (Rojas, Provincia de Buenos Aires, junio 24 de 1911), “Compaginados por Orlando Barone”, aparecieron por primera vez en Argentina, en 1976, impresos por Emecé Editores. Para la reedición de 1996 pergeñada por la misma empresa, Orlando Barone incluyó un prólogo donde reseña las circunstancias que originaron, “en el atardecer del 7 de octubre de 1974”, un breve reencuentro entre Borges y Sábato, acogidos por un grupo de amigos que se hallaban en la librería La Ciudad, en Buenos Aires, departiendo “en el cálido clima de la presentación de un libro”.

Habían transcurrido 18 años desde la furibunda polémica suscitada en torno al folleto antiperonista de Ernesto Sábato: El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo (Imprenta López, 1956); es decir, desde que “el rencor político” los alejó. Sábato, en el afectuoso prólogo de Tango, discusión y clave (Losada, 1963), había recordado su redescubrimiento de Buenos Aires a través de los poemas de Borges, simbólicamente fumaba la pipa de la paz con él, y le rendía tributo al compartirle su libro. Anneliese von der Lippen, traductora alemana y amiga de Borges, no hacía mucho que le había leído a éste las fraternales palabras de Sábato. Así, en el reencuentro en la librería La Ciudad (situada casi al frente del edificio donde Borges vivía en el departamento B del sexto piso de Maipú 994), el ciego escritor le agradeció tales palabras.

Y dentro de la efervescencia de la charla propiciatoria en la que también incidió “un bello ejemplar de Don Quijote”, Orlando Barone tuvo la idea de convocarlos para “una serie de diálogos intensos y amplios que pudieran convertirse en libro”. Borges, días más tarde, aceptó allí mismo en la librería La Ciudad; y a Sábato, dice Barone, tuvo que convencerlo “en una mesa del bar El Dandy”.

Se acordó, como “regla de juego” propuesta por Borges, que “no se tocarían las cuestiones ‘peronismo-antiperonismo’ ni la actualidad política”. Sábato cedió, no sin observar que la política “suele entrar por la ventana o por una hendija cuando uno menos se lo espera”.

Dice Orlando Barone que “El encuentro se acordó así bajo una envoltura coloquial, de tertulia; coincidimos en que la charla se iría anudando sobre la marcha, espontáneamente, como suele suceder entre amigos donde puede hablarse de Dios, del amor, y enseguida contarse un chiste.”

Al inicio de los Diálogos, Borges tenía 75 años, Sábato 63 y Barone 35. Las reuniones, “de dos y tres horas”, se sucedieron durante siete sábados. De ahí que cada charla lleve como título la fecha del sábado en que se celebró: “14 de diciembre de 1974”, “21 de diciembre de 1974”, “11 de enero de 1975”, “15 de febrero de 1975”, “1º de marzo de 1975”, “8 de marzo de 1975” y “15 de marzo de 1975”. La segunda sesión se efectuó “en el bar de Maipú y Córdoba”. Las otras seis en el departamento de la pintora Reneé Noetinger, amiga de los protagonistas, ubicado en un edificio de la calle Maipú, cuyo piso daba exactamente al del sexto piso del edificio donde los Borges (el escritor y su madre) vivían, desde 1944, en el susodicho departamento B, y donde doña Leonor Acevedo de Borges, con casi 99 años, se hallaba en cama y casi paralítica, y cuya muerte ocurriría el 8 de julio de 1975.

Julio Cortázar - Rayuela Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja...

...Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, Jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. (fragmento)



Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.


Las olas - Virginia Woolf

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido lo cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías. (fragmento) 1931

Virginia Woolf - Orlando

"Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. " (fragmento)

“Cuando los besos saben a alquitrán, cuando las almohadas son de hielo,
cuando el enfermo aprende a blasfemar,
cuando no salen trenes para el
cielo,
a la hora de maldecir,
a la hora de mentir.
Cuando marca sus
cartas el tahúr
y rompe el músico su partitura
y vuelve Nosferatu al
ataúd
y pasa el camión de la basura,
a la hora de crecer,
a la hora
de perder,
cuando ladran los perros del amanecer.”

__

“En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿pero cómo pudo sucederme a mí?
¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.”

__

“Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.”

__

“Algunas veces vivo, y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo que te arañe el corazón.
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.”

__

“Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,
vestirla era peor que amortajarla,
inocente y perversa como un mundo sin dioses,
alegre y repartida como el pan de los pobres.
No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo
mirando por encima de mi hombro lo que escribo.
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.”

__

“No soporta el dolor, le divierte inventar
que vive lejos, en un raro país,
cuando viaja en sueños lo hace sin mí,
cada vez que se aburre de andar, da un salto mortal.
Cuando el sol fatigado se dedica a manchar
de rosa las macetas de mi balcón
juega conmigo al gato y al ratón,
si le pido “quédate un poco más”, se viste y se va.
Cuanto más le doy ella menos me da
Por eso a veces tengo dudas, ¿no será un tal Judas
el que le enseñó a besar?”